Hasta fin de mes, hay tiempo para visitar en el Museo Sívori dos muestras de artistas contemporáneas -Alicia Herrero y Elisa O’Farrell- y de obras de Julio Paz (Avellaneda, 1939 – Milán, 2010) donadas al museo porteño por el Centro Studi de Julio Paz en Milán.
El pintor y grabador argentino, que se formó en la Escuela de Bellas Artes Carlos Morel de Quilmes y en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova, viajó en 1976 a Italia, donde se destacó como diseñador gráfico y dibujante, dio clases y expuso en distintas instituciones hasta su muerte. Antes de la pandemia, se iniciaron las tratativas para la donación y repatriación de algunas de sus obras por iniciativa de la profesora Marinella Giambó, el Centro Studi Julio Paz y una red de colaboradores. Entre las pinturas donadas al Sívori -impactantes para quien aún no conozca la obra de este expresionista sudamericano que desde Europa volvió una y otra vez a las imágenes de su tierra natal-, se incluye una serie protagonizada por un Vincent van Gogh acriollado, que recorre bares y pizzerías de la localidad de Bernal con su paleta a mano y pañuelo al cuello.
Al cuidado de Ivana Sicolo, Lorena Oporto y Laura González, Julio Paz. Narrativa y legado de un imaginario infinito agrupa archivos y otras obras del artista que ya pertenecían a la colección del Sívori, como El petimetre con la que Paz ganó en 1973 el Gran Premio Adquisición de Grabado en el XXII Salón Municipal de Artes Plásticas Manuel Belgrano. También se proyecta un documental con imágenes de archivo y testimonios de especialistas que se explayan sobre la vida y los procesos creativos de este sorprendente artista de enorme capacidad técnica y estilística. Con recursos provenientes del expresionismo, el arte figurativo, el diseño y la sátira, Paz construyó un imaginario propio y a la vez marcadamente latinoamericano.
Con Supersignos y la performatividad de la materia. Obras y procesos (1996-2011) se establece un recorrido por obras claves de la artista Alicia Herrero (Buenos Aires, 1954) a lo largo de tres décadas. Sus reflexiones visuales pioneras sobre la economía, el arte y los géneros ya aparecían en proyectos de la década de 1990. Herrero, una de las ganadoras del Premio Nacional a la Trayectoria Artística 2020/2021, comenzó en ese entonces a trabajar con videos, instalaciones y performances (en 1991 presentó El deseo es una frutilla madura en el Parakultural). La muestra en el Sívori reúne trabajos conceptuales en los que -además de perfilar la solidez de una trayectoria- se combinan la reflexión museológica, el feminismo, la crítica cultural y la perspectiva decolonial.
Por primera vez en el país se muestra la serie de collages Supersignos/Supermarket (1996), donde la esfera de la economía se vuelve material artístico: figuras de mercancías “flotan” en el papel, en suspenso, y forman esquemas narrativos que derivan en especulaciones concretas y abstractas. En Set (2002), propone una batería de imágenes de enseres domésticos gigantescos que, en el contexto de la sala, parecen alucinaciones. De Chat (2000), obra producida por encargo del Museo Boijsman de Holanda poco antes del estallido sociopolítico de la Argentina, se exhiben documentos, obras y proyectos colaborativos que, al mismo tiempo que utilizan la colección del museo holandés, replantean el perfil colonial de las instituciones europeas.
También se proyectan videos de Consideraciones sobre lo público. Un simposio en tres actos, ideado por Herrero con espíritu cívico y crítico; en un formato híbrido inspirado en las asambleas, los paneles de debate, la clase magistral y los talk-show televisivos, participaron filósofos, economistas, escritores, artistas y ciudadanos.
“En la serie Repasando de principios de los años 90, el color, las texturas y la ornamentación de ciertos objetos cotidianos abren una nueva investigación formal y material, inauguran un gran repertorio de imágenes-modelo, signos o supersignos -dice la artista a LA NACION-. La articulación curatorial muestra el impacto que estos supersignos despliegan en sus diversas materialidades, escalas y procedimientos. Desde los recortes de papel, libros y dibujos de mediados de los 90 hasta las interacciones con la comunidad y el museo Boijmans en el 2000, incluyendo instalaciones en grafías de aluminio, esmaltes o esculturas en yeso de 1999. Pero la curaduría también involucra piezas cuya materialidad es el tiempo, como el video, la performance y el enactment. Me gusta pensar la exposición como una re-visión de piezas que ‘actúan’ en el museo, arrojan una nueva dimensión crítica y poética del espacio que crean, de su propia arquitectura, al punto tal que el recorrido de las salas despliega en su performatividad, otros sentidos y mundos posibles”. En la próxima edición de Art Basel Miami (del 1 al 3 de diciembre), la galería porteña Herlitzka + Faria presentará obras de la artista.
En Cuando se caen las paredes, Elisa O’Farrell (Buenos Aires, 1981) expone una muestra de óleos sobre tela en pequeño y mediano formato, que se asemejan a las páginas de un libro ilustrado en el que cohabitan dos escenas que parecen transcurrir en simultáneo. Se exhibe una serie de 48 dípticos (la artista hizo más de ochenta hasta septiembre de 2021) en la que se contraponen imágenes de interiores de hogares durante la pandemia que circularon por redes sociales (la mayoría en Instagram) con otras de incendios accidentales e intencionales que ocurrieron en ese mismo periodo en el país.
“Muchas veces mis proyectos surgen de manera azarosa -dice la artista a LA NACION-. Quería experimentar con otras técnicas, luego de un trabajo con grabados y aguatintas, sumado a que no pintaba al óleo desde la adolescencia. Y quería buscar un imaginario más quieto, de un tiempo cancelado, con imágenes cotidianas que por suerte estaban al alcance de la mano, en las historias de Instagram”. La artista, a la vez, comenzó a escuchar noticias radiales acerca de “incendios extraños” que ocurrieron durante el cambio de mandato presidencial en 2019 y otros en campos, montes y humedales en distintas regiones del país. Y decidió fusionar ambas instancias en una misma imagen.
Apacibles entornos hogareños se ven amenazado -en las inquietantes y al mismo tiempo sensuales pinturas de O’Farrell- por el peligro de las llamas. Al acoplar en la imagen espacios, temporalidades y “temperaturas” emocionales distintas, se logra un efecto narrativo paradójico. Plantas, sueños, casillas precarias, incendios, escombros, humanos y animales protagonizan estos paisajes de repente trastornados por la tragedia. Cuando se caen las paredes funciona a la vez como documento de un inédito periodo histórico y una advertencia hecha con estilo y pavor.
Para agendar
Las tres muestras se pueden visitar en el Museo Sívori (Av. Infanta Isabel 555, frente al puente del Rosedal del Parque Tres de Febrero) lunes, miércoles, jueves y viernes, de 11 a 19; y sábados, domingos y feriados de 11 a 20 (martes cerrado). El precio de las entradas es de $100 (miércoles, gratis); extranjeros no residentes: $500. Entran gratis los menores de 12 años, jubilados, personas con discapacidad más un acompañante y estudiantes con acreditación.
Fuente: Daniel Gigena, La Nación