En 1725, Charles-Gaspard Dodun, de origen modesto, vivió en estado de gracia. El Rey Louis XV le otorgaba un título nobiliario. Se trataba de la ceremonia de entronización de un caballero de la Orden del Santo Espíritu, de la cual era el tesorero. Esto, alentó a sus enemigos a comprometerlo.
Rue de Richelieu, lugar donde se ubicaba el hotel Dodun era uno de los más bellos edificios cercanos al Palacio Royal. Pertenecía a Charles-Gaspard Dodun, marqués de Herbault, controlador general de las Finanzas, que llegaría a ser famoso por haber estabilizado la moneda.
- Hotel
El hombre era tan obeso como rico, tan macizo como un lingote de oro. Sus labios eran carnosos, sus ojos globulosos, saltones; su cara era la de un glotón. Todo en el respiraba el amor por el dinero, y el orgullo de ser el gran tesorero a las órdenes del rey.
- Charles-Gaspard Dodun
En la mañana del 1ro. de enero de 1725, la alegría y la impaciencia le dieron a su cuerpo una agilidad inusual. Lo esperaban en Versailles para participar en la procesión y en la recepción, por parte del rey, de un nuevo caballero de la Orden del Santo Espiritu, su amigo, Thomas Goyon, barón de Briquebec, conde de Gacé, alias Caballero de Matignon.
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Thomas Goyon de Matignon
El marqués estaba feliz de que el joven Louis XV hubiese escuchado sus consejos al elegir a un hombre que no escatimaba en elogios de su talento, sobre todo, cuando se trataba de un brigadier de los ejércitos del rey: «hay que cuidar a los aliados si se quiere seguir en la cima».
Charles-Gaspard Dodun, de origen modesto, estaba orgulloso de su éxito y de su ascenso. En agradecimiento por sus servicios, el rey, le atorgó el título de marqués de Herbault, de la región de la Beauce, en 1723, permitiéndole llegar a esa nobleza con la que los demás lo median con un cierto desdén.
ROBA LOS COLLARES DE LOS CABALLEROS DIFUNTOS
Al pasar por el vestíbulo, vestido, para tomar su rango, es decir, con los galones pedidos a su sastre, recordó que se había olvidado «el accesorio» mas importante. «En donde está mi collar», le preguntó a su esposa. Ella, Marie-Anne, de nacimiento tan modesto como el de él, era quien vigilaba la apariencia de su marido como el de su propia vida.
«Aquí está», dijo ella disponiendo en su hombro el cordón al que estaba adherido el emblema de la Orden del Santo Espíritu, una Cruz de Malta con sus cuatro ramas, flores de lis con una paloma, la cabeza para abajo y las alas desplegadas. Al colocarse esa gloriosa insignia un estremecimiento de placer invadía al marqués de Herbault.
- Orden del Espíritu Santo
El rey hizo el honor de nombrarlo Gran Tesorero de la Orden del Santo Espíritu, en 1724. Por lo tanto, tuvo el privilegio de ostentar esa Cruz sin ser caballero, distinción a la que solo accedía la mas alta nobleza. Esta función incluía, por otra parte, la carga de velar por el Tesoro de la Orden, una «ganga» real para sus propias finanzas.
Hombre de pocos escrúpulos, hizo fundir el oro de los collares de cruces, que las familias de los difuntos caballeros le restituían a la corona y con ello iniciar la renovación de su château. Y, antes de presentarse en las tertulias de Versalles, tuvo una cita con Etienne Debusset, el orfebre encargado de cincelar, cortar y engarzar esos preciosos collares, que debería lucir en la ceremonia.
- Palacio de Versalles
Al entrar en la minúscula habitación, que le servía de oficina, se sentó en un mullido sillón en el que su cuerpo parecía haber duplicado su volumen. «Y entonces mi buen amigo, trajo con usted los 8 collares de la Orden?». Un tanto sorprendido, el hombre farfulla: «Heu… me parece que solo hay 6, monseñor».
El gran tesorero frunció sus cejas. «Pero usted tiene 8 facturas? Es una iniciativa poco afortunada que 2 collares se hayan extraviado, tal como habíamos convenido». El hombre se puso colorado y tembló levemente. «A sí; perdóneme aquí están». Un poco más sereno, el marqués de Herbault se frotó las manos al recorrer las falsas facturas, contento de haber tramado ese pacto con el maestro orfebre, a cargo de producir los collares de la Orden.
Y, a su vez, desviar hacia sus bolsillos unos miles de libras necesarias a su tren de vida. Cuando salió de su hotel una nube de lacayos en libreas azules lo rodeban como un enjambre alrededor de una colmena con miel.
Horas mas tarde, cruzara la galería de los espejos para ir a los aposentos del rey. Al pasar, los murmullos se esparcían. El hombre más odiado del reino; tanto por el pueblo como por la corte, por su pretensión y su fortuna era, además, el mas vigilado. Se sospechaba de él por haber realizado malversaciones financieras.
Sus enemigos, que eran muchos, envidiaban su cercanía con Louis XV y acechaban sus pasos en falso. Pero no le importó. Inicio al rey a los misterios de la finanzas; el soberano escuchó todas sus explicaciones. En fin, gracias a su posición tejió una red de aliados particularmente poderosos y útiles.
- Louis XV
En los departamentos del rey comenzó la ceremonia. Una gran cantidad de cortesanos y príncipes llegaron para asistir a ese espectáculo, perfectamente, pautado. El caballero distinguido, avanzó vestido con un suntuoso traje, que de por sí, representaba más de 2 años de ingresos de un gentil hombre de provincia.
El gran tesorero de la Orden entregó el collar al rey para que lo ponga en los hombros de su brigadier, hombre de honor que se distinguió por su accionar en la guerra de Sucesión de España. El rey le entregó luego un libro de plegarias, un decenario de marfil y le extendió su mano para que la bese.
Detrás del soberano, dos hombres murmuran muy cerca de las tapicerías. «Vas a ver, es solo una cuestión de días. Terminará por caer. Te lo juro», afirmaba en voz baja el cardenal de Fleury, preceptor y consejero del rey, el cual esperaba su hora para sustraer, finalmente, a Louis XV de la mala influencia de ese amado ministro.
- Cardenal de Fleury
Desde hace un tiempo, el controlador general de finanzas ponderaba los méritos de su amigo, el duque de Saint-Simón, al cual quería verlo acceder como candidato de la orden del Santo Espíritu. Le hablaba al rey sobre él y, durante la próxima promoción, esperaba decorar como mariscales de Francia, al conde de Gramont, y a los dos hijos del duque de Maine y a uno de los hijos legítimos de Louis XIV.
«A cambio de esa distinción, el marqués de Herbault esperaba que el memorialista seguiría tejiendo las alabanzas mientras seguía utilizando el dinero del Tesoro Real!
En junio de 1726, el cardenal de Fleury, logró convencer, a fuerza de perseverancia, a Louis XV de la falta de probidad de su intendente de finanzas; Fleury, aprovechó la ocasión para hacerse nombrar Primer ministro. La caída del «gordo» Dodun fue tan vertiginosa como su ascensión. Fue destituido de su cargo y enviado a su hotel de la rue de Richelieu.
A pesar de la desgracia de su amigo, el duque de Saint-Simón fue elegido en Saint-Esprit, durante la promoción del 2 de febrero de 1728. Concibió un reconocimiento eterno para el marqués de Herbault y asumió su defensa en sus Memorias, lo que equivalía a una forma de absolución para la posteridad: «Había altivez y un exceso de fatuidad, pero de capacidad y otro tanto de probidad que desde semejante lugar de poder se podía permitir».
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°Jorge Forbes es un periodista argentino que reside en Francia y que desde 1982 es corresponsal en Paris para diferentes medios, tanto en la Argentina (Radio Continental), como de Estados Unidos (Voice of América), México (Radio Noticias) y Uruguay (Radio Sarandi).
Actualmente colabora con Diario de Cultura y con Arte y Coleccion y propone visitas en la capital francesa (privadas o en grupo, no mas de 4 personas) por lugares donde vivieron argentinos famosos y conocidos, asi como sitios poco conocidos para turistas, incluso aguerridos en la materia. Se recomienda hacer el pedido por mail a [email protected] o al teléfono celular en Francia: 0033606837915.
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