Un estudio realizado por la Universidad de Medicina de Chicago indica que detectaron lo que parecería ser un síntoma temprano del Alzheimer en personas adultas. Según los investigadores que encabezaron el análisis, el rápido declive del sentido del olfato durante la cognición normal es un indicador para detectar si alguien puede sufrir deterioro cognitivo en un futuro.
El estudio de seguimiento se realizó en 515 adultos mayores y se publicó en Alzheimer’s & Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association. En el mismo se detectó que la pérdida del olfato puede ser predictora de cambios estructurales en regiones del cerebro que son importantes para el desarrollo de la tan temida enfermedad de Alzheimer y la demencia en general.
¿Qué tan fiable es el resultado del estudio? Durante los años en los que se llevó a cabo la investigación los pacientes seleccionados se sometieron a pruebas anuales para comprobar su capacidad de identificar ciertos olores, su función cognitiva o los signos de demencia. A algunos individuos también se les realizó una resonancia magnética. Tiempo después los científicos descubrieron que un rápido declive del sentido del olfato de una persona durante un período de cognición normal vaticina múltiples características de la enfermedad de Alzheimer, incluyendo un menor volumen de materia gris en las áreas del cerebro relacionadas con el olfato y la memoria, una peor cognición y un mayor riesgo de demencia.
“La relación entre el olfato y la neurodegeneración se describió en el ámbito científico hace ya muchos años, pero asociado a la Enfermedad de Parkinson. Sabemos que en esta enfermedad la hiposmia- o disminución del olfato- puede ser un síntoma previo a los síntomas motores. Recientemente se ha descrito una relación entre el olfato y la enfermedad de Alzheimer, una de las afecciones neurodegenerativas más frecuentes. Este hallazgo que describieron los investigadores de la Universidad de Chicago es interesante porque tiene el potencial de utilizarse como biomarcador, es decir, un indicador biológico objetivo- en este caso la velocidad de pérdida del olfato medido por pruebas de identificación de olores- para determinar el riesgo de desarrollar deterioro cognitivo leve y demencia de forma efectiva y de esta forma identificar personas en riesgo que puedan ser incluidas en estudios o recibir tratamientos específicos”, dice la neuróloga especialista en medicina del estilo de vida, Celeste Esliman (M.N. 152999).
El temor de los adultos mayores
La enfermedad de Alzheimer es un trastorno cerebral que destruye lentamente la memoria y la capacidad de pensar y, con el tiempo, la habilidad de llevar a cabo tareas sencillas. La mayoría de las personas con esta enfermedad presentan los síntomas por primera vez a partir de los 60 años.
Para la Dra. Esliman si bien hay diferentes variantes, los síntomas clásicos al comienzo de la enfermedad son: los olvidos de hechos recientes como citas o fechas importantes, hacer preguntas de forma reiterativa o contar la misma historia varias veces en un corto periodo de tiempo. “Pueden acompañar otros síntomas cognitivos como problemas para comunicarse, dificultad para nombrar cosas o personas; desorientarse o tener dificultad para calcular distancias; para planificar o resolver problemas, tener dificultades con el manejo de electrodomésticos, cajeros automáticos; confusión respecto al día, mes y estación del año; perder objetos o guardarlos en lugares inapropiados o infrecuentes; y también síntomas conductuales como cambios de humor, ansiedad e irritabilidad”, añade la profesional. Por otro lado, en los casos en los que la enfermedad ya se encuentra más avanzada son frecuentes la falta de juicio y el poco criterio de toma de decisiones.
¿Se puede prevenir el Alzhéimer?
Según la Dra. Esliman hoy se sabe que como mínimo un 60% de los casos de demencia en América Latina pueden ser evitados si las personas se adhieren a un estilo de vida saludable. Para que esto sea efectivo y realmente se pueda lograr la prevención de dicha enfermedad, es necesario tener buenos hábitos durante todo el ciclo vital y no solo en la tercera edad. “Actividades como hacer ejercicio físico programado de forma periódica, adherir a un patrón de alimentación saludable, priorizar un sueño reparador, manejar el estrés y evitar hábitos tóxicos como el consumo del alcohol y del tabaco no solo previene el deterioro cognitivo y la demencia sino que además enlentece su progreso si es que ya se recibió el diagnóstico”, asegura.
Al día de la fecha no existe ningún tratamiento que pueda revertir la enfermedad en ningún estadio, pero estamos esperanzados de que en los próximos años surgirán nuevas terapéuticas que nos permitan revertirla”, sostiene Esliman.
Los profesionales recomiendan consultar con un neuróloga/o para poder realizar una correcta anamnesis clínica, examen físico y solicitar los estudios complementarios correspondientes. Luego se interpretan estos resultados y de ser necesario el profesional puede indicar un abordaje integral para enlentecer la progresión de la enfermedad lo más posible.
Fuente: Victoria Vera Ziccardi, La Nacion.