A finales de 2010, la FIFA puso el foco en Qatar, uno de los Estados más ricos del mundo y posiblemente el más progresista de los regímenes árabes. Desde entonces, este pequeño emirato se prepara para el Mundial de Fútbol 2022, del que será anfitrión el próximo noviembre. Su transformación fue una de las más grandes que vivió una nación en los últimos tiempos. Quince años atrás muy pocos podían decir algo sobre Qatar, mucho menos sobre su historia y su ubicación geográfica.
En la capital, Doha, se prevé que todo quede terminado para fines de agosto. Apenas se deja el aeropuerto aparecen los colores de las banderas que participarán en la Copa del Mundo y altísimas grúas ultiman detalles de construcción de decenas de rascacielos, producto de inversiones faraónicas. Lo mismo pasa con las obras en los bordes de las rutas, que aún generan algunos embotellamientos. Cada detalle está siendo cuidado al máximo y eso se nota.
La cara de Doha cambiará para siempre y el turismo pasará a ser una parte importante de su economía: de acuerdo con la Organización Mundial del Turismo, Qatar contará con 130 mil plazas hoteleras (entre ellas, más de 30 cinco estrellas, con casi todas sus habitaciones ya reservadas desde hace meses) para alojar al millón de visitantes que se espera para la gran fiesta del fútbol, además de una línea de subte de última generación con 3 líneas y 37 estaciones que conecta la mayoría de los estadios donde se jugarán los partidos.
Estadios futuristas
A la lista de los ocho estadios que se utilizarán para todos los partidos del campeonato, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani ordenó la construcción de otros cinco. Dos de ellos sorprenden por su diseño de vanguardia. El primero, el Education City Stadium, está a 7 km del centro de Doha, en Rayán, la tercera sede oficial, inaugurada en junio de 2020 para la Copa Mundial, y es parte del campus de la principal universidad de Qatar.
Aquí se desarrollará la fase de los cuartos de final. De su fisonomía fue responsable el estudio de ingeniería Buro Happold, creado en 1976 por el ingeniero estructural y civil Edmund Happold (1930-1996); el nombre Happold es sinónimo de eximia planificación y gestión de proyectos para edificios compatibles con el medio ambiente. El estadio recrea la forma de un diamante facetado que reflejará la luz del día y brillará con todo su esplendor por la noche; por esta razón, los locales ya lo apodan “el diamante del desierto”.
La gran expectativa está puesta en el estadio de Lusail, que será donde se jugarán el primer y el último partido. Es una obra del arquitecto británico Norman Foster (Mánchester, 1935), una superestrella capaz de darle estatus de grandeza a esta fiesta del fútbol. El diseño se inspiró en la forma de los antiguos recipientes tejidos a mano, desde hace varios siglos, por los artesanos qataríes.
Se decidió edificarlo en Lusail, una ciudad a 15 km al norte de Doha que fue concebida expresamente para el Mundial, y que se proyecta como uno de los desarrollos inmobiliarios y habitacionales más caros del país: contará con puerto propio, centros comerciales de lujo y parada propia de subte.
Cuando el 21 de noviembre próximo, Senegal y los Países Bajos jueguen el primer partido del Mundial 2022 en el estadio Lusail, los ojos del mundo estarán puestos en Qatar y esta pequeña península ubicada al oeste de Asia y al este de la península arábiga, con una única frontera terrestre por el sur con Arabia Saudita, estará en boca de todos.
Fuente: Rodolfo Vera Calderon, La Nacion.