Monótona, de baja calidad y poco sustentable. Así, después de años, sigue siendo la dieta de los argentinos, con apenas uno de cada diez hogares que logra (o puede) combinar alimentos con un equilibrio nutricionalmente aceptable, sin demasiados excesos ni carencias, en un escenario socioeconómico adverso y con un 45% de productos de alto valor nutricional que se desperdician en el camino al consumidor.
Frutas, verduras, legumbres, yogur y fermentados, granos, cereales y harinas integrales son los grupos que menos consume la población, aun cuando se los considera una fuente importante de nutrientes esenciales, como fibra, proteína, vitaminas o minerales, para el buen funcionamiento del organismo. En cambio, abundan con panificados, harinas, carnes grasas, quesos, papa y bebidas e infusiones dulces con una proporción de consumo superior incluso al recomendado en las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA).
Y a menores ingresos, menor variedad en la mesa, según coincidieron nutricionistas durante el lanzamiento de un programa de educación alimentaria y nutricional que diseñó un equipo de la Universidad Católica Argentina (UCA), la Red Argentina de Bancos de Alimentos y el Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (Cepea).
“Solo un 11% de los argentinos tiene una alimentación de calidad. En el contexto crítico actual, con alimentos muy caros y un porcentaje de pobreza tan importante, eso cobra aún más valor”, señaló Patricio Kenny, director de la carrera de Nutrición de la Facultad de Ciencias Médicas de la UCA. Los datos surgen de estimaciones de las tres entidades sobre la base de relevamientos nacionales, como la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (Ennys 2) y la de Gastos de los hogares, del Indec.
Durante la presentación de los contenidos del programa digital, que estará disponible online aquí en los próximos días, los representantes de las tres instituciones participantes coincidieron en la deuda en salud pública que existe en ese sentido.
“Lamentablemente –continuó Kenny–, la Argentina es un país en el que se da la paradoja de ser productor de alimentos con alto porcentaje de pobreza y malnutrición/desnutrición. Y, ahora, con la paradoja también que, en la región, coexisten la desnutrición por exceso y carencia. Es notable cómo las ONG a través, por ejemplo, de los bancos de alimentos están trabajando para que no se desperdicien alimentos. Son el sector que más se están preocupando por este asunto de salud pública.”
Un patrón alarmante
En la última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (Ennys 2), las autoridades sanitarias ya habían concluido que “es alarmante” la proporción de la población que consume a diario o frecuentemente bebidas azucaradas, productos de pastelería, productos de copetín y golosinas, que aportan alto contenido de azúcar, grasas y sal, con bajo valor nutricional. A la vez, los resultados revelaron un patrón alimentario en los chicos y los adolescentes “significativamente menos saludable que el de los adultos”: consumen un 40% más de bebidas azucaradas, el doble de productos de pastelería o productos de copetín y el triple de golosinas que los mayores de 18 años.
“Es necesario producir cambios de hábitos sostenibles para reducir las brechas en la calidad nutricional y la diversidad en la alimentación para mejorar las carencias y los excesos. Creemos tener un buen conocimiento de cuáles son los problemas nutricionales”, dijo Sergio Britos, director de Cepea. “Comen tan mal en Puerto Madero como los argentinos más pobres –agregó–. Las brechas alimentarias son muy altas y su intensidad es muy profunda.”
Entre los principales excesos, citó los alimentos derivados de harinas y panificados muy refinados, los productos de consumo ocasional que son fuentes de alto contenido de sodio y azúcar, y las carnes, que, según indicó, con la mitad de los 110 kilogramos que, en promedio, consume un adulto por año “también se podría tener una dieta de calidad”.
Mientras que el 11% de los hogares alcanza una dieta de calidad nutricional alta, de acuerdo con un índice que tiene en cuenta el consumo de energía y los nutrientes a aumentar y reducir en las cuatro comidas diarias, un 39% de los hogares tiene una alimentación de baja calidad, más allá de los ingresos en el análisis sobre cómo comen los argentinos que hizo Cepea a modo de estado de situación y punto de partida del programa.
Cambio de hábitos
A través del programa Comer Mejor, las tres entidades aspiran a través de la comunicación digital, por redes sociales y con 21 promotores –todos nutricionistas– difundir “mensajes confiables con evidencia científica” que promuevan el cambio de hábitos alimentarios en el largo plazo con tres pilares: mejorar la calidad de la dieta, aumentar la diversidad de los productos que se suelen elegir para las comidas diarias y educar para la utilización de la información nutricional en las etiquetas.
Es que, a partir del sábado próximo, empieza a regir la ley de etiquetado frontal con sellos (octógonos negros con letras blancas) que advertirán a simple vista si un producto contiene exceso de azúcares, sodio, calorías y grasas totales y saturadas. Es un proceso de reconversión para el que también se fijaron plazos para la industria. Para los representantes de las entidades que presentaron hoy el programa, será importante que los consumidores sepan combinar la información de esos sellos con algunos datos de la información nutricional incluida en los envoltorios y que no siempre es fácil ni siquiera de leer a simple vista al momento de hacer la compra.
“Hay mucha información que confunde y no tiene sustento científico. Es necesario ofrecer un lugar para buscar información confiable. Cómo hacer en casa, todos los días, para implementar cambios alimentarios en el largo plazo es lo que está faltando”, dijo la nutricionista Romina Pereiro, miembro de la Sociedad Argentina de Nutrición e integrante del grupo promotor del programa.
Las entidades a cargo de la iniciativa prometen que el contenido online incluirá videos con recetas de fácil preparación, consejos de compra y aprovechamiento de los alimentos para aumentar la diversidad de la dieta, como así también derribar mitos, entre los que Pereiro mencionó la eliminación de grupos completos de alimentos, como las harinas o los lácteos, o el uso de productos mágicos, como polvos, batidos o píldoras, o dietas extremas o “de hambre” que, según explicó la nutricionista, “que promueven los atracones”.
Para Natascha Hinsch, directora de Proyectos y Desarrollo de Recursos de la Red Argentina de Bancos de Alimentos, todos necesitamos comer mejor. “Tenemos déficits de alguno de los grupos de alimentos. También es difícil el acceso a una adecuada información y educación nutricional”, indicó.
La red cuenta con 25 bancos en el país para la recuperación del desperdicio de lo que estiman en un 45% de productos de alto valor nutricional. El 69% de la población que recibe asistencia alimentaria a través de esa red de organizaciones tiene menos de 18 años.
“No hay programas que acompañen desde el Estado para reducir el desperdicio de alimentos, aun cuando existe una gama enorme de acciones para hacerlo y mejorar la calidad de la nutrición de la población, sobre todo de los más vulnerables”, agregó Hinsch.
Fuente: Fabiola Czubaj, La Nación