“Hice una lista de las cosas que me gustaría hacer –dice Emma Thompson en la piel de Nancy, en Buena suerte, Leo Grande–. Número 1 te hago sexo oral –enumera sentada frente a Leo (Daryl McCormack) lo que escribió en el papel–; 2, tú me haces sexo oral; 3, hacemos el 69; –lee, para que los nervios, la vergüenza y las inseguridades profundamente arraigadas sobre su cuerpo, no le hagan pasar un mal momento–; 4, yo arriba; 5, de perrito”, completa los “pendientes”, esos deseos que reprimió toda su vida.
Dirigida por Sophie Hyde y escrita por Katy Brand, Buena suerte, Leo Grande transcurre casi por completo en un cuarto de hotel en Londres. Allí, Nancy, una ex maestra de escuela religiosa, viuda, madre responsable, develará la angustia por aquello que no vivió, por sentir que crió hijos sosos y dependientes, que solo conoció la posición del misionero y que nunca, como tantas otras mujeres, tuvo un orgasmo. Como un esposa devota, los fingió.
Nancy está lista para salir del “deber ser” y para hacerlo contrata a Leo, un trabajador sexual. “Seamos realistas, el placer de las mujeres nunca ha sido, por así decirlo, lo primero en la lista de tareas pendientes en los sistemas actuales. Nunca lo ha sido”, reflexionó Emma Thompson en el discurso que se hizo viral en la presentación de la película en el festival de Berlín. A lo largo de Buena suerte, Leo Grande, Sophie Hyde se anima a derribar estereotipos y tabúes. “Nos han vendido, nos han mentido que lo más importante sobre nuestros cuerpos es cómo se ven, en lugar de cómo sienten”, analiza la realizadora desde Australia.
– ¿Por qué crees que es tan difícil hablar del placer femenino?
El goce no tiene fecha de vencimiento. “En una sociedad que vende cuerpos perfectos, también se ‘tapa’ a la gente mayor, a las mujeres con panza, con las tetas caídas, pero eso no quiere decir que no tengan deseo, que no gocen, que no sientan placer ¡Sí gozamos! ¡Sí sentimos placer! –arremete Valeria Schapira, autora de Hola 50, guía para tu nueva vida (Urano)–. Lo que ocurre es que es mucho más cualitativo que cuando éramos jóvenes, lo mismo nos pasa con la comida. Antes comíamos cualquier cosa, todos nos parecía rico porque estábamos refinando el paladar. El sexo ha dejado de ser una mera gimnasia para convertirse en algo más cualitativo, en el que otros ingredientes pasan a tener mucho más peso”.
Una falsa creencia dice que el apogeo sexual está en la juventud. “Si bien es cierto que esta idea está instalada, también podemos decir que está en proceso de deconstrucción, de transición hacia una nueva idea que propone una sexualidad plena a lo largo de toda la vida –comenta la licenciada Mariana Kersz, quien publicó Un viaje al placer, una guía para explorar tu sexualidad y potenciar tu erotismo (Urano)–. Aquello que cruza la frontera de la juventud queda descartado, por fuera del sistema productivo, como si mandaran la ‘sexualidad al geriátrico’. Por supuesto que el cuerpo de una mujer de 60, 70, 80 no va a tener la misma agilidad y flexibilidad que a los 20. Quizá las posiciones van a ser más restringidas, su movilidad más limitada, pero esto no significa que el placer va a estar limitado. El erotismo, la capacidad de conquista, de atracción, de seducción, está presente –puntualiza–. La sexualidad a los 20 es más instintiva, uno se deja llevar por el impulso y no por la calidad de cada encuentro. Cuanto una más se conoce, más posibilidades hay de generar encuentros placenteros, ya sea con una misma o con otra persona”.
En la presentación de Buena suerte, Leo Grande, en la Berlinale, la dos veces ganadora del Premio Oscar, Emma Thompson preguntó: “¿Alguien sabe si las mujeres de mediana edad tienen alguna satisfacción o algún placer sexual?”. La divulgadora Tati Español asegura que “el edadismo está instalado en nosotras como un mandato supremo. Nos enseñan desde que somos muy chiquitas que no hay nada peor que envejecer. La edad, los años, las canas, las líneas de expresión, los cambios en el cuerpo, es algo que tenemos que prevenir, retrasar, dilatar, a toda costa. Se nos marca constantemente que no hay peor destino en esta vida que envejecer. Cuando en realidad, en la vejez, o en la adultez hay muchísima más claridad, deseo, y placer que en la juventud –destaca la autora de Todo sobre tu vulva. Apuntes sobre el placer (Planeta)–. En lo que respecta a la sexualidad, luego de los 45 mucha gente se encuentra en una etapa de respeto a sí misma, a sus tiempos, a sus placeres y necesidades. Una especie de reconexión, con más herramientas, experiencias y aprendizajes. Nuestra sociedad, nuestra cultura, siempre nos mostró todo lo contrario, se nos enseña desde chiquitas a pensar que los adultos, cuanto más adultos sean, menos deseantes son, menos sexualidad tienen. Sobre todo, la mujer. Nunca vemos representaciones de abuelos besándose apasionadamente, en nuestros consumos culturales no hay lugar para la vejez femenina. El sexo es de la gente joven (y hegemónica). Porque la sexualidad de las personas que han sido socializadas como mujeres está signada por la reproducción. De la misma forma que nos enseñaron que el placer solo está en el coito o en la heterosexualidad; que el placer, el deseo y el sexo tienen un sentido cuando el cuerpo tiene la capacidad de reproducirse (de hecho, hubo siglos enteros en los que la sexualidad no reproductiva era menospreciada y castigada). La mujer en esta sociedad es deseosa, sexual y gozosa solo mientras se mantenga joven”.
En Un Viaje al placer, la licenciada Vanesa Kersz expone un estudio que realizó en 2018 un equipo de especialistas en sexología de la división de Ginecología del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires: “El 30 por ciento de las mujeres no experimenta orgasmos y el 12 por ciento nunca tuvo uno, ni sola, ni con su pareja (…) Algunas mujeres tienen más de un hijo y jamás experimentaron un orgasmo, lo confunden con la excitación o con la sensación de intimidad con su pareja o con el orgasmo de él (…). Las mujeres creen que el encuentro sexual finaliza cuando el hombre eyacula y que por múltiples razones no continúan en búsqueda de su placer”.
Silvina Valente, médica especialista en sexología clínica y tocoginecóloga. y presidente de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (SASH) confirmó en ese estudio que “este tipo de situaciones hace que muchas mujeres no logren experimentar un orgasmo, reconocerlo o incluso pedirlo. El relevamiento arrojó que tres de cada diez mujeres nunca tuvieron un orgasmo y, de éstas, 11,3% no lo vivencian como un problema. Éste es el dato más llamativo, que haya una naturalización sobre no tener un orgasmo o un desconocimiento sobre qué es”. La falta de información y de autoconocimiento es una de las piezas claves. La sexualidad femenina está llena de mitos y de demandas externas. Se ha instalado en el imaginario popular cómo debe ser, cómo debe verse, sentirse.
El estreno de Buena suerte, Leo Grande no solo instaló, en cada país donde se exhibió (en la Argentina llega a las salas este jueves), la conversación acerca del sexo en las mujeres mayores de 50 años, sino que fue más allá y generó una necesaria atención para hablar de placer, masturbación, orgasmos, consentimiento y autoaceptación. “A las mujeres nos han lavado el cerebro para que odiemos nuestros cuerpos”, aseguró Emma Thompson, la actriz de 63 años que realiza en el film un desnudo frontal frente al espejo. No es un desnudo como cualquier otro. Con el éxtasis poscoital, Nancy se mira. Frente al espejo contempla su desnudez, su imagen satisfecha. “Este momento es muy importante –reconoce Sophie Hyde a LA NACION revista– porque Nancy finalmente ve su cuerpo como su hogar y no como una valla publicitaria o un adorno para los ojos de otra persona. Mira su cuerpo como algo que la ayudó a acceder al placer. Lo ve como algo neutral, en lugar de ser juzgado únicamente por cómo se ve a través de la lente de un estándar de belleza imposible.
– Por esta misma escena a Emma Thompson la llamaron “valiente”
– ¿Es esto valiente por parte de Emma como actriz? Seguro, por desgracia. Porque sabemos que el mundo todavía es tan crítico y duro a pesar de que es simplemente un cuerpo, sin filtros en la pantalla. Estamos empapados de una cultura que nos enseña que nuestros cuerpos tienen defectos. Desafortunadamente, pararse y ver nuestros cuerpos sin juzgarlos sigue siendo revolucionario.
– Lo que les devuelve el espejo a Nancy y a Leo va cambiando en el transcurso del film.
– Nancy comienza realmente a mirar cómo la ven los demás. Ella posa, prueba diferentes posturas, pero no encuentra una manera cómoda. Como todos nosotros, lo que ella ve es inadecuado para la imagen que tenemos de cómo se supone que debemos lucir. Durante la película, ella se para con Leo y examinan esa idea explícitamente y consideran las formas en que nuestra imagen ha sido contaminada, pero es solo al final cuando ella comienza a pensar en su cuerpo como algo que es parte de ella, le ofrece placer y es su hogar donde puede mirar su cuerpo sin pensar en cómo es para que lo miren los demás. Ella lo mira por lo que es para sí misma.
“Las personas que hemos sido socializadas dentro de todos los estereotipos de la femineidad hemos sido educadas en los placeres ajenos y no en los propios, una reconexión con nuestros placeres es urgente –reclama Tati Español–. El placer ocupa un espacio en nuestra vida y en nuestra salud integral, y no lo digo únicamente por el placer sexual. Me refiero al placer de hacer lo que queremos hacer, de comer con gusto, de envejecer deseantes, de sentirnos deseadas si así lo queremos, de ser respetadas, cuidadas. Es hora de dejar de lado vínculos y estereotipos que nos hagan sentir menos, que nos hagan sentir mal. Estos pueden ser pasos para empezar a habitar con un poco más de bondad y sinceridad el goce”.
Uno de los momentos más hermosos de la película es cuando Nancy y Leo bailan en la habitación del hotel. Es el segundo encuentro, el día que lee la lista de actos sexuales en los que quiere explorar. “No te vayas a burlar de mí”, le dice a Leo. Nancy teme que sus fantasías, su deseo, su placer sea motivo de burla. Leo intenta aliviar el estrés del momento. La música, el contacto de los cuerpos en la danza es un aliado. La rodea por el cuello con los brazos y se balancea con los ojos cerrados.
“Nos resulta difícil ser honestos sobre el sexo –revela Thompson–. Se ha vuelto un tabú y, al mismo tiempo, se ha industrializado y vendido como jamón en lata”.
– ¿Cómo fue el proceso de dirigir estos momentos tan íntimos, no me refiero solo a los encuentros sexuales, sino a las escenas como la del baile?
– En ese momento, el del baile, Leo está tratando de relajar a Nancy, no de excitarla. Intenta todo tipo de cosas, tiene muchas tácticas para averiguar lo que ella quiere realmente. Esta escena en particular se mejoró mucho porque invitamos al director de movimiento Theo Clinkard a trabajar con nosotros. Pasó una sesión con Emma y Daryl explorando qué movimiento podría surgir desde el interior de los personajes para este momento y, a partir de esa sesión, creamos esta secuencia de baile. Ambos actores son grandes bailarines, así que en realidad se trataba de decidir juntos cómo responderían los personajes en lugar de que ellos como actores simplemente mostraran lo que podían hacer.
– El consentimiento ocupa un lugar preponderante en el film. Tanto Nancy como Leo piden permiso para tocarse, devestirse
– Una cosa que fue muy importante para mí al hacer la película fue modelar el consentimiento de diferentes maneras. Leo es alguien que ha tenido que navegar por esto por su trabajo y es un experto. Él es muy hábil, por lo que toma la iniciativa en esto, consultando a Nancy de varias maneras y de forma constante porque el consentimiento no es solo algo de una sola vez, no es solo un “sí” y luego eres bueno para siempre. Entonces, se registra en palabras y también en gestos. Uno puede decir que como ella le está pagando puede hacer lo que quiera, pero no estoy de acuerdo con eso, por lo que era crucial que mostráramos el respeto entre ellos. Es una forma bastante saludable para que dos personas interactúen. De cualquier manera, asegurarse de que la persona con la que estás esté entusiasmada con lo que estás haciendo es crucial, ¿verdad? Y es particularmente importante cuando la dinámica de poder está en constante cambio como en esta película.
– ¿Te sorprendió la respuesta del público y que el placer se convirtiera en el foco de los debates?
– El placer es una cosa maravillosa y hablar de ello es genial y necesario. Podemos tomarnos el tiempo para considerar y resolver lo que queremos, porque es posible que no lo sepamos instantáneamente. Que alguien pueda tener un impacto significativo en ti, sin que sea la persona con la que quieras pasar toda tu vida, solo conexión fugaz, puede ser maravilloso. Resulta increíble tomar conciencia de que las personas puedan ser diferentes de lo que esperamos y que los demás puedan ayudarnos a ampliar nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. Y saber que nuestros cuerpos son mucho más que cómo se ven para los demás.
Fuente: Fabiana Scherer, La Nación