Si de whisky de trata, en la casona de dos plantas sobre la avenida Monroe 3982, en el barrio porteño de Villa Urquiza, se puede encontrar una colección de 4104 botellas desde los más clásicos a los elaborados en los lugares más exóticos. En el Libro Guinness, el museo fundado por Miguel Ángel Reigosa, supera ampliamente al de la ciudad de Edimburgo, cuna de esta bebida espirituosa, que tiene 3384 botellas.
“Un 80% los argentinos consumen whisky escocés, pero nosotros traemos de todas partes, desde Israel, Irlanda, Tasmania o Francia. El escocés es el más elegido porque es el más clásico, pero el irlandés también está creciendo muchísimo en el mundo”, explica Reigosa.
A pesar de permanecer cerrado durante el aislamiento, la demanda no decayó y, por el contrario, el museo se sumó a la movida del delivery y creció el número de socios que hoy llegan a 4800. “Durante la pandemia decidimos no cobrar la cuota a nuestros socios, pero igualmente la gente quería colaborar. Fue una época muy brava y, sin embargo, nos fue mejor que con el lugar abierto. Teníamos 400 pedidos por día. Fue una locura, trabajamos muy bien y pudimos sacar todo adelante”, cuenta su fundador.
La colección de botellas del museo incluye algunas perlas invaluables como la Royal Salute 50 años, un Macallan de 1950, un bourbon de 1870 con sus llaves y caja original, una botella inspirada en el trasbordador espacial Endeavour o un Macphails de 1938. Y en lugar especial, detrás de una vitrina, el mentor del Museo del Whisky guarda la Royal Salute 62, un obsequio de la reina Isabel II cuando asistió a su cumpleaños en 2010. Pero además, esta casona de 1913 funciona como restaurante, cafetería y escuela de whisky. Reigosa aclara que cualquier persona puede visitarlo, no es necesario estar asociado tanto para participar de los cursos y catas que ofrecen o para comer en el restaurante. Por supuesto, al momento de sentarse a la mesa todo gira en torno del mundo del whisky, y proponen diferentes opciones gastronómicas para maridar. Los platos fuertes son: haggies, una comida típica escocesa que se prepara con vísceras de cordero; el clásico y sabroso goulash, un tentador risotto al whisky o bien un porteñísimo ojo de bife, entre otras opciones.
“Los socios tienen beneficios extra muy valorados”, sostiene. La membresía permite acceder a descuentos exclusivos en botellas importadas, también rebajas en vinos, además de acceso a cursos y catas con un 20% de descuento. “Otro plus para los socios es que tienen a disposición el salón privado del museo para festejar su cumpleaños que se brinda sin costo”, dice.
Para Reigosa es muy importante hacer sentir especial a quien se interesa por los secretos de la bebida espirituosa más famosa. Por eso, desde 2017 se celebra la llamada Whisky Live, una fiesta internacional que solo tiene lugar en 25 ciudades del mundo. “Hace pocos días, la celebramos en Tierra del Fuego, fue la Whisky Live más austral y fue un éxito total con más de 1000 asistentes. La organizamos junto con el Club del Whisky de Ushuaia, que es gente muy amiga. Llegaron personas de todas partes, desde Buenos Aires, también mucho turismo internacional, y la gente local de Ushuaia, Santa Cruz y Tierra del Fuego”, cuenta. Durante estos eventos se presentan etiquetas, en este caso fueron 130 de las mejores a nivel mundial, cada participante recibe 30 troqueles para probar medidas de las botellas que son verdaderos objetos de deseo. La misma celebración tendrá lugar en la Ciudad de Buenos Aires, en el Palacio Paz, el próximo 2 de diciembre. “Y tenemos planes de replicarla en Uruguay, en verano en Punta del Este y, en invierno, en Montevideo”, aclara.
Crisis e inversión
La situación económica también afecta al museo, ya que gran parte de su actividad se basa en la importación de las etiquetas más exclusivas. “Sin embargo, nos hemos adelantado nuevamente, antes de que explotara todo, porque por un tiempo largo va a ser terrible y no se va a poder importar nada, pero nos encuentran con un gran stock”, señala Reigosa. Además, asegura que en el caso del whisky hay restricciones en la importación, por ejemplo, el litro en origen no puede costar más de 50 dólares porque si no ya se considera un bien suntuario, “en nuestro caso, son botellas de 700 dólares, por lo que estamos muy limitados. Además, está todo muy complicado y, si bien tenemos un público selecto que consume, igualmente es un público que también se cuida y se mide con los gastos”, aclara.
Por otra parte, subraya que en tiempos de crisis el whisky es una inversión a la que hay que prestarle atención. “Pertenezco a distintos fondos de inversión que promueven que la gente participe de subastas en el exterior. Los incentivamos a guardar el whisky porque en los últimos cinco años se valorizó en un 800%. La mejor inversión que hubo en el mundo en los últimos años fue la del whisky. Y cuánto más de colección es la botella más cotiza tanto por el valor del whisky como por el de la botella”, advierte. Por ejemplo, destaca una edición de seis botellas de Macallan que costaban 30 dólares cada una y después de cinco años valen 3000 dólares. “También realizamos ferias con los mejores precios del mercado”, detalla.
Para quienes quieran adentrarse en el universo del whisky, no solo pueden acercarse a degustar alguna medida con un buen plato maridado, sino también participar de las catas y cursos abiertos al público, que hasta fin de año serán más de quince. O bien, por qué no, asociarse y formar parte de este universo tan particular con tantos secretos para descubrir.
Fuente: La Nación