Javier Porta Fouz, autor de «Buenos Aires sin mapa», un nuevo volumen de la Serie Gong sobre ciudades
“El goce del detalle, el paso a paso como método, el margen como punto de perspectiva”, esos tres principios con los que asocia Alan Pauls dos prácticas vitales de Borges, leer y caminar, son los que toma Javier Porta Fouz para su Buenos Aires sin mapa, publicado por la editorial española Serie Gong. El autor de Fervor de Buenos Aires redescubría la ciudad luego de una larga estadía en Europa, acá el director artístico del Bafici –que vivió hasta los nueve años y medio en Marcos Paz– también parece conservar la mirada deslumbrada del que viene de afuera, aunque esta suerte de guía está orientada no tanto a los que visitan la ciudad como a quienes ya la conocen y aún la siguen descubriendo cada día. “Leer y caminar son dos caras de una misma adicción: trazar un recorrido subjetivo, arbitrario y parcial, en una superficie sembrada de signos”, remarca Pauls en la cita que aparece en el libro y que bien cabe como síntesis de lo que propone en sus páginas.
Porta Fouz invita al lector a caminar la ciudad con esa actitud borgeana, pero lejos de perderse en los arrabales, elige la plaza del Congreso –el kilómetro cero de la república– como punto de partida de sus recorridos. Allí a unos pasos está el Gaumont, claro, y a la vuelta se encuentra el Teatro Empire, que en la infancia del autor lo arrancó varias tardes de la cerrajería de su padre, en la misma cuadra, para sumergirlo en el mundo del cine. Pero hay todavía mucho más para conocer alrededor de esa zona. No es tanto el cine el que orienta estos paseos, sino las curiosidades arquitectónicas y otros gustos provenientes del paladar. Pizzerías, heladerías (ya exploradas por el crítico en El libro de oro del helado argentino), además de otras recomendaciones gastronómicas, reclaman una parada obligada en los itinerarios. Se trata ante todo de seguir el ritmo de la urbe y los impulsos vitales como un transeúnte, una palabra que tiempo atrás se usaba para dar cuenta del paso vibrante de quien persigue sagaz los estímulos que ofrece la calle.
Javier Porta Fouz fue editor de la revista El Amante Cine y desde 2016 es director artístico del BAFICI
–El libro propone un recorrido por Buenos Aires siguiendo los pasos de tu experiencia cotidiana y sentimental. Sin embargo, el encuadre elegido también sugiere una polémica entre divertida y seria con el norte de la ciudad o con las nuevas tendencias urbanas. ¿Fue algo que te lo planteaste de esa manera?
–No me lo planteé tanto como una polémica, sino que recorté la ciudad que me gusta a mí y que no es tanto el sur porque abarca también el este. Creo que la polémica puede surgir por el lado de que no incluí por ejemplo los cafés de especialidad de Palermo. A mí me gusta Buenos Aires por su singularidad, no por aquellas cosas que la hacen similar a tantos otros lugares que están en el mundo como producto de eso que llaman gentrificación. No me convocan los locales con su oferta en inglés, fanatizados con cierta terminología como latte o avocado toast. El recorte entonces va un poco por ese lado. Y por otra parte, hay un tipo de arquitectura y de pensamiento urbano asociado con los trazados iniciales de la ciudad son los territorios que yo recorro. Me gusta la Buenos Aires que floreció como nunca en la década del veinte del siglo pasado. No porque habite la nostalgia, sino porque creo que hay ahí algo de esplendor que todavía refulge.
–En el capítulo que le dedicás al cine hay una reflexión sobre la casi extinción de las viejas salas y, con ellas, también de un modo de ver películas y de habitar la ciudad. ¿Conocés ejemplos de otras ciudades que hayan preservado mejor estos espacios?
–Sin duda los hay, Berlín por ejemplo aún tiene unos palacios cinematográficos espectaculares. En la India tuve la suerte de conocer la Raj Mandir de Jaipur, considerada una de las diez salas más lindas del mundo, y que está en el centro de la ciudad. Pero en términos generales, las salas tradicionales en el mundo han sufrido, han caído y han sido mayormente reemplazadas por los multicines o incluso por la oferta de complejos en las afueras de la ciudad. Si bien tienen en muchos casos un sonido extraordinario y una imagen nítida, yo me quedo con los cines con salida directa a la calle. Para mí es la mejor manera de tener una experiencia cinematográfica. En Buenos Aires el gran pecado fue haber dejado hundir a la calle Lavalle.
El libro es acompañado por fotografías que tomó el autor
–Hay un deseo de compartir ciertos lugares no tan valorados que se atenúa con el miedo a que se arruinen si los conoce más gente. ¿Te arrepentís de haber dado demasiadas pistas sobre tus lugares favoritos?
–Bueno, es como un juego o un recurso de escritura y a la vez quizás no sea del todo un chiste. A mí me gustan las cosas fuera de temporada, no disfruto lo multitudinario. Mis heladerías favoritas por ejemplo no tienen sucursales. Si se volvieran emprendimientos de mayor envergadura dejarían de fabricar en el mismo lugar, y la verdad es que el helado es mejor hecho in situ. El libro igualmente parte del deseo de comunicar un entusiasmo y poder contagiar esas cosas, así que en ese sentido no me arrepiento en absoluto.
–No incluiste muchas citas cinéfilas sobre Buenos Aires, sí en cambio de canciones o libros. ¿Se podría tomar la ciudad desde su representación en el cine, así como hizo Thom Andersen con su Los Angeles plays itself?
–Claro que se podría hacer una Buenos Aires plays itself. Lo gracioso es que cuando se dio en el Bafici, alguien que conocía mucho Los Ángeles comentó que la película estaba llena de inexactitudes y desfasajes espaciales, y que básicamente lo que estaba haciendo Thom Andersen era construir un nuevo mapa con mucho de inventado y ficcional. No era simplemente una yuxtaposición de representaciones fidedignas. Son muchas las películas filmadas en la ciudad que se podrían citar, pero no te hago una lista exhaustiva porque si no me vuelvo loco. Basta con mencionar Invasión de Hugo Santiago y Nueve reinas de Fabián Bielinsky para armar un arco fundamental de la representación de Buenos Aires. Por supuesto hay muchísimas más.
«Buenos Aires sin mapa» (Serie Gong)
–Mientras escribías el libro, la zona del centro en particular y varios de los lugares que mencionás sufrieron el impacto de la pandemia. ¿Cómo intuís que se van a reconfigurar en las próximas décadas esos espacios?
–Son lugares que han sufrido o han tenido nuevas posibilidades a partir de entrar en crisis, sobre todo en función de cómo se vivían y cómo eran habitados. Buena parte de la ciudad se ha reconfigurado y va a seguir modificando algunos aspectos en términos de uso de los edificios y trazado del transporte. Yo no hablaría de decadencia como me dijeron en otra entrevista, sino del futuro resurgimiento de toda la parte más histórica de la ciudad. Creo que está pasando y va a pasar mucho más. La zona del centro y alrededores van a tener un reverdecer que ya estamos viendo con políticas de promoción del centro y cambios en la oferta gastronómica, la peatonalización o la puesta a punto de algunos museos.
Fuente: Infobae