Iti el Hermoso y una de las cartas de amor que escribe
“Quiero hacer sentir amada a gente que nunca lo fue, y poder traer luz donde hay oscuridad”, dice el influencer Iti el Hermoso, quién tuvo una infancia muy dura. Su vida era un infierno: sufrió desde bullying en la escuela hasta violencia doméstica. Pero frente a ese calvario, siempre respondió con cariño. Sin embargo, su afición a enviar cartas a la vieja usanza no comenzó con el amor, sino con el espanto. Se hizo viral por sus divertidas críticas hacia el servicio que daban algunas empresas, y sus textos se convirtieron en su primer libro, llamado sin demasiadas vueltas “Cartas de Queja”. Un día se cansó de ser el “vengador de los consumidores”, esa especie de defensor del pueblo de la era digital. Y noto que la gente ya no escribía cartas de amor. A su manera, entonces, las volvió a poner de moda.
En la historia de la humanidad, las cartas siempre tuvieron un rol fundamental. Sirvieron para declarar el amor o la guerra. Un mensaje de par a par, que con la evolución de la tecnología, se fue perdiendo como tantas costumbres. Los mensajes que llevan grabados nos construyen o nos destruyen. Pueden ser el inicio o el final de algún amor platónico. Cada una tiene su historia, como una despedida escrita entre lágrimas. Las opciones son infinitas, y todas llevan el toque personal de quién las firma.
Hace tres meses, mientras estaba esperando el colectivo, Iti se grabó con su celular, y le consultó a sus 40.000 seguidores: “¿Alguna vez les mandaron una carta de amor?”. La respuesta de la mayoría fue un rotundo no. Abrió un excel para que se anoten, y a los 15 minutos, cuando se bajó en la siguiente parada, tenía 300 inscriptos. “No me lo esperaba, pensé que como mucho iban a ser 10 personas las que querrían que les escriba una carta de mi puño y letra. Como siempre cumplo con lo que prometo, tuve que cerrar la aplicación en ese momento. Pensé por un segundo que si tardaba 45 minutos en escribir una carta, serían más de 10 días sin dormir, solo escribiendo”, analiza el joven de Colegiales al que que todos conocen como Iti el Hermoso, se llama Ignacio Ocampo y además de ser influencer y podcaster, es actor y gestor de la Cooperativa Cultural Qi de Villa Crespo. Fanático de Racing, lleva el escudo celeste y blanco tatuado en su pierna izquierda.
Con el manojo de cartas listo para enviarlas a través del correo
“Se diferenciar entre el amor y las cartas de amor. Es como si fuese un trabajador sexual pero emotivo y que aparte no te paguen”, explica. Hoy, quienes esperan su misiva son más de 5.000, y por eso piensa en crear un ejército de trolls del amor, para que respondan la necesidad insatisfecha de cariño de cada una de las personas que se inscribieron en su lista.
“Yo siempre recibí muchas cartas, no de amor romántico, sino de amigues, de gente que te dice te quiero, o te hace notitas”, aclara. Las cartas y el amor son dos elementos fundamentales en la vida del escritor, quien tiene una preciada caja en la que guarda cada una de las declaraciones que recibió. “Siempre generé vínculos intensos con la gente, mis amistades tienen la intensidad de una pareja. A mí me gustan los excesos, siempre soy de lo que sea, pero mucho. Si vamos a ser amigos, a partir de hoy te voy a amar con una intensidad que te va a derretir, y genero un código así con cada persona”, comenta.
“Para conocerme tenía que leer, entender lo que dicen de mí las palabras de las otras personas. A mis cartas las cuido muchísimo. Yo siempre vuelvo a ellas, y es un gran proceso de autoconocimiento. Aunque haya personas que ya no veo más, puedo recorrer esos lugares. Es algo que me encanta. Cuando lo revivis te das cuenta, que es muy distinto lo que piensan de vos cuando tenés 14 años o 26. Incluso podés entender cómo y en que cambiaste”, explica.
En cada sobre, Iti deja este testimonio
“En la primera semana escribí 60 cartas y me dio tendinitis”, dice entre risas. Envió más de 200 cartas en la primera ronda, y sus gastos en mensajería superaron los 20.000 pesos. “Tuve que comprar hojas, papel, lapiceras. Todo eso que no uso, ya que siempre ando con el celular”, detalla.
El proceso es extremadamente difícil. El escritor recibe un nombre, acompañado de una red social, una virtud y un defecto de la persona. Se sienta durante varios minutos a contemplar en detalle el perfil, y comienza con su magia por otros 45 minutos. Escribe a mano, con letra muy chica y tinta negra en una hoja tamaño A4. Y siempre agrega una advertencia: “No nos conocemos en persona, si recibís este mensaje es porque te anotaste…”. Cierra el sobre, y la lleva al correo.
“Hubo días que escribí 20 cartas de amor. Todas son distintas, personalizadas, mirando fotos de la persona, pensando lo que le gustaría recibir, y lo que necesita que le destaque de ella. Todo es muy complejo. Incluso tuve que parar un mes ya que me consumía mucha energía. Mientras hacía las cartas de amor estaba en una situación muy turbulenta a nivel afectivo, y es un ejercicio muy fuerte sentarte a escribir una tras otra”, comenta.
Las cartas van decoradas con corazones y besos. Iti se preocupa por llegar a la esencia de cada persona que le pide una misiva
Se pone inquieto, y comienza a dar ejemplos del proceso creativo. “Esto sería algo así: ella es Claudia, y me dijo que es muy celosa, pero hace muchas cosas. Analicé su Instagram, y encontré que usa flequillo y tiene varios gatos. Entonces, le escribo una carta de amor en relación a eso. Por ejemplo, me encantan tus gatos; que me acurruques como a ellos en tus regazos, o me gustaría estudiar física para poder medir la perfección de tu flequillo hecho por científicos, ya que es la cosa más linda que haya visto en mi vida”, aclara mientras termina un gin tonic.
“Nada de lo que escribo es falso”, se expresa frente a las acusaciones que alguna vez recibió. “Aunque no ame a la persona, yo escribo una carta de amor que es completamente honesta. No puedo poner que algo es lindo cuando no lo es. Con muchos postulantes tuve que hacer un gran esfuerzo. Hoy la gente me pide que le escriba porque necesita recibir una caricia, que les digan algo lindo”,
Entre sus respuestas favoritas se encuentra la de una señora de 76 años. “La mujer, por primera vez en 40 años de casada, le escribió una carta a su marido. Me contactó para que se la edite. No le toque ni un solo punto, estaba perfecta”, revive con entusiasmo. “Podes hacer un cambio en el mundo, muy grande, desde las redes sociales. Si yo puedo invertir una jornada completa para que una persona tenga una sonrisa, lo hago, y sé que es un día que valió la pena. Yo los entiendo a todos, la mayor parte de mi vida me fue mal, y por eso para mí la normalidad es que las cosas no salgan bien. Conozco la oscuridad, y no puedo ver a nadie sufrir”, se pronuncia el activista.
Una de las cartas que escribe Iti. En promedio, invierte 45 minutos en cada una
Desde abril que comenzó el proyecto, Iti el Hermoso no recibió ninguna respuesta en papel. Él mismo aclara: “algunas personas me mandaron fotos llorando cuando recibieron el mensaje, o videos leyéndolas. Incluso me pidieron mi mail para contestar. Todos me agradecieron muchísimo. Sé que lo que hago es especial, aunque no me respondan con cartas de puño y letra”. Se pone más sentimental, tuerce su cuello, y confiesa: “Desde que empecé con este proyecto, mucha gente me dijo que nunca habían recibido una carta de amor y que jamás habían leído que algo en su persona sea lindo. La verdad es que con eso yo me puse a llorar. Todos merecemos que nos reconozcan, siempre hay algo hermoso en uno”.
Las cartas vuelven al centro de la escena, pero esta vez, con una mirada hacia el futuro. “Para las siguientes 5.000 cartas, quiero poner un cupo de personas que se inscriban para escribir y otro para recibirlas. Es decir, que se genere un diálogo entre mis seguidores, y que el proyecto del amor se pueda expandir muchísimo más”, dice el escritor.
Conversa bajo la luna llena en un piso 21 en Palermo. Se fuma otro pucho, lo apaga. No tiene frío, y los hielos hundidos en el gin ya no hacen ruido cuando mueve su copa. “El corazón no se rompe, tenemos que usarlo”, dice con una mirada que solo expresa ternura. Y se despide: “No sirve de nada tenerlo y no animarse a amar con locura, siempre va a sanarse, es su magia”.
Fuente: Infobae