La historia de “La mujer de la casa abandonada” que se viralizó esta semana a partir de un podcast brasileño hizo dar vuelta al mundo las teorías sobre Margarida Bonetti, una mujer prófuga de la Justicia estadounidense que vive sola hace 20 años en una mansión venida a menos de un barrio de la alcurnia de São Paulo, y se deja ver muy cada tanto por la ventana con una máscara de crema blanca en el rostro.
En la Ciudad y Provincia de Buenos Aires existen centenares de casas, mansiones y alojamientos abandonados desde hace años. Muchos se encuentran deshabitados, algunos fueron tomados y otros se convirtieron en centros turísticos.
En muchos de estos casos los recorren decenas de historias y teorías fantasmagóricas.
El Castillo de Villa Arias
En Coronel Rosales, en las afueras de la ciudad de Punta Alta, provincia de Buenos Aires, está el Castillo de Villa Arias, que fue construido entre 1912 y 1927 como chalet de fin de semana del Doctor Ramón Ayala Torales y su familia, que lo utilizaban para eventos y celebraciones.
Está erigido sobre un terreno de una hectárea, inicialmente formaba parte de un predio de 400 hectáreas, en una zona donde residentes y visitantes iban de caza o a cabalgar.
La propiedad perteneció a la familia Ayala Torales hasta 1976, y luego fue comprada varias veces, con intenciones de poner en marcha diversos emprendimientos como una casa de té, un asilo de ancianos o un boliche bailable, pero todos fracasaron.
El documental «El Gigante Misterioso» cuenta la historia del lugar con una narración del historiador puntaltense Ariel Ramirez.
Actualmente, pertenece a Lisandro Mauricio Sejas, dirigente político local, pero se encuentra ocupado por un grupo de personas que viven allí, según relató el blog especializado en turismo bonaerense “Conocé la Provincia”.
El castillo de San Francisco
En la localidad de Egaña, en el partido bonaerense de Rauch, está «el Castillo San Francisco”, una mansión de 77 habitaciones, 14 baños y 2 cocinas, abandonado hace años y marcado por tragedias. Los vecinos del lugar también lo conocen como “El Castillo de Egaña”.
Fue construida entre 1918 y 1930 por el arquitecto Eugenio Díaz Vélez, quien era descendiente directo del general Eustoquio Díaz Vélez, sobre parte de un terreno que perteneció a su familia desde 1825, en la zona de lo que hoy es Tandil, y que finalmente heredó junto a su hermano. Los materiales con los que se construyó fueron traídos desde Europa.
Pero el destino del lugar quedó marcado por una tragedia que ocurrió el mismo día de su inauguración. El 20 de mayo de 1930 murió el dueño, mientras los invitados recorrían el lugar y lo esperaban. Su única hija y heredera, Eugenia, quedó afectada, al punto que nunca más volvió al lugar, que quedó abandonado hasta 1960, cuando fue intervenido por el gobierno de Oscar Alende, y quedó en manos del Ministerio de Asuntos Agrarios.
En ese momento, el terreno fue fraccionado, y en 1965, el entonces gobernador Anselmo Marini lo transfirió al Consejo General de la Minoridad con la intención de convertirlo en un hogar-granja que terminó siendo un reformatorio para jóvenes con problemas de conducta.
Hasta que 10 años después, tras un asesinato que comprometió a uno de los internos, los menores fueron reubicados y el castillo quedó, una vez más, abandonado. Y así permanece hasta el día de hoy.
Mansión Nazar-Anchorena
Otra imponente construcción de una familia aristocrática de la época es la Mansión Nazar-Anchorena, levantada en 1914 con un estilo inglés, en la localidad bonaerense de José C. Paz. Y su particularidad radica en la similitud que tiene con la casa embrujada de la película “Psicosis”, lo que le agregó un atractivo para turistas y vecinos, que incluso aseguran haber oído ruidos extraños en el lugar y dejado velas de protección.
Su grado de abandono incrementa el mito: la fachada está descolorida, tiene manchas de humedad, puertas, ventanas y postigos rotos. En el jardín se erigía una capilla, que durante mucho tiempo fue la única iglesia local, hasta ser demolida para que pasen las vías del tren.
La mansión está ubicada en un amplio terreno con pinos y senderos de tierra sobre la avenida Croacia, a pocos metros de las vías del tren San Martín. Su dueño, Benjamín Nazar Anchorena fue el fundador del Club Náutico de San Isidro y funcionario del Ministerio del Interior. Allí él y su familia pasaban los fines de semana, vacaciones y celebraciones.
Una de las principales historias sobre la casa recae sobre el presunto suicidio de un sacerdote y el asesinato de monjas dentro de la mansión, cuyos fantasmas se acercarían a las ventanas todas las madrugadas, aunque la actual habitante del terreno, una señora apodada Doña Coca en una pequeña casa al lado del lugar que vive desde 1973 en una pequeña casa en el lugar, niega esta versión.
Torre del Fantasma
En La Boca se avista un edificio conocido como “Torre de La Boca” o “Torre del Fantasma”, que fue construido en 1908 al estilo del modernismo catalán, por el arquitecto Guillermo Álvarez, que fue contratado por la entonces dueña del lugar, María Luisa Auvert Arnaud, de Catalunya, y una de las personas más ricas de la Ciudad en aquel entonces.
Está emplazado en la triple esquina que conforman la Avenida Almirante Brown, Wenceslado Villafañe y Benito Pérez Galdós, y cuenta con una gran planta baja y dos pisos, y su pico tiene una torre con almenas. En 1910, la Municipalidad le otorgó un primer premio por su arquitectura.
La leyenda en torno al edificio cuenta que cuando la dueña comenzó a vivir ahí llevó algunas especies alucinógenas y desde entonces los vecinos hablaron de presencias y ruidos sobrenaturales. Luego la mujer huyó y nunca más volvió, lo que lo convirtió en un edificio para alquiler.
La primera inquilina que tuvo el lugar fue una joven artista plástica que aseguraba que seres extraños que no la dejaban dormir y que finalmente la llevaron al suicidio, tirándose desde la torre hacia el vacío. Desde entonces, los rumores dicen que se oyen ruidos y gritos y el lugar se transformó en un mito vivo del barrio.
Mansión Maguire
Es una de las pocas construcciones que sobrevivieron al corredor de Avenida Alvear, en Capital Federal, una de las zonas elegidas por la clase alta argentina hacia fines del Siglo XIX, donde varias viviendas de época fueron demolidas en 1930.
El diseño fue encargado por Alejandro Hume en 1890 y orquestado por el arquitecto Carlos Ryder. El palacio, construido con piedras, ladrillos y tejas importados de Escocia y sus interiores están revestidos con palo santo.
La arquitectura es propia de un estilo victoriano tardío con una impronta gótica, fachadas con aire renacentista, ornamentaciones de origen románico, todo realizado con materiales, texturas y tonos diversos.
En 1913 Carlos Thays realizó el diseño de los jardines privados, que ocupan los fondos del terreno hacia la calle Posadas. En la década de 1920, el entonces llamado Palacio Hume fue vendido a los hermanos Alberto, María Faustina y María Candelaria Duhau, motivo por el cual suele ser conocido también como Palacio Duhau, que está al lado y funciona como hotel y restaurante.
Allí vivió Susana Duhau, casada con John Walter Maguire, y en la actualidad es la única residencia aristocrática que quedó en la Avenida Alvear y no ha sido transformada en hotel o museo.
Fuente: Página 12