«Hoy comparto con todos ustedes que mi abuela API, Josefina Robirosa, dejó este mundo físico. Una vida que dejó huellas en tantos corazones, a través de su pintura, a través de su ser y sus sentires, su amor», escribió la joven artista en una publicación en Instagram que inmediatamente se llenó de sentidos comentarios.
Junto a una foto que muestra a Robirosa de joven, su nieta agregó: «Ella fue mi abuela, mi maestra, mi cómplice, mi todo. Estarás siempre en mi!!! Por fin ya en PAZ deseo de todo corazón que vuelves muy alto y encuentres la liberación que te mereces!!!! Gratitud y amor infinito es lo que siento», dijo Torcello sobre su abuela que padecía Alzheimer.
En pocos días, Robirosa iba a cumplir 90 años. Nacida en Buenos Aires el 26 de mayo de 1932 en el seno de una familia aristocrática, creció en San Isidro y estudió pintura con Héctor Basaldúa y Elisabeth von Rendell.
La pintora de eterna sonrisa, altísima y flaca como una figura de Modigliani, trató de desprenderse de a poco de esa implícita etiqueta de niña bien que traía de la cuna: era nieta de Alvear por parte de su madre, fue criada en el palacio Sans Souci de San Fernando, entre institutrices que hablaban en inglés.
Desde sus inicios en la pintura, supo destacarse por su creatividad en el mundo del arte, espacio en el que habitualmente no abundaban las artistas mujeres. Es así que empezó su carrera como pintora abstracta y luego, manteniendo esa línea, se fue volcando hacia las imágenes de la naturaleza.
Su primera exhibición individual fue en la Galería Bonino de Buenos Aires en 1956: Robirosa tenía entonces poco más de 20 años y un joven crítico del diario El Mundo señaló que una de las pinturas de esta novel artista le recordaba a Paul Klee en el trazado de líneas horizontales cuyas variantes de color sugerían otras formas. El periodista de entonces era un futuro pintor, Luis Felipe Noé, apenas un año menor que ella.
Robirosa formó parte en 1957 del grupo llamado Siete pintores abstractos formado también por Marta Peluffo, Rómulo Macció, Clorindo Testa, Víctor Chab, Kazuya Sakai y Osvaldo Borda. La artista expuso en los espacios más importantes de la vanguardia artística y se destaca su paso por el Instituto Di Tella.
A fines de los años 50, el crítico Jorge Romero Brest la invitó a integrar el envío argentino a la Bienal de San Pablo. Participó de la primera edición del Premio Di Tella, 1960, y del Premio de Honor Ver y Estimar, 1960 y 1961.
Durante los años 60 y principios de los 70 participó en numerosas muestras que difundieron el arte argentino en el exterior, y en los 80 integró los envíos oficiales que recorrieron diversas ciudades del mundo celebrando la vuelta de la democracia.
A partir de 1984 comenzó a exponer en la Galería Ruth Benzacar, y en 1981,1999, 2004 y 2005, en Galería Rubbers, en 2001.
Fue en la década de 1990 cuando se iniciaron las revisiones de su trayectoria: se publicó el primer libro monográfico sobre su trayectoria con investigación y estudio crítico de Mercedes Casanegra, en 1997 y durante ese mismo año se realizó una exposición retrospectiva de su obra en el Museo Nacional de Bellas Artes, dirigido entonces por Jorge Glusberg. En 2002 y 2012 se realizaron muestras antológicas en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta.
Su obra está representada en numerosas colecciones privadas e institucionales como las del Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Ministerio de Relaciones exteriores y culto de la República Argentina, Museo Juan B. Castagnino de Rosario, la Albright-Knox Art Gallery de Buffalo (Estados Unidos), Blanton Museum of Art, The University of Texas at Austin y JP Morgan Chase Art Collection.
Realizó murales en edificios públicos, en dos estaciones de subte y en la Estación Argentina del Metro en París.
Es una de las artistas fundamentales de la historia de la plástica argentina, con un derrotero singular y difícil de adscribir en una corriente específica, ya que se reinventó una y otra vez a lo largo de su carrera.
«Para mí, esta pintura que saco de mi casa, de mi taller, esta pintura que cuelgo delante de la gente, no es mi ropa. Ni siquiera mi piel o mi cabeza. Mi pintura soy yo y esto suena tan simple que no sé si debo decirlo. Pero debo decirlo para que se entienda por qué no puedo hablar de mi pintura», escribió alguna vez la artista, poco adepta a hablar de sus creaciones.
En 2010, la Legislatura Porteña la declaró Personalidad Destacada de Buenos Aires, ciudad donde vivió y trabajó toda su vida.