Volvió luego de dos años y, con ella, además de la “sed de presencialidad”, una costumbre argentina: polemizar sobre la Feria del Libro. Hace más de una década, el escritor Guillermo Martínezhabía compartido en su blog el artículo “El discreto encanto de despreciar la Feria”, donde señalaba argumentos habituales para menospreciarla. “Son tres y siempre los mismos, a esta altura lugares comunes -escribió-. […] El primero advierte y se alarma de que, cada vez más, dentro de la Feria, la literatura queda en desventaja frente a las figuras del espectáculo […]. El segundo es de tipo economicista: sostiene que los libros en la Feria, después de todo, no están más baratos que en la librería del barrio […]. Este argumento se complementa con la afirmación (falsa) de que todos los libros de la Feria están también en cualquier librería de Buenos Aires. El tercero es fóbico-xenofóbico: a la feria del Libro va demasiada gente. Gente que no se interesa lo suficiente por la verdadera literatura, que hace cola solo por el Fernet Branca, que no tiene el hábito de leer y compra infaliblemente libros equivocados (de autoayuda, de recetas de cocina, o best sellers infames)”. Podrían agregarse a estos argumentos anti-Feria algunos de los que brindó el escritor Guillermo Saccomanno en su discurso de apertura, “Un oficio terrestre”.
Varios escritores de literatura, filosofía y ensayo, cuyos libros se encuentran en los stands de La Rural, dieron su punto de vista.
Guillermo Martínez: “Terreno propicio para encontrar nuevos lectores”
Consultado por LA NACION, el autor sostiene que actualmente piensa lo mismo que entonces. La Feria es un terreno de “disputa cultural” y, por lo tanto, “terreno propicio y potencialmente favorable para salir al encuentro de nuevos lectores, intentar expandir sus gustos y hábitos, romper el cerco, y extender el alcance de la literatura”. Martínez presentará este jueves, a las 18.30, su novela La última vez (Planeta) en la Sala Julio Cortázar con el periodista Maximiliano Legnani.
Juan José Sebreli: “Adonde va Vicente, va la gente”
He participado de la Feria del Libro en varias ocasiones, pero tengo mis dudas acerca de su contribución al aumento de la lectura. Es raro que la gente pague entrada para ver lo mismo que se puede ver gratis en muchísimas librerías de la ciudad. Es verdad, sin embargo, que se venden más libros en la Feria en poco menos de un mes que en las librerías en todo el año. Lo que hace sospechar que esas visitas, más que afición a la lectura, muestran la pasión de los porteños por los movimientos de masas: adonde va Vicente, va la gente. Hay gente que va todos los años y compra libros y todo el resto del año no pisa las librerías; yo les recordaría a esas personas que en algunas librerías hay hasta sillas para sentarse a hojear los libros sin los sofocones de la Feria. Pienso que la Feria es un acontecimiento cultural muy especial; tal vez lo más específico que tiene es el efímero contacto que el público puede tener con los escritores.
María Teresa Andruetto: “Siempre es una sorpresa”
Es una gran alegría que la Feria esté otra vez en acción, encontrarse con otros, la reactivación del mundo editorial; es un regocijo que se vuelva a activar.Creo que todos lo viven con mucha alegría. El viernes voy a estar en la apertura del encuentro nacional de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, donde voy a decir unas palabras. Y vuelvo el 13 y el 14 de mayo, invitada por la Agencia de Cultura de la provincia de Córdoba. En esos días, por supuesto, voy a ver amigos y libros, sobre todo de editoriales pequeñas, y descubrir cosas que no conozco. Siempre es una sorpresa.
José Emilio Burucúa: “Más motivos de contento que malhumor o tristeza”
La Feria del Libro ha suscitado elogios parcos y críticas despiadadas, tal como parece corresponder a las realidades culturales argentinas, sobre todo si se tornan populares entre las clases medias. Las elites de izquierda y de derecha suelen exhibir su displicencia contra la Feria. Ignoro cuánto de verdad o cuánto de pose hay en esos embates pero, como quiera que sea, si se trata de ir a revisar libros y libros, a comprar algunos, a escuchar a los escritores invitados o a comer choripanes, me parece que hay que ser coriáceo para que no sintamos cierta alegría (no sabría definirla) cuando entramos al predio de Palermo y lo vemos lleno de luces, de stands imaginativos, nuevos, sugerentes o incluso algunos aburridos y redundantes, lleno de gentes de todas las edades, colores y religiones, a menudo ruidoso y colmado de un público bien porteño y argentino, poco inclinado a respetar las convenciones feriales. Siempre encontré más bien motivos de contento en ese lugar que ocasiones para el malhumor o la tristeza. Será porque, como decía Montaigne, los libros son el mejor viático que podemos encontrar para nuestro peregrinaje humano.
Pablo De Santis: “Un antídoto contra lacooltura”
Sé que hay gente que le pide a la Feria del Libro cambios y novedades. Yo prefiero las repeticiones, todo lo que la feria tiene de ritual, de cosa idéntica a sí misma. Y este año, luego de tanto tiempo sin Feria, es todavía más significativa la repetición. Uno de los problemas del mundo literario argentino es la cooltura, una especie de elitismo, que decide en serio -como lo hacía Landrú en broma- que está in y qué está out. La Feria, con su mezcla de todo y sus cruces bizarros, es un antídoto contra la cooltura y una exposición de la variedad infinita de la vida en sociedad. Una vez vi una larga fila de gente que esperaba su turno no para que le firmaran un libro sino para que le dieran un abrazo. Me acerqué a la extraña ceremonia: el abrazador era Claudio María Domínguez. ¿Qué sería de la Feria sin esos instantes de asombro?
Laura Ramos: “Una mezcla de agorafobia y misantropía”
Creo que una mezcla de agorafobia y misantropía me hace huir de los grandes pasillos de la Feria. Suelo esconderme en los stands de las editoriales chicas, como el de Los Siete Logos o el de La Sensación, o me pongo a rebuscar entre los libros de escritoras inglesas del siglo XX que suelen traer las editoriales extranjeras. Para mí la Feria es el coto de caza donde salgo a buscar a mis autoras favoritas, consideradas de segunda línea, como Penelope Mortimer, Berbara Pym o Ivy Compton-Burnett.
Paula Pérez Alonso: “Una manera de socializar los hábitos de lectura”
La suspensión de dos años de la Feria nos obligó a detenernos y verla en perspectiva, no seguir en automático y revalorizarla. Sorprende la enorme emoción y expectativa que produce, una manera de socializar los hábitos de lectura. Además, es un momento de reencuentro con autores, una manera de seguir la conversación, y las presentaciones de libros en vivo y en directo. Me gusta recordar la frase de Umberto Eco de que el libro es un objeto perfecto, difícil de ser mejorado o reemplazado, lo comparaba en su perfección con la cuchara. Me gusta ir a la Feria a observar a la gente, qué compra, qué busca. En lo personal, prefiero comprar libros en la librería, pero recorro los stands para ver si hay nuevas propuestas de diseño, alguna novedad, las editoriales de otras provincias, y en Waldhutter me tiento con la cantidad de libros importados que no siempre se consiguen en las librerías.
Cristina Civale: “Un parque temático de libros tipo Disney”
No soy fan de ninguna feria. Me ponen fóbica y gentilmente trato de no participar en mesa alguna de las infinitas e inabarcables. Este evento tan industrial y ligeramente cultural se parece más a un parque temático tipo Disney de los libros. En el pico del capitalismo digital y por otro lado con lo insustentable que me parece ya el uso del papel: el libro como objeto táctil y olfativo no sé qué lugar puede tener. La lectura y la escritura son sagradas y no tienen soporte. Escribiremos y leeremos siempre porque necesitamos contar y paladear historias. Pero aprovecho en tanto para comentar que ya se puede leer mi nueva obra, Los crímenes posibles, en todos los soportes de editorial Milena Caserola.
Fuente: Daniel Gigena, La Nación