“Llendo”. “Fuistes”. “Accidente fortuito”. “Subir arriba”. “Valla” en lugar de “vaya” y “hecho” cuando, en realidad, corresponde el verbo “echar”: son algunas de las burradas más frecuentes en el (mal) uso del español. Estos errores (u horrores) ponen los pelos de punta a los lingüistas, profesores de lengua y correctores de textos. No se trata de términos del lunfardo o de neologismos: se trata de barbaridades.
En homenaje al Día de la Lengua Española, que se celebra el 23 de abril en coincidencia con el Día Internacional del Libro en conmemoración por las muertes de Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega, un grupo de especialistas elaboró un glosario con los equívocos más comunes tanto en el lenguaje escrito como en las conversaciones cotidianas.
“Escribir de manera correcta es primordial para lograr un entendimiento mutuo y fácil entre las personas. Además de fomentar y posibilitar las oportunidades laborales y otros vínculos prácticos en la vida, una escritura adecuada contribuye a la construcción de una óptima imagen personal. Es común encontrar un amplio desconocimiento de la gramática y la ortografía en la sociedad, lo cual dificulta, en general, los procesos de comunicación y el acceso a excelentes oportunidades académicas y laborales. Esto nos lleva a creer que es fundamental conocer y detectar los errores más comunes a la hora de escribir en español”, dice David Marín, lingüista de Babbel, plataforma de aprendizaje de idiomas.
Los informes de Babel, que apuntan a promover el uso adecuado del español en el mundo, se suman a libros publicados en los últimos años por especialistas hispanos. Además de El buen uso del español, la “biblia” creada por la Real Academia Española, que el sello Espasa publicó en 2013 y continúa reeditando con actualizaciones, en las librerías hay manuales, estudios y ensayos sobre la cuestión del buen uso de la lengua.
A fines de 2020, Alicia María Zorrilla, presidenta de la Academia Argentina de Letras (AAL) desde abril de 2019, presentó Sueltos de lengua (Libros del Zorzal), donde recorre con humor los usos incorrectos del idioma y ofrece pistas para evitar caer en los “horrores” más repetidos. “¿Cómo es posible que se escriba ‘bibleoteca’, ‘descanzo’, ‘descida’, ‘escenciales’, ‘reducieron’; que ‘se aspiren cargos’, ‘se logren logros’ o ‘se retrocedan pasos para atrás’?”, dijo Zorrilla a LA NACION cuando se publicó el libro que reúne cientos de casos reales. Entre ellos, los que suelen aparecer en los zócalos de muchos programas de televisión. “Ese agua”, en lugar de “esa agua”; “estadío” por “estadio”; “primer etapa” en vez de “primera”; o “si habría una nueva ola de Covid-19″ cuando quieren decir “si hubiera”.
A varios de los errores detectados por los lingüistas de Babbel, Zorrilla les dedicó capítulos exclusivos. Por ejemplo, al uso innecesario de mayúsculas. “En español el uso de las mayúsculas es bastante particular, sin embargo, basta con comprender que solo se escribe con mayúscula inicial los nombres propios, los títulos y luego de algún signo de puntuación que lo amerite, ya sea después del cierre de los signos de interrogación y de exclamación o de un punto seguido, por mencionar algunos”, dice el informe de la plataforma educativa, que incluye también el mal uso de frases prepositivas como “de acuerdo a” (la forma correcta es “de acuerdo con”) y “en base a” en lugar de “con base en”.
En el ranking de los errores más comunes figuran los verbos “hacer” y “echar”. Como explican los expertos de Babbel, “echo” deriva del verbo “echar” (despedir, arrojar, entre otros significados) mientras que la palabra “hecho” hace referencia exclusivamente a un suceso o acontecimiento.
La equivocación es tan repetida que la periodista española María Irazusta, autora del libro Las 101 cagadas del español (Espasa), ofrece un truco para no meter la pata. “Cuando se trata de echar, lo primero que hay que echar es la h”, dice el título del capítulo dedicado a estos verbos, que termina con la siguiente recomendación: “Si echas de menos a tu amado escríbelo siempre sin h o echará a correr”.
El uso de “valla” (que se refiere a una cerca) en lugar de “vaya” (que corresponde al verbo ir) es otro de los equívocos frecuentes, al igual que la burrada de usar “llendo” (palabra que no existe) cuando se quiere decir “yendo”. O “basta” en lugar de “vasta” (algo extenso).
Si hay algo que suele complicar a muchos malhablados son las palabras homófonas: aquellas que suenan igual al pronunciarse pero que se escriben diferente. Por ejemplo, “halla” (del verbo hallar), “haya” (del verbo haber) y el adverbio de lugar “allá”.
Caer en redundancias es otro error frecuente identificado en el informe de Babbel: algunos casos extremos (que suelen escucharse en la televisión) son “deambular sin rumbo”, “accidente fortuito”, “puños cerrados”, “subir arriba” y “salir afuera”. También, la confusión entre “porqué / por qué / porque y por que”. Como explican los lingüistas, “porqué” equivale a causa, motivo o razón; “por qué” introduce oraciones interrogativas y exclamativas; “porque” se usa para introducir oraciones que expresan causa y que se pueden sustituir por: “puesto que”, “debido a” o “ya que”; y “por que” se usa en lugar de “el que” o “la que”.
Para Zorrilla, colocar una coma entre el sujeto y el predicado es uno de los “crímenes” más graves contra la lengua española. Lamentablemente, se ve con frecuencia en medios gráficos y en zócalos de TV. Para alertar sobre ese y otros errores comunes, nada mejor que leer Signos de civilización. Cómo la puntuación cambió la historia, del académico noruego Bård Borch Michalsen, publicado en el país por Ediciones Godot. Con traducción de Christian Kupchik, el libro analiza y aclara erratas y barbaridades como el uso incorrecto de la coma. El autor explica por qué la coma es, al mismo tiempo, una ayuda y un obstáculo y ofrece reglas claras de uso.
La abundancia de eses finales en verbos conjugados no solo “lastima” el oído, sino que daña la lengua. Los especialistas piden por favor a la población que se abstengan de usar “s” cuando dicen “dijistes”, “fuistes”, “hicistes”, “escribistes”. El que todavía no aprendió que marche preso a la “comisería”.
Fuente: Natalia Blanc, La Nación