En 1969 se estrenó en Londres una de las más escandalosas farsas de la época, “Lo que vio el mayordomo”, de Joe Orton (su autor había muerto 2 años antes, asesinado por su amante varón). La obra, además de su lenguaje obsceno, contenía una serie de escenas gráficas que nunca se habían visto hasta entonces en un teatro del West End, y menos con actores de renombre como Ralph Richardson. Para aquella misma época, la del sexo libre, Woodstock, la píldora y el LSD, del otro lado del Atlántico el editor Hugh Hefner ya había amasado una fortuna y su fama no cesaba de crecer gracias al imperio “Playboy” y sus clásicas “conejitas”, sus hoteles de lujo, la Mansión Playboy en Chicago, sus clubes nocturnos y sus numerosos shows de televisión.
Todo había empezado en 1953 cuando, amparado en la mayor liberalidad de la prensa estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, Hefner comenzó a editar una revista con desnudos femeninos. Pero su fórmula era distinta: “Playboy” no fue jamás de aquellas publicaciones baratas y clandestinas, habitualmente envueltas en papel de celofán y con contenidos pornográficos o semipornográficos que compraban los hombres levantándose sus solapas, o los adolescentes con brotes de acné. Su revista llevaba “desnudos artísticos”, cuyas modelos seleccionaba personalmente y confiaba a los fotógrafos más prestigiosos del momento la tarea de retratarlas (el lugar privilegiado era siempre la página central desplegable), pero en el resto de sus secciones aparecían artículos de opinión por notorios intelectuales de la época, artistas, escritores, además de extensos reportajes a fondo que iban desde Truman Capote a Isaac Asimov. Algunos de esos reportajes salieron años más tarde en forma de libro, y son auténticas piezas periodísticas.
Año tras año, y pese a ciertos problemas con la censura en algunos estados, la revista no dejó de crecer y de tener imitadores (el caso más notorio fue “Hustler”, de Larry Flynt, que empezó a salir en 1974 y que sí contenía algunos materiales pornográficos).
En nuestro país, salvo en los breves períodos democráticos, no podía obtenerse “Playboy” en los kioscos de revistas, pero aun dentro de la dictadura de Onganía hubo un intento de Editorial Abril por publicar una versión argentina, que se llamó “Adán”, y que salía con el lema de “Entretenimiento para gentilhombres”. “Adán” gozó de considerable éxito hasta que la censura, y la autocensura, se endurecieron: sólo apareció un año y medio, entre mediados de 1966 y principios de 1968. Allí escribían Rodolfo Walsh, Miguel Brascó, Eduardo Gudiño Kieffer y Carlos Burone, y hasta Borges y Bioy publicaron algunos de sus cuentos con el seudónimo de Bustos Domecq.
¿Pero qué tiene que ver la evocación de la farsa de Orton con todo esto? Pues que en los Estados Unidos acaba de aparecer el libro de memorias de Stefan Tetenbaum, “The Dark Secrets of Playboy” (“Los oscuros secretos de Playboy”), exmayordomo personal de Hugh Hefner en la Mansión Playboy de Chicago, quien dice haber “visto todo” y aun más, según el título de la obra. Tetenbaum escribió ese libro hace cuatro décadas pero, según declaró, sólo se atrevió a publicarlo ahora, por temor a su integridad personal si lo hacía antes. Él da testimonio de una época y una moral que, en los años del #MeeToo, parecen de otra galaxia tan lejana como las de George Lucas.
Sus relatos personales de lo que vio mientras trabajaba para Hefner también dieron lugar a la reciente docuserie de A&E, “Secretos de Playboy”, que examina el imperio de Hefner a través de la lente de la era #MeToo. El mismo Tetenbaum da su testimonio personal en la serie: “Mi historia en la Mansión Playboy Oeste durante los años pico 1978-80 fue un período extraordinario de poder y fama de Playboy Enterprises”, dijo Tetenbaum ayer a “Variety”. “Trabajar junto a Hefner me proporcionó una visión increíble de la vida cotidiana y de los tiempos de un hombre tan complejo y del mundo que creó. Era su mundo: privado y oculto”. A diferencia de la serie, el libro incluye el relato de Tetenbaum sobre la contratación frecuente de prostitutas, las grabaciones de video, el maltrato a las Playmates, los encuentros con las celebridades y los detalles gráficos de la vida en la mansión.
En esa misma declaración, Tetenbaum afirma que el libro explora “los oscuros entretelones del trato a su novia y a las demás mujeres que querían formar parte del mundo Playboy profesionalmente y tras las puertas de la habitación”. “Sólo estas personas que vivían allí sabían la verdad de lo que se esperaba de ellas”, agregó. “No he podido publicar este libro hasta ahora porque el mundo editorial no podía arriesgarse con una figura tan gigantesca del mundo mediático. Hefner tenía un poder tremendo para detener a cualquiera que quisiera contar esta historia. Nadie podía creer estas espeluznantes historias entonces y cierto grupo de sus leales aún no puede creer que este mundo de manipulación abusiva fuera cierto”. Finalmente, el exmayordomo se congratula de que los tiempos del #MeToo y el Time’s Up “han abierto los ojos de muchos para creer mi historia en 2022”.
Hefner, que murió a los 91 años en septiembre de 2017, fue siempre una figura muy controversial. Para algunos (y hoy, para casi todos) fue un explotador de las mujeres y sus cuerpos, el artífice mayor de la “cosificación femenina”. En cambio, entre sus defensores se cuentan quienes lo consideran un defensor pionero de los derechos LGBTI, del aborto y el control de la natalidad, además de haber formado parte de la revolución sexual de los 60 como los médicos Masters & Johnson. Después de la muerte de Hefner, su familia vendió su participación financiera en Playboy, que ahora se llama PLBY Group. El hijo de Hefner, Cooper Hefner, salió en defensa de su padre, y tuiteó: “Puede que algunos no aprueben la vida que eligió mi padre, pero era sincero en sus planteamientos y vivía honestamente”. Cientos de sus exnovias, Playmates y empleados también lo defendieron.
Fuente: Ámbito