“Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural. Las esperanzas lo saben, y no se preocupan. Los famas lo saben, y se burlan. Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina”.
Breve como varias de las historias que integran el libro Historias de cronopios y de famas, publicado por Julio Cortázar en 1962, “Tortugas y cronopios” es uno de los veintiún cuentos seleccionados por Aurora Bernárdez(albacea del escritor) para la antología Animalia. Más de veinte años después, Alfaguara editó una nueva edición, ilustrada por Isol Misenta, que ya llegó a las librerías de todo el país.
Protagonizados por animales reales y de ficción, los relatos reunidos en este excepcional volumen pertenecen a distintas épocas y a distintos libros del autor de Rayuela. Se incluyen, por ejemplo, “Orientación de los gatos”, de Queremos tanto a Glenda (1981); “Bestiario” y “Circe”, entre otros cuentos de Bestiario (1951); y “Los venenos” y “Axolotl”, de Final del juego (1956).
Las ilustraciones de Isol, que trabajó en este proyecto durante los días de aislamiento social obligatorio a causa de la pandemia, combinan técnicas y materiales. La autora de Petit, el monstruo creó dos imágenes para cada cuento. Así, para “Discurso del oso”, intervino dos fotografías con dibujos. Y para “Los venenos” eligió el recurso del collage.
“Hacer el libro fue muy divertido y desafiante, porque al ser muchos cuentos diferentes, con climas distintos y las tramas misteriosas de Cortázar, las resoluciones gráficas se me aparecían muy diversas. En principio, les propuse a los editores hacer dos ilustraciones para cada cuento, una al principio y una al final, porque Cortázar suele ir armando los cuentos de tal manera que se van descubriendo pistas de lo que pasa en la historia durante la lectura, y hacer un dibujo sólo al comienzo podía arruinar el suspenso o quedar muy críptico si todavía no lo leíste. Yo disfruto mucho de hacer secuencias, y así pude hacer estos pequeños duetos que generan una narración en sí misma”, contó la ilustradora a LA NACION.
“El libro es muy variado porque los cuentos son de libros y épocas distintas de la producción de Cortázar. Mis dibujos también son muy variados. Usé varias técnicas diferentes de acuerdo a lo que me inspiraba cada cuento, pero de todas formas hay una línea estética coherente al final. Al no tener que explicar nada en especial con las ilustraciones (porque el cuento ya es la obra en sí) pude tomar un detalle o un motivo y llevarlo a mi campo para traer algo personal en relación a eso, buscando sin prejuicios acerca de lo que debía mostrar. Así que hay dibujos figurativos con lápices pastel, como en “Axolotl” o “Lucas, sus luchas con la hidra”, pero también fotos de objetos para “Carta a una señorita en París” o “Discurso del Oso”, diagramas y retratos en “Los posatigres””, agregó.
Lectora de Cortázar, a Isol siempre le gustó mucho el libro Último round (1969), del que también se incluyeron en la antología cuentos como “Los discursos del pinchajeta”. “Él mismo usaba recortes, dibujos, fotos, mezclaba poemas y cuentos con anuncios y esa impronta de juego y curiosidad es muy inspiradora. Cortázar nunca es solemne, aún en sus cuentos más oscuros, se filtra una mirada con humor y ternura. Eso hace que lo sienta cercano desde mi adolescencia, y su relectura hoy me ha dado nuevas perspectivas, he descubierto otras cosas en relación a su obra en este momento de mi vida. Ha sido realmente un honor y un disfrute enorme haber podido ilustrar sus cuentos”.
Fuente: Natalia Blanc, La Nación