La experiencia pandémica sacudió a los viajeros. Aunque ya se había formado una gama de atrevidos que osaban ir por aquello no tradicional, olvidado por las agencias y que implicaban explicar más ampliamente el destino para que los amigos entendieran a dónde viajaban, el COVID instó a darse una vuelta por los alrededores menos frecuentados. Con esta tendencia aparecieron nuevas aventuras. Neo turistas que esperan sorprenderse con áreas nuevas, menos concurrencias, experiencias diferentes que ahonden en descubrimientos gastronómicos, culturales, algo solitarios, más cercanos y menos de paso, con un encuentro más próximo con los locales y una apropiación mayor del conocimiento autóctono.
Una reciente encuesta de Booking.com revela que un 24% de los viajeros quiere salir de la zona de confort para recargarse de energías y sentirse rejuvenecidos. Asimismo, más de la mitad de los turistas (52%) va a buscar experiencias más rurales y menos conocidas. En estos casos, la comunidad viajera optará por destinos donde sobresalga la naturaleza y puedan visitar parques naturales (46%), climas cálidos (39%) y lugares de montaña (41%). Nos introducimos en un viaje por las rutas cercanas del continente para explorar algo de todo aquello que nos queda cerca, pero conocemos poco.
1: Guatemala: Parque Nacional Semuc Champey, un paraíso natural:
El Parque Nacional Semuc Champey es un paraíso natural que se encuentra localizado en Cobán, Alta Verapaz, en la República de Guatemala. Forma parte del Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas. Se localiza en un valle con laderas de alta pendiente, bordeado por un borde tropical con una gran variedad de flora.
Se lo considera un puente natural de cerca de 300 metros de largo en los que hay lagunas con profundidades de uno hasta cuatro metros. Por debajo corre el Río Cahabón y al final de su trayecto, el agua de las lagunas cae formando una catarata de 40 metros de altura. Un mirador permite admirar desde complejo natural casi como si se volara en un dron.
Su nombre, en idioma q’eqchi’ significa “donde el río se esconde”. El origen de su denominación se debe a que el río Cahabón penetra en un caverna de piedra caliza, y continúa su viaje debajo de las pozas. Estas cuevas sirvieron como lugares de sacrificio para los antiguos mayas.
El bosque subtropical que rodea todo el recorrido es un ámbito perfecto para que se multiplique una enorme riqueza ecológica. Es posible avistar aves, mamíferos, reptiles, anfibios y peces. Su flora, a la par, es interminable. Cada año se suman nuevas especies que clasifican los locales.
Este valle de aguas turquesas incrustado en medio del bosque tropical se encuentra a unos 11 km del lado sur del pequeño pueblo de Lanquín y a seis horas en auto de la ciudad capital del país.
Es imposible no dejarse impactar por las plantaciones de café, cacao y banano en medio de una tranquilidad inigualable. Frente a la visita no olvidar pasar por los pequeños mercados locales. Zephyr Hostel en una de las laderas en Lanquín ofrece una vista espléndida hacia una terraza y su gastronomía local es casera y deliciosa.
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2: Los Alpes de Brasil: Gramado y Canela, montaña, nieve y viñas:
Siempre con playa y felicidad. Bailando en colores, disfrutando del océano y sus aguas cálidas. Brasil es la costa eterna, el sentido de la alegría, el agua y la selva, el calor acechando todas las temporadas. Sin embargo, ¿qué pasaría si descubrieras que puede nevar, que hay casas alpinas y que un reducto montañoso esconde lo que se llama “los Alpes de Brasil?
Eso son dos localidades casi espejo: Gramado y Canela presentan esa sorpresa inesperada de la geografía de Brasil. Dos eventos en el año las toman por completo: Pascua y Navidad, donde se despliegan en las casas y la ciudad decoraciones de todo tipo que compiten por premios y por las fotos de los turistas.
Las ciudades se encuentran a un par de horas en auto desde Porto Alegre. Un recorrido que presagia lo que viene, entre montañas, caminos de cornisa, lagos y cascadas, neblina que se va dejando debajo a medida que se sube en altura. Un torbellino de curvas y contracurvas aseguran vistas tan cercanas a la Patagonia que asombran.
Un recorrido por las viñas locales ayuda a conocer algo de lo que se empieza a producir aprovechando este clima particular. Por otro lado, la gastronomía especializada en fondue de chocolate y de queso espera en los restaurantes. La cascada Caracol, escondida en un parque local luego de un trekking apto para niños y principiantes, deslumbra con su altura. El Lago Negro es apto para los deportes acuáticos, ideal para dejarse llevar mientras se vislumbra ese costado tirolés de la arquitectura vernácula. Un parque anuncia la residencia de Papá Noel que, si hay suerte, está listo para tomarse una foto con los más pequeños.
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3: Chile: desierto, piletas tibias, géisers y cultivos ancestrales:
Una experiencia de arena y sol, casi como en África, pero cruzando apenas la Cordillera. Un desierto que expone su rostro a las estrellas de una manera tan afable que la NASA ha instalado allí uno de sus afamados telescopios.
Curiosamente, este es un desierto rico en experiencias. Cuando uno se imagina solo una tienda en medio de la nada, casi como un beduino, se equivoca con Atacama. Allí hay para explorar géisers, piletas tibias naturales entre las rocas, volcanes, ojos de agua, avistajes de flora, atardeceres con colores magníficos y una noche repleta de mensajes.
Awasi es una de las experiencias que revela la locación en toda su magnitud, con un chef que ha reinvetado la cocina local de los antepasados recuperando los cultivos ancestrales de los habitantes de la zona (sí, en ese desierto también crece comida). Un guía local acompaña desde la llegada hasta la partida para permitir desgranar los sonidos del silencio absoluto de la nada puneña.
El público es limitado. El pueblo es silencioso y amigable. Cerca Calama tiene la mina de cobre más rica de Chile. Hasta allí se llega en avión. Desde allí una hora y minutos separan del desierto.
El silencio de la noche es profundo. Como la contemplación del amanecer entre el humo de los géisers que le ponen música a la mañana con la ebullición subterránea de sus burbujas.
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4: Perú: Valle Sagrado, para recorrer en el Orient Express de América:
Macchu Picchu se lleva todos los premios. A la hora de visitar la herencia inca, el sitio es siempre el mismo. Probablemente nadie sepa de Urububamba hasta que llega allí y alguien le empieza a hablar de la localidad. Sin embargo, esconde mucho de la cultura inca más allá de lo conocido en el sitio más marketinizado del lugar.
El Valle Sagrado de los Incas es uno de los destinos más importantes de América del Sur. Alberga bellos pueblos tradicionales asentados desde la época colonial como la comunidad de Maras. Allí los incas edificaron antiguas ciudadelas como Pisac, Ollantaytambo y Chinchero, en ellas cultivaron una gran diversidad de productos agrícolas en terrazas como Moray.
El Valle Sagrado fue habitado por pequeñas comunidades andinas hasta la conquista de los incas (principalmente bajo el mandato del emperador Pachacutec de 1438 a 1471). Con la llegada de los españoles, el inca rebelde Manco Inca huyó por el Valle Sagrado incendiando Chinchero y asentándose en Ollantaytambo en donde combatió ferozmente a los invasores. Ante su inminente caída, se asentó en la inaccesible selva y estableció su reinado en Vilcabamba.
Urubamba es una de las ciudades más importantes del Valle Sagrado de los Incas. Nació durante la colonia y es considerado la capital mundial del maíz. Esto es posible gracias a que es regado por numerosos ríos que nacen en los picos de las montañas glaciales. Todo este territorio fue apreciado por los incas debido a la fertilidad de sus tierras. Es uno de los mejores lugares para relajarse. Allí verá muchos extranjeros que decidieron abandonar sus países y quedarse allí.
Ollantaytambo se ubica a 97 kilómetros al noreste de la ciudad del Cusco. Durante la época inca fue una ciudad fortificada con templos, muros de defensa así como sectores urbanos y agrícolas. Se sabe que sirvió como puesto de control administrativo. Es considerado uno de los sitios arqueológicos más importantes del Perú y América del Sur. Muchas personas consideran que, luego de Machu Picchu, Ollantaytambo es la ciudadela inca de mayor perfección. El pueblo de Chinchero se encuentra a 28 kilómetros de la ciudad del Cusco. Es uno de los puntos del valle ubicada a mayor altitud: 3,772 metros sobre el nivel del mar (12,375 ft). Allí estuvo el palacio del emperador Túpac Yupanqui, el cual fue destruido por los españoles. En su lugar edificaron la iglesia colonial de Nuestra Señora de Monserrat. Esta iglesia edificada en el siglo XVII incluye lienzos de la Escuela cusqueña. El pueblo también es famoso por su mercado artesanal en donde aún puede llevar a cabo el trueque.
Una manera perfecta de recorrer la zona es el llamado Orient Express de América: el Belmond Andrean Explorer que, de un modo sofisticado, permite una visita como en la época de los amantes del descubrimiento.
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5: Bolivia: desierto único y un palacio de sal a puro lujo:
Cuando se diseñan los viajes por América, en ocasiones se desestima las oportunidades que Bolivia tiene para ofrecer. Sin embargo, al suroeste de Bolivia, en el departamento de Potosí, se encuentra el Salar de Uyuni, un desierto salino tan grande, que se ve desde el espacio. Uno de los spots naturales más impresionantes de todo el mundo, un inmenso espejo de sal que hace posible lo imposible: caminar sobre el cielo. Como todo majestuoso destino, el Salar de Uyuni tiene su palacio. El hotel Palacio de Sal esta íntegramente construido en sal y ubicado a orillas del Salar, con vistas privilegiadas de sus amaneceres y atardeceres es el primero de la historia en su clase, este es el lugar perfecto para recargarse con la energía que solo la naturaleza puede dar.
Aunque el Palacio de Sal nació en el ocaso de los noventa, fue en el año 2004 cuando se toma la decisión de trasladar el hotel, que estuvo dentro del salar, a su límite. De este modo, se podría construir sobre 4.500 m2 un lugar con lujo y comodidad. La nueva ubicación no invade la formación natural que representa el Salar, ni irrumpe en la cotidianidad de quienes hacen vida y trabajan en él. Hoy, desde el cielo, se ve la silueta imponente de la cruz andina que forma el hotel y que traduce el regalo de la cultura para todo el que la visita.
La experiencia del salar está categorizada entre las más extremas de Sudamérica. Posee una superficie de más de 10 mil kilómetros en el Altiplano boliviano. Se trata del desierto salado más grande del mundo que tuvo se origen gracias a la evaporación de antiguos lagos prehistóricos.
De diciembre a abril es el momento perfecto para experimentar el llamado “efecto espejo” que es digno de las mejores fotos. Es también la época más lluviosa, de modo que las excursiones pueden cancelarse.
El sitio es imperdible, pero la logística de acceso es compleja. Es aconsejable precontratar el arribo al salar previamente. Ideal si, además de abocarse a este desierto blanco se opta por darle una oportunidad a los atractivos cercanos con una estadía un poco más larga que permita visitar desiertos, volcanes, géiseres, fuentes termales y lagos de altura.
Fuente: Flavia Tomaello, La Nación.