En un imponente paisaje al pie de la Cordillera, un hotel abandonado sigue recibiendo turistas que se acercan para bañarse en el piletón de piedra y hormigón con aguas termales. Ubicado en el distrito mendocino de San Rafael , al límite con Malargüe y bordeando la costa del Río Atuel, se accede a la Laguna El Sosneado, a la cueva del Indio y a las Ruinas del Hotel El Sosneado.
Se accede por camino de ripio. El recorrido no está habilitado durante los meses de invierno, ya que las condiciones climáticas lo hacen inaccesible. Para llegar, se debe tomar la Ruta Nacional 40 hacia el Sur. A unos 310 km de la ciudad capital de Mendoza, está el paraje El Sosneado. Allí hay que tomar la Ruta Provincial 20, de tierra y ripio, y a 60 km aproximadamente se encuentran las termas y el hotel abandonado.
Construido en 1939, desde la dirección de Turismo de San Rafael advierten que funcionó por más de 10 años, hasta que un alud de nieve y barro dejó prácticamente inhabilitadas las instalaciones.
En las redes sociales se puede leer también que la desaparición del hotel como tal se debió a un fuerte reclamo sindical en los inicios de la década del ‘50.
Algunos textos señalan que el hotel fue propiedad de Frank Romero Day. La edificación perteneció a la compañía Sociedad Río Atuel, de capitales ingleses y se destacan las vertientes termales y una usina para abastecer de energía a las instalaciones en el medio de la montaña.
El turismo aventura, trekking, rafting o escalada son las principales actividades habilitadas en este sector, “todas las agencias de viajes locales organizan salidas al sitio, lleva un jornada completa y se recomienda la utilización de vehículos altos, tipo camionetas y todo terreno”, explica Patricia, que además es guía de turismo. Este vasto sector es coronado por tres lagunas: la del Sosneado, que es la más cercana; la del Atuel, que se encuentra bastante más hacia el oeste y la del Diamante, ya en el departamento de San Carlos.
Los visitantes que se acercan pueden contemplar la estructura del edificio de piedra de tres plantas. Del techo, antiguamente de chapa y sus vigas no quedan rastros. Tanto los pasillos como los interiores de las habitaciones están en ruinas, llenos de piedras y tierra.
Fuente: La Nación