El misterio del faro es la más reciente incorporación al catálogo de Netflix. La película de 2018, que sigue la historia de tres hombres aislados en una isla en Escocia -interpretados por Gerard Butler, Peter Mullan y Connor Swindells- logró cautivar a miles de espectadores de todo el mundo. Sin embargo, detrás de la ficción se esconde una historia real aún más atrapante cuyo misterio sigue sin resolverse. Las extrañas desapariciones que ocurrieron en diciembre de 1900 dejaron un mito urbano, teorías y leyendas dentro de los marineros de aquel entonces y hoy, en pleno 2022, los pocos detalles que se conocen dejan a más de uno con curiosidad e intriga.
Lo que se conoce como las islas Flannan son un pequeño archipiélago ubicado en la costa occidental de Escocia que necesitaba en aquel entonces ser luz en medio de la oscuridad para los barcos mercantes que rondaban la zona. Por eso entre 1896 y 1899, las autoridades portuarias del Reino Unido decidieron que la isla Eilean Mòr sería la sede de un nuevo faro. Pero desde su descubrimiento, algo atemorizó a los lugareños.
Durante el día el archipiélago era frecuentado por pastores pero, por la noche, los trabajadores se negaban a dormir ahí y se aseguraban de volver en barco antes de que cayera el sol; además de las difíciles condiciones climáticas, había algo que no convencía a la población escocesa. Las leyendas urbanas abundaban y con ellas, el temor. Aún así, para 1899 el faro estaba construido y las autoridades portuarias habían establecido turnos entre los guardianes para que la isla esté siempre ocupada.
Cuatro eran los fareros encargados del cuidado del edificio pero solo tres permanecían en tierra. Pasadas unas semanas, el último hombre arribaba con provisiones y tomaba el lugar de uno de ellos, con una rotación que les permitía a todos tener un descanso y poder regresar a sus hogares.
Para diciembre de 1900, los encargados de quedarse en tierra durante la Navidad fueron James Ducat, Thomas Marshall y Donald McArthur, todos profesionales con años de experiencia en este tipo de tareas. Durante sus días en la isla se tenían que encargar de hacer el mantenimiento de las piezas mecánicas y la limpieza diaria de las lentes del faro y, a diferencia de lo que plantea la película, su única forma de comunicación era mediante el barco que aprovisionaba a la isla y un sistema de bandera de colores que solo era visible los días de buen clima.
Misteriosos eventos y una sorpresa sin respuesta
Exactamente el 15 de diciembre de 1900, la embarcación S.S. Archtor proveniente de los Estados Unidos se sorprendió al ver que el faro de la isla Eilean Mòr estaba apagado. Al llegar a puerto cuatro días después, dio el aviso a su naviera (Cosmopolitan Line Steamers) para que elevaran el informe correspondiente a Nothern Lighthouse Board -entidad al frente de los faros escoceses- pero su mensaje se perdió y nunca llegó. Las condiciones climáticas empeoraron y el barco que tenía que llegar a la isla el 20 de ese mes con provisiones, se retrasó casi una semana.
Ese día arribó el capitán James Harvie y el farero Joseph Moore a la isla. Moore iba a tomar el lugar de uno de los guardianes y Harvie era el encargado de transportar provisiones y llevarse a quien se le terminaba el turno. Sin embargo, cuando llegaron notaron varios indicadores que les llamaron la atención: en primer lugar, la bandera de bienvenida no estaba izada;por el otro y pese a los reiterados llamados, nadie se acercó a recibirlos.
Desconcertado, Moore bajó del navío en un bote salvavidas y con dificultad llegó a tierra firme. La isla tenía varios indicios de haber sufrido con creces las fuertes tormentas de los últimos días y tanto la grúa como las estructuras de metal de la zona de embarque estaban gravemente dañadas. Sin embargo, lo que más lo impresionó fue lo que encontró al llegar al faro.
La puerta principal y el acceso a la casa de los guardias estaba cerrada con llave desde adentro y sin rastros de haber sido forzada, golpeada o incluso abierta. La pequeña puerta que daba acceso a la cocina sí se encontraba abierta y dentro de ella, la mesa estaba intacta ylas sillas en su lugar a excepción de una que estaba en el piso. El único rastro de vida que se encontró fue el de un canario dentro de una jaula muy desnutrido. Del paradero de Ducat, Marshall y McArthur nada se sabía.
Búsquedas exhaustivas, detalles alarmantes y ni un rastro de los fareros
Desesperado, Moore corrió a avisarle a Harvie lo que encontró en el faro y el capitán asignó a cuatro de sus tripulantes para que recorrieran la isla. Los hombres revisaron cada detalle del edificio y notaron algunas cosas que habían pasado desapercibidas hasta el momento. Las camas estaban hechas, el fuego de la cocina se había extinguido por falta de combustible pero tenía indicios de haber permanecido encendido durante varios días, la mesa estaba servida con la comida a medio consumir,la ropa de lluvia en su lugary los relojes, extrañamente, se habían detenido.
En cuanto a la maquinaria del faro, no tenía ningún desperfecto técnico y no parecía tener falta de combustible. El 15 de diciembre, misma fecha que el navío estadounidense pasó y alertó la falta de luz, el trabajo se había realizado y los registros de mantenimiento eran testigo de ello.
Tiempo después, el responsable de la empresa llegó a la isla para revisarla con sus propios ojos. Allí encontró un diario escrito por Thomas Marshall cuya última anotación databa del 13 de diciembre, días antes de que ocurrieran los extraños sucesos. Allí, el hombre advertía los fuertes vientos que soportaban y sumaba un dato alarmante: McArthur,uno de los más experimentados enviados a trabajar allí, había llorado mucho y los tres habían rezado. No obstante, sus palabras no coincidían con los registros meteorológicos: no hubo tormenta, oleaje ni vientos fuertes durante esas fechas.
Teorías, un mito y el miedo que duró por años
Las investigaciones no lograron determinar con exactitud qué ocurrió esa semana. Los cuerpos de los fareros nunca fueron encontrados y los informes oficiales llegaron a una pobre conclusión: al intentar asegurar un cajón de madera en la zona de embarque, una ola los arrastró mar adentro. Muchas preguntas quedaban por resolver y por más que pasaba el tiempo no se sabía por qué los tres habían abandonado el faro y sin su equipo de lluvia.
A partir de ahí, los lugareños empezaron a elaborar sus propias hipótesis. Desde las más fantasiosas como que una serpiente gigante se los devoró hasta que uno de ellos enloqueció, mató a los otros dos y luego se suicidó arrojándose al mar. Ninguna logró convencer del todo y desde ese evento misterioso, quienes visitaron la isla aseguraron escuchar voces fantasmales durante la noche.
Con temor y respeto, la gente empezó a ver a las islas Flannan como un lugar mítico. Durante 70 años se requirió la presencia de fareros en la zona pero solo unos pocos aceptaban ese trabajo. Muchos alejados por el miedo de la historia y otros espantados por los rumores paranormales que allí se encontraban. No fue sino hasta 1971 que se automatizó el trabajo allí y solo es visitado cuando se requiere mantenimiento, acorde a lo que informó el portal Todoababor en una recopilación de la historia.
Fuente: Iván Mazorco, La Nación