Con una comedia sentimental, empezó en Cinépolis Recoleta, el Festival de Cine Israelí “Seret” (“película”, en hebreo), un encuentro ya asentado desde hace diez años en Inglaterra, Alemania, Holanda y Chile, y que pronto estará también en Grecia y otros países.
Acá se desarrolla en forma híbrida: 5 películas en sala y online, 2 solo en sala y otras 7 solo online para todo el país, un método ideal “para gente que vive lejos o todavía tiene miedo de volver al cine”, según ilustra la directora artística Patty Hoffmann. Dialogamos con ella:
Patty Hoffmann: Es que nací en Chile. Cuando nos fuimos a Israel ya tenía 15 años. El idioma permanece, pero algunas palabras, algunas expresiones, se pierden.
P.: ¿Se fueron por razones políticas?
P.H.: No. En ese momento gobernaba Eduardo Frei, presidente democristiano. Simplemente, mis padres eran sionistas y querían vivir en Tierra Santa. Y es una tierra de enorme diversidad en todo sentido. Así también es su cine, eso es lo lindo. De modo que nuestra selección también es muy variada.
P.: ¿Cómo arman esa selección?
P.H.: Siempre elegimos las películas que ya han ganado varios premios, pero que además también nos gustan a nosotras, y consideramos que le gustarán al público del país al que vamos. Por ejemplo, de las que traemos, en Alemania abrimos con “Sub arriendo”, película del colectivo LGTB, y tuvimos gran éxito, pero en Inglaterra abrimos con “El perdón”, una comedia de ladrones, muy simpática, porque a la gente le gusta salir contenta, y fue un éxito.
P.: Muy gracioso el capomafia que, mientras hace su “trabajo”, discute por celular con su esposa la lista de compras del supermercado.
P.H.: Esa comedia muestra de paso cómo en algunas partes se ha naturalizado la amenaza cotidiana de los cohetes. Acá también trajimos “Asia”, melodrama de madre e hija que el año pasado ganó los principales premios de la Academia de Cine de Israel (yo misma voté por ella, como miembro de la Academia), “Amor, no era”, documental sobre la relación entre un cabo de la SS y una prisionera en Auschwitz, y el testimonio que ella dio años después en un juicio, “100 metros de distancia”, grupo de historias relativas al aislamiento dictado por el covid, y otros títulos, como “Voces doradas”, que abre aquí el Festival. ¿Sabe una cosa? Se verá en Buenos Aires dos meses antes de su estreno comercial en Israel. Y ya tiene más de seis premios internacionales.
P.: ¿De qué trata?
P.H.: Se ambienta en 1990, cuando Rusia dejó salir a los judíos. Un millón de ellos fueron directo a Israel. Imagine, un millón en un país que entonces tenía solo 6 millones de habitantes (ahora tiene 8). En todas partes había carteles en ruso y hebreo. Ahí cae un matrimonio especializado en doblaje de películas, veremos cómo se las arreglan. El director es Eugeni Ruman, bielorruso inmigrante, y los protagonistas son Marisa Belkin y Vladimir Friedman, rusos inmigrantes muy respetados en el teatro israelí. Y para online rescatamos “Asuntos de familia”, de Maha Haj, linda comedia prácticamente hablada en árabe. Así es la diversidad de la que hablo.
P.: ¿Cómo nació este festival?
P.H.: Fue una idea de tres amigas: Ana Koren, que se retiró el año pasado, Odelia Haroush, que me acompaña en este viaje pero no habla castellano, y yo. Películas solo israelíes, y total independencia. No dependemos de ningún organismo oficial, aunque, por supuesto, agradecemos todo tipo de aportes y donaciones.
Fuente: Ámbito