Verónica junto a sus amigos de Baha’i Faith, la comunidad espiritual que integra desde 1982.
Un mundo con un acceso a la información ilimitado tiene sus ventajas, aunque en muchas ocasiones puede ocurrir que los datos que circulan en las redes estén equivocados o generen confusiones. Y ese es el caso de este conocido poema, titulado en su versión castellanizada “Y uno aprende” que en numerosos sitios de internet se atribuye a Jorge Luis Borges, y contiene un doble error. Por un lado, no se titula así y por otro, no pertenece al autor de El Aleph.
María Kodama dice que desconoce el poema de esta nota pero no le extraña la situación ya que no es la primera vez que le atribuyen a Borges un texto que no es de su autoría. “Demuestra que no tienen conocimiento de su obra y no me gusta que le atribuyan lo que no es de él. Que la gente se instruya. Hay mucha ignorancia. Yo fui a la justicia por uno que era de Nadine Stair, de autoayuda… uno que dice: ‘Si volviera a vivir comería más helado…’ qué se yo. No era de Borges y yo quería dejar asentado eso. Yo soy japonesa y para mí la verdad, es la verdad”, dice la viuda del ilustre escritor.
Y Kodama tiene razón. En este caso, el poema original pertenece a la estadounidense Verónica Ann Shoffstall (69), quien lo escribió en 1971, a los 18 años, para el anuario universitario “The Ivy”, de Mohawk Valley Community, Utica, Nueva York (SUNY) y se titula “After a while”(Después de un tiempo).
“Después de un tiempo aprendes la sutil diferencia
entre tomar una mano y encadenar un alma.
Y aprendes que amar no significa inclinarse
y compañía no siempre significa seguridad.
Y empiezas a aprender que los besos no son contratos
y los regalos no son promesas.
Y empiezas a aceptar tus derrotas
con la cabeza en alto y los ojos al frente
con la gracia de una mujer, no el dolor de un niño.
Y aprendes a construir todos tus caminos hoy
porque el terreno del mañana es demasiado incierto para los planes
y los futuros tienen una forma de caer en pleno vuelo.
Después de un tiempo aprendes que hasta el sol quema si recibes demasiado.
Así que plantas tu propio jardín y decoras tu propia alma,
en lugar de esperar a que alguien te traiga flores.
Y aprendes que realmente puedes soportar
que realmente eres fuerte y realmente tienes valor
Y aprendes y aprendes
con cada adiós aprendes…”
El origen del poema y su autora
Hace 50 años, Verónica conoció el desengaño. Su primer amor, el mismo que momentos antes la había cautivado con una velada romántica en una cabaña en las montañas, al norte del estado de Nueva York, donde la joven había experimentado su despertar sexual, se convirtió en “un verdadero idiota”. Recuerda que corrió a su habitación e instintivamente tomó una lapicera y un papel. Al igual que sus lágrimas, brotaron sus palabras que actuaron como un bálsamo aliviando su pena. Aunque aquel día la historia de amor de Verónica se terminó, nació el poema “After a while” y su encanto perduraría por siempre. Sin embargo, transcurrirían algunos años para que el texto alcanzara su fama mundial y la identidad de su verdadera autora saliera a la luz.
“Creo que estaba hablando conmigo misma, animándome a superar el dolor y absorber la pérdida. Lo escribí y lo reescribí y lo guardé porque no estaba satisfecha con él. Al tiempo, me enteré que el anuario de la universidad pagaba 15 dólares por las presentaciones de poesía, así que decidí enviar la mía. Curiosamente fue el único poema presentado. Más extraño aún, el anuario tardó en publicarse ese año y se distribuyó una versión en caja, con diferentes secciones encuadernadas, como una revista, para los estudiantes y los maestros. Mi poema fue impreso en un hermoso pergamino suelto en medio de la caja con estas otras secciones. Nunca recibí los 15 dólares. Luego de la publicación, varios de mis amigos me dijeron: “Gracias, sé que escribiste esto para mí”. No lo había hecho, pero tampoco los corregí. No tengo el papel original en el que está escrito. Ni siquiera tengo el anuario ya que no me gradué ese año. Estúpida, lo sé, pero nunca pensé que fuera tan importante que se publicara en el Anuario de Ivy de 1971″, cuenta Verónica a LA NACION.
Verónica, que se crio en Long Island, Nueva York y actualmente vive en Manhattan, aún recuerda el momento en que su poema saltó a la fama: “Debido a que estaba impreso en una hoja separada, supongo que se prestaba para ser pegado en las puertas de las heladeras o fotocopiado. Pasó por el sistema SUNY (Universidad Estatal de Nueva York, de la cual Mohawk Valley formaba parte) y varios de mis amigos me alertaban que lo habían visto en otras universidades de SUNY. En diciembre de 1982, estoy casi segura de esta fecha, mi poema se publicó en una columna de Ann Landers. Después de eso, se esparció como las plumas de una almohada rota. En todos lados. Todo el mundo lo reclama. Traduciéndolo. Cambiándolo. Ha sido agotador. Un honor, pero difícil de proteger”.
-¿Qué sintió cuando se enteró que por error se le atribuía a Borges, el escritor argentino?
-Eso ha sido relativamente reciente. Pensé que era divertido. También ha sido atribuido a Shakespeare por algún bromista. Me resulta menos gracioso cuando el reclamo venía de personas desconocidas. Una mujer con esclerosis múltiple lo afirmó con vehemencia poco después de que apareciera en Ann Landers. He tenido que dar algunas batallas reclamando este pequeño montón de palabras.
-¿Conoce la literatura de Borges?
-Había oído hablar de él como uno de los principales poetas latinoamericanos. Por eso era ridículo ser comparada con él. Como ser comparada con Shakespeare, por el amor de Dios. No hay similitud estilística en absoluto. Y ahora me encuentro discutiendo en internet con gente que piensa que le robé las palabras al señor Borges. Una locura.
-Alguna vez dijo que este poema era para usted como un hijo ¿Qué quiso decir?
-Nunca me he casado y no tengo hijos. He tenido una vida muy sencilla pero maravillosa. Este poema es probablemente mi único logro. Cuando escucho que aparece en publicaciones de otros países o veo traducciones que yo no puedo verificar, aunque me siento muy orgullosa, tengo mucho miedo de que se lance por todo el mundo sin el nombre de “Mamá”.
-¿Por qué cree que su poema tuvo tanta repercusión?
–Creo que todos se relacionan con la experiencia de la pérdida. Las personas que me contactaron por este poema experimentaron verdaderas dificultades: divorcio, enfermedad, ¡un hombre me dijo que lo ayudó a recuperarse de un accidente de avión! Muchos jóvenes encarcelados también me agradecieron. Algunas de estas personas, de todos los ámbitos de la vida, se convirtieron en mis queridos amigos. Puedo decir que a lo largo de los años, llegaron cartas y correos electrónicos de agradecimiento, que evitaron mi depresión en los momentos más difíciles. Este poema ha sido la magia en mi vida.
Todo lo que Verónica recauda por la publicación de su poema lo dona a una fundación que trata una enfermedad renal que padeció ella y la mayoría de su familia. “Hay una calígrafa maravillosa llamada Sherri Lovler que comercializa mi poema y muchos otros escritos. Acordamos que, en lugar de contactarme mensualmente con un informe de ventas, ella simplemente donaría una parte de las ganancias de la venta del poema a la Polycystic Kidney Disease Foundation. Mi padre y todos sus hermanos murieron de la enfermedad poliquística del riñón. Mi hermano, mi hermana y yo también lo tenemos. Ambos estuvieron en algún tipo de diálisis antes de recibir un trasplante. Yo fui directo a un trasplante con un riñón de un puertorriqueño de 25 años. Decían que era como recibir un riñón de un gemelo idéntico. Menos del 5% de los casos son tan buenos”, cuenta.
Verónica se reconoce como una escritora profesional y aunque ya no escribe mucho, conserva algunos poemas de su juventud. Se crio en Long Island, en el estado de Nueva York y es hija de una madre italiana, que no habló inglés hasta los diez años, y su padre norteamericano con ascendencia alemana. Jubilada desde 2012, trabajó durante más de 25 años en una publicación llamada UN PAÍS con proyectos de desarrollo social y económico en todo el mundo incentivados por miembros de Baha’i Faith (Bahaísmo) de la cual es miembro desde 1982. “Enseña que toda la humanidad son las “hojas de un mismo árbol” y que, con esfuerzo, tenemos todo lo que necesitamos en esta era moderna para lograr una paz mundial duradera”, dice.
“After a while” se ha publicado en más de 40 libros. Está en una novela de amor lésbico, en en un manual de matrimonio cristiano fundamentalista y también en un libro de oraciones judío. Se entrega en las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Fue citado en la película Icebound y en el libro de Gene Wilder “Bésame como a un extraño”. “Nunca pido dinero, solo una copia del libro, firmada por el autor. ¡Tengo toda una estantería de libros con mi nombre! Es muy cool”, concluye.
Fuente: Constanza Bengochea, La Nación