El pogo más grande del mundo lleva la marca de su guitarra. Poner “Cómo tocar `Ji ji ji´” en Google es un viaje de ida: tutoriales de YouTube, explicaciones de todo tipo en diversos blogs, pins en Pinterest con material valioso y no tanto. Skay Beilinson es parte de un pedazo del rock argentino y con su instrumento ha tocado, y lo sigue haciendo, las fibras más íntimas de varias generaciones de fanáticos que lo sienten parte de sus vidas.
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota nació en La Plata en 1976 y para ese entonces Skay ya era un joven inquieto y experimentado. En esa misma ciudad, había nacido con el nombre de Eduardo Federico Beilinson el 15 de enero de 1952 y para cuando empezó a tocar en la banda que marcaría su vida (y la de tantos) ya tenía un alias que sería para siempre. Cuenta la leyenda que la artista plástica Marta Minujín le puso (primero) Sky porque le había visto los ojos celestes, como el cielo. “Pero no son celestes. Todo ha sido producto del porro o de las alucinaciones de Marta, en un encuentro en el que jugábamos a rebautizarnos”, le dijo el guitarrista al diario Hoy de La Plata, en 2013.
Minujín era amiga de Daniel, el hermano de Skay con el que la artista armó la revista Lo Inadvertido, una publicación psicodélica y de vanguardia que duró algunos pocos números, y en la que se hablaba de lo último en música, pintura, poesía. Antes de que empezara la década del ‘70 los Beilinson ya estaban adelantados: con su otro hermano, Guillermo, Skay viajó por Europa y siguió abriendo su cabeza a nuevos sonidos y tendencias.
“La banda de Patricio Rey se reunió, en origen, para hacer cine, no rock. Guillermo Beilinson había armado una sala en la década del setenta y le pidió a la banda que hiciera música para sus pelis, casi todas de ciencia ficción. Eran temas climáticos, con mucha percusión y una onda hinduista, tibetana. Eso está todo filmado y los chicos aparecen como actores”, le dijo la Negra Poly, esposa de Skay y manager de Los Redondos, a Laura Ramos y Cynthia Lejbowicz para su libro Corazones en llamas: Historias del rock argentino en los 80 (Editorial Aguilar).
Las fiestas eran para divertirse y evadir el clima opresivo que se vivía en años de dictadura. El monstruo Patricio Rey se hizo enorme, llenó estadios, ilustró remeras, se multiplicó en tatuajes y un día sus creadores decidieron hacerlo desaparecer. La banda que Skay compartió con Indio Solari se separó en 2001, el año en que Racing salió campeón, el año en que la Argentina se hizo tristemente célebre por el corralito, el año de la crisis, el año de la fiebre. Enseguida Skay decidió seguir adelante y armó a Los Seguidores de la Diosa Kali, con quienes sacó A Través del Mar de los Sargazos en 2002, dando comienzo a una nueva etapa, y con quienes hizo un montón de cosas que con Los Redondos ya no hacía.
Skay empezó a tocar en lugares más chicos, se volvió más accesible, se sumó a la grilla de algún que otro festival, se dejó ver en Palermo, el barrio donde vive con Poly en la más absoluta tranquilidad. Mientras el Indio se sumergía en la profundidades de Parque Leloir y daba entrevistas a cuenta gotas con protocolo de llegada incluidos, Skay bajaba a la cotidianeidad de casi cualquier hombre de a pie, aun siendo el semidiós de la guitarra, la mitad de Los Redondos.
«Oda a la sin nombre» fue el primer hit de su etapa solista. Fue incluido en A través del mar de los sargazos», el álbum que publicó poco después de la separación de Los Redondos
De carne y hueso al fin, Beilinson también se permitió entrar en el barro de la polémica cuando en 2015 puso en duda la confesión del Indio sobre su estado de salud relacionado con el mal de Parkinson. En una entrevista con Diario de Cuyo, el violero comentó: “El Indio es un gran fabulador. No sé si lo que dijo sea falso o verdadero, pero de todas maneras, ojalá sea algo pasajero y nada grave de ser cierto”. Su viejo amigo se sintió tocado por la liviandad de estas palabras y en una carta abierta le contestó: “Las mentiras no se cuidan entre ellas. El mentiroso es el encargado de esa faena. Pero a veces la memoria cancerbera falla y las mentiras se escapan. Esta vez olvidaron, entre otras cosas, que `la señora´ aseguró en una entrevista que todo el material estaba protegido en una caja de seguridad de un banco (debe ser muy espaciosa, pues el crudo estaba, en su mayoría, en soporte VHS). Ahora solo existen, según `el señor´ en mis mentiras y en mi imaginación. El resto de lo dicho (sus dudas ante un fabulador que se inventa una enfermedad importante) se describe, con simpleza, como una canallada”.
La señora es Poly, el señor es Skay, y el material del que hablaba el Indio eran unas antiguas grabaciones de shows en vivo que podrían haber estado en manos del matrimonio, aunque ellos ya se encargaron de negarlo. “Hay algo que no me cierra. No me cierra. Si fuera yo la que quisiera venderlo, ¿lo voy a meter en YouTube? No, sería una ridícula. ¿Sabés qué pasa? Los advenedizos creen que pueden leer señales de humo. Mejor dejémoslos”, le dijo Poly a Pablo Mileo en una entrevista para Revista Soy Rock de 2016 . En esa misma nota, Skay reconoce que obviamente ama la música, pero que no se ata tanto a los objetos: “De chico tenía un montón de discos y trataba de ocuparme de cuidarlos, pero no era fácil. Además, las cosas van y vienen. Tengo unas glorias maravillosas en vinilo, pero no tengo bandeja”.
Poly, Skay e Indio: un tridente imbatible hasta que algo se rompió
Con el tiempo, Skay y el Indio bajaron los decibeles de la pelea, pero el guitarrista reconoció que la separación lo tomó un poco por sorpresa. “Yo pensé que nos íbamos a tomar un año para que las cosas se acomoden, se calmen y retomarlo, pero la verdad que nunca sucedió. Esperé un llamado que nunca llegó, así que me di cuenta que era el momento de pegarse una sacudida, sacarse el polvo del camino y seguir caminando hacia adelante. Y de repente pasaron como 20 años y el llamado nunca llegó. Me di cuenta que cada uno debía tomar su propio camino”, dijo en 2019 cuando pasó por Todo lo demás también, el programa de Bebe Contepomi en Mega 98.3.
A pesar de la ilusión de la familia ricotera que sigue cantando “solo te pido que se vuelvan a juntar” cada vez que puede y de la buena onda que se tiran cada tanto, Beilinson dejó claro que es prácticamente imposible: “Era tan intensa y tan comprometida la relación que tuvimos, que cualquier cosa menor sería como una infracción. Soy contrario de esos ‘que se vuelvan a juntar’, porque si no pasa lo que estaba sucediendo, es como cagarse en todo lo que hicimos”. Así que no, lo del 28 de diciembre en redes no fue una señal, fue un saludo: El día del cumpleaños redondo, Skay publicó el logo de PR y un escueto “Salud” que ilusionó a todos sus seguidores. Fue nada más que eso, un saludo.
Skay iba a festejar su cumpleaños número 70 hoy en un show de Santa Fe que se suspendió por una nueva reglamentación relacionada con el aumento de casos de coronavirus. Será más adelante, entonces, cuando toque con Los Fakires el 5 de febrero en Quilmes, o cuando se presente en Cosquín Rock. Seguirán sonando los temas de su último disco, En el Corazón del Laberinto (2019) y los clásicos de siempre. Sin prisa, pero sin pausa llegará el nuevo material. “Yo no me meto en un estudio a terminar un disco, lo hago por etapas. Laburo una semana, pasan quince días y vuelvo para encarar otro tema o rever alguno anterior. Al hacerlo pausadamente, no existen tensiones, no hay que lidiar con eso de `estar en un estudio´. Además, tampoco tengo alguien que me diga qué es lo que tengo que hacer o cuándo lo tengo que terminar”, le había dicho el violero a Soy Rock.
Las prisas, las pausas, el tiempo, son variables que Skay maneja al dedillo. Él, que vivió adelantado a su época, desde el futuro sigue marcando el compás: “El tiempo es lo que nos hace recordar que estamos de paso por esta vida, que este viaje también tiene su tiempo y que se va a terminar. El tiempo es uno de los ingredientes fundamentales, porque si todo esto fuese eterno, bueno, uno podría recorrer todas las posibilidades del universo”.