Hay aves que renacen de las cenizas, hay gatos que tiene siete vidas y hay bares que reencarnan o se reproducen, ni más ni menos que como una prolongación de la vida (urbana). Parece exagerado pero algo de eso hay detrás del Café Berlín, un emblema de la música y la nocturnidad madrileña que después de 40 años y de pasar por diferentes etapas (renacimientos), en 2016 cerró las puertas de su bello local art decó de la calle Jacometrezo, cercano a la Plaza del Callao, y al poco tiempo reabrió a 100 metros de allí, en un espacio más grande. Ahora la familia se agranda, porque este miércoles abre sus puertas su sucursal porteña, en el barrio de Villa Devoto, con el mismo espíritu que de aquella mítica casa madrileña, al que se le sumará un toque local.
Volvamos a los días trágicos y al renacimiento. En 2016 la elevada pluma de Patricia Ortega Dolz relataba el cierre del primer Café Berlín con el tono de una necrológica, en las páginas del diario madrileño El País. “En todas las ciudades hay centros de peregrinación impuestos por las religiones, las culturas y la historia. Y en todas la ciudades hay también centros de peregrinación espontáneos, lugares que emergen silenciosamente entre el bullicio cotidiano, con nocturnidad y sin alevosía. Sitios que conectan a grandes figuras del panorama cultural con la fauna anónima de la urbe. O al revés, fauna anónima que crea grandes figuras en esos sitios. Templos en los que principalmente se trafica con la emoción. Testigos y artífices de la historia íntima de sus gentes. Emblemas de una época. Instituciones que guardan el alma de un pueblo. Eso es el Café Berlín, que después de 40 años ambientando la noche madrileña, ayer cerró sus puertas para siempre.”
Cuentan que apareció un ricachón de la India que puso 23 millones de euros y se quedó con ese edificio y los dos contiguos, para crear un emprendimiento hotelero. “A solo un primer piso del suelo -escribía la inspirada cronista- entre pequeñas mesitas y sillones y sofás de terciopelo rojo, en el 4 de la calle Jacometrezo, se podía flotar hasta la madrugada con los ritmos electrónicos de Redux Life and djs, o con los compases de una jam session entonada por la trompeta de Jerry González, el contrabajo de Javier Colina o la flauta y el saxo de Jorge Pardo. Músicos todos curtidos en clubs madrileños de mil batallas, en esa simbiosis perfecta en la que un artista crea un espacio y el espacio hace al artista.”
Tanto era así que, como también sucedía décadas atrás en algunos clubes porteños, algunos asistentes a los conciertos del Berlín podían terminar la noche acodados a la barra, tomando una cerveza y charlando con algunos de los artistas que habían estado tocando sobre el escenario, minutos antes.
Pato Almada y Ezequiel Brid, los argentinos que se había hecho cargo del Berlín en 2011, no tuvieron posibilidades de negociar la permanencia en ese local, pero pronto consiguieron otro. Almada no ganó ese apodo por llamarse Patricio (su nombre es Andrés) sino por su manera de caminar. Aquello fue en su San Antonio de Areco natal muchos años antes. En 2000 se radicó en Madrid y junto a su socio creó el bar de cocteles Josealfredo (sí, por el ídolo mexicano José Alfredo Jiménez). Pero luego se animó con el Berlín, que hoy administra con Leandro Cersosimo.
“Por nuestra coctelería pasa mucha gente del cine y nos conocen muchos músicos. Varios nos empujaron para que montáramos un club de música y se dio en el Berlín que estaba medio de capa caída”, dice Pato, desde Madrid. El 17 de noviembre de 2011, luego de hacer algunas reformas en la vieja sala comenzaron su nuevo emprendimiento. “Empezamos con música en vivo y a partir de la 1 de la mañana, los fines de semana se transformaba en discoteca. Antes de la 1 había doble concierto, primero música indie o americana y luego flamenco o jazz. Entendíamos que la música debía ser inclusiva y que mientras tuvieran calidad, todo los géneros serían bienvenidos. Ese es el sello del Café Berlín sumado a que el músico sienta que está en su casa. Porque esto es un club de música y músicos”.
No ha mal que por bien no venga. Hace cinco años que el Café Berlín goza de un nuevo local, ubicado a la vuelta del original, pero con el doble de aforo, 250 personas. “La particularidad es que tenemos un piano de cola. Y eso nos permitió que vinieran grandes pianistas, de Robert Glasper a Brad Mehldau, y también los del flamenco. El piano nos dio un salto de calidad muy grande”.
¿Qué es lo que lo hace mítico? “Que es un club de músicos. Los nombres que han pasado por aquí. De Paco De Lucía, Ron Carter, Robert Glasper y José James a los de la Argentina, como Charly García, Fito Páez, Nito Mestre, Hilda Lizarazu o Juan Falú, que viene mucho. Y también el flamenco porque aquí [en Madrid] siempre se manejó for export o en teatros y nosotros lo llevamos al club. Ahora estamos festejando la cuarta edición de un festival por donde pasan los artistas más importantes del género. Lo interesante de aquí es que una misma noche te encontrás con Tomatito, músicos de rock, modernitos con gafas de pasta del indie y los gitanos. Todo el mundo convive en un ambiente de armonía y muy bohemio. La mística está en esa bohemia que transmitimos tanto los dueños como los músicos y el público que viene”, dice Pato, con gramática y vocabulario español pero con acento argentino.
Funk, soul, rock, salsa o flamenco. 47 shows por mes, de martes a domingo, con un público que va de los 25 a los 60 años. “Hay que entender la idiosincrasia madrileña. Aquí la gente de 50 todavía va a bailar. No se queda en su casa. Se vive mucho en la calle y en los bares –explica Almada-. También hacemos shows infantiles. Esto está pensado para que la música sea propiedad de todos”.
Mientras que Almada y Cersosimo siguen regenteando el local madrileño, ahora la marca se está desarrollando en Buenos Aires, impulsada por los hermanos Luca y Pablo Frasca. “Lo pensamos como un puente musical entre España y la Argentina. ¿Qué español no tiene un pariente español en la Argentina o qué argentino no tiene un amigo que se venido a vivir a España? Se trata de eso. Y la música es inmigración”, dice Pato, en una fría tarde madrileña.
Berlín en Buenos Aires
La primera posibilidad que tuvieron los hermanos Frasca para abrir el juego con el Café Berlín llegó de boca de un arquitecto, que pensó en Miami como lugar de desarrollo. “Por ahora no pudo ser pero va a ser. Mientras tanto apareció un local en Devoto [Avenida San Martín 6656], un barrio que se está poniendo de moda – dice Luca, quien, además aclara-. El big boss en esto es mi hermano”. Pero Luca ya tiene mucho recorrido en la música, más del lado del escenario que en la trastienda del espectáculo. Tocó con Nacha Guevara e integró Pappo’s Blues. A los 24 se radicó en España y desde allí se puso a las órdenes, como pianista, de los músicos más diversos, de distintos países. Desde Ariel Rot y Nacho Mastretta a Buddy Miles y Mick Taylor”.
Hay muchos planes para el Berlín porteño, ubicado en Av. San Martín 6656. “No es solo para cortar tickets, es una propuesta cultural. La visión del músico es cuidar al músico. Y la propuesta también convocar al que no lleva tanto público pero tiene mucho prestigio y mucho para dar y enseñar”. Además de música habrá bar de tapas y restaurante. Y también contará con una cava, o sea que a la hora del vermú bien se podrá pasar por el Berlín, no para un aperitivo sino para escuchar algo de jazz y degustar vino. “La idea es expandir. Este Café Berlín es como entrar en un pequeño teatro europeo, para ver a artistas como Julieta Venegas o Dante Spinetta, que tocan habitualmente en lugares más grandes. Pero el prestigio del nombre nos permite tener artistas así y que la gente pueda tener esa cercanía. Vamos poco a poco. Salimos de la pandemia, un momento muy difícil. Todos los proyectos que teníamos se cayeron y ahora estamos retomando. Y yo aprovecho para seguir tocando con mis proyectos. Porque la realidad es que no soy empresario. Hago una apuesta por la cultura, pero del lado del músico. Y con tantos lugares que cerraron, un espacio así Buenos Aires lo venía pidiendo”.
El club porteño quedó inaugurado con el show de Dante Spinetta. Y lo que sigue es absolutamente variado en estilos: Julieta Venegas, Ana Prada + Manu Sija, Hida Lizarazu, Liliana Herrero, Litto Nebbia, Gillespi, Andy Chango, Organ Bongo Explosion (la banda de Luca Frasca), La Bruja Salguero + Mariano Delgado / Verdinelli + Mono Fontana, Edu Pitufo Lombardo, Andres Beeuwsaert + Nadia Larcher, Dos Más Uno, La Orquestonga, Titi Siter, La Colmena, Nahuel Briones, Emily Rose, Richard Coleman y Berlin Circus, entre otros.
Fuente: Mauro Apicella, La Nación.