Las antiguas huellas de pisadas humanas preservadas en el suelo del Parque Nacional de White Sands, en Nuevo México (Estados Unidos), son asombrosamente viejas, según informaciones científicas efectuadas a fines de septiembre, y se remontan unos 23.000 años, hasta la Edad de Hielo.
Los resultados, si resisten los análisis del caso, rejuvenecerán el debate científico acerca de cómo la especie humana se expandió por primera vez a través de las Américas, lo cual implica que lo hizo en una época en la que enormes glaciares cubrían gran parte de su camino.
Los investigadores que ya defendían esa llegada temprana han celebrado el nuevo estudio como una prueba firme. “Creo que éste probablemente sea el mayor descubrimiento de los últimos cien años sobre el poblamiento de América”, dice Ciprian Ardelean, arqueólogo de la Universidad Autónoma de Zacatecas, en México, que no participó en el trabajo.
“No sé a qué dioses les rezaban, pero es un hallazgo soñado.” Muchos arqueólogos sostuvieron durante décadas que los seres humanos se expandieron por América del Norte y del Sur recién al final de la última Edad de Hielo. Señalaban que las herramientas más antiguas conocidas, como puntas de lanza, raspadores y agujas, databan de hace unos 13.000 años.
Una huella la hizo alguien que caminó recto casi 2,5 kilómetros. Otra revela a una madre que deja a su bebé en el suelo.
La tecnología empleada se conoce como Clovis, en honor a la localidad de Nuevo México en la que salieron a luz algunos de estos primeros instrumentos.
La época de las herramientas Clovis coincidió con el retroceso de los glaciares. Esa alineación reforzó la hipótesis de que cazadores–recolectores siberianos se trasladaron durante la edad de hielo a Alaska, donde vivieron durante generaciones hasta que se abrieron corredores libres de hielo que les permitieron extenderse hacia el sur.
Yacimiento. Los científicos cavaron junto a las huellas para hallar más rastros. Foto: David Bustos/NYT.
Pero a partir de la década de 1970 algunos arqueólogos empezaron a publicar pruebas más antiguas de la presencia de la humanidad en Norteamérica.
El año pasado, Ardelean y sus colegas publicaron un informe sobre herramientas de piedra en una cueva de montaña en México que data de hace 26.000 años. Otros expertos se han mostrado escépticos ante estos hallazgos tan antiguos.
Ben Potter, arqueólogo del Centro de Estudios del Ártico de la Universidad de Liaocheng, en China, opina que algunas de estas supuestas herramientas podrían ser en realidad rocas con formas extrañas.
También cuestiona algunas de las fechas asignadas por los científicos a sus hallazgos. Si una herramienta se hunde en el sedimento subyacente, por ejemplo, puede parecer más antigua de lo que realmente es.
El estudio de White Sands añade ahora una nueva línea de evidencias de sobre la llegada temprana: en lugar de herramientas, los investigadores han encontrado huellas. Estas huellas fueron descubiertas inicialmente en 2009 por David Bustos, director del programa de recursos del parque.
A lo largo de los años, Bustos fue llevando a White Sands un equipo internacional de científicos para contribuir a darles sentido a los hallazgos.
Juntos han encontrado miles de huellas humanas a lo largo de las más de 32.300 hectáreas del parque. Una huella la hizo alguien que caminó en línea recta durante casi 2,5 kilómetros. Otra revela a una madre que deja a su bebé en el suelo. Otras huellas fueron dejadas por niños.
Un conjunto de pisadas refiere a un oso perezoso inmenso que evitaba a un grupo de personas.
“Los chicos tienden a ser más enérgicos”, explica Sally Reynolds, paleontóloga de la Universidad de Bournemouth, en Inglaterra, y coautora del nuevo estudio. “Son mucho más juguetones, saltan de un lado a otro.”
Mathew Stewart, zooarqueólogo del Instituto Max Planck de Ecología Química de Jena (Alemania), que no intervino en el estudio, sostiene que las pruebas de que a las huellas las dejaron seres humanos son “inequívocas”.
¿Por qué perduraron?
Las pisadas se materializaron porque hubo gente que caminó sobre un terreno húmedo y arenoso a la orilla de un lago. Con el paso del tiempo, las huellas fueron rellenadas ligeramente por sedimentos y el suelo se endureció. Pero la erosión posterior las hizo aflorar.
En algunos casos, las impresiones sólo son visibles cuando el suelo está inusualmente húmedo o seco; de lo contrario, son imperceptibles a simple vista. Pero el radar de penetración terrestre puede revelar su estructura tridimensional, incluidos los talones y los dedos del pie.
También mamuts, lobos gigantes, camellos y otros animales dejaron huellas. Un conjunto de pisadas refiere a un oso perezoso inmenso que evitaba a un grupo de personas, demostrando así que estaban en estrecha compañía. “Lo fascinante del estudio de las huellas es que proporcionan instantáneas en el tiempo”, señala Matthew Stewart.
Un paso, un rastro inmemorial. Se hizo en las arenas húmedas de las orillas de un lago, hoy seco. David Bustos/NYT.
La tarea de determinar la edad de las huellas recayó en Jeffrey Pigati y Kathleen Springer, especialistas en geología que investigan para el Servicio Geológico de Estados Unidos. En 2019 ambos fueron a White Sands decididos a familiarizarse con el lugar.
Caminando alrededor de algunas de las huellas, se encontraron a veces con antiguas semillas de pasto zarceta o hierba de la zanja (una rupiácea), que habían crecido junto al lago. En algunos puntos, estas abundantes semillas formaban mantos gruesos.
Los dos investigadores llevaron algunas de las semillas a su laboratorio y midieron el carbono que contenían para determinar su edad. Los resultados fueron sorprendentes: aquel pasto había crecido miles de años antes del final de la última edad de hielo.
Pigati y Springer sabían que las últimas mediciones que obtuvieron iban a ser polémicas. De modo que se embarcaron en un estudio mucho más ambicioso. Con el objeto de lograr una estimación de antigüedad más precisa, los dos geólogos cavaron una zanja cerca de uno de los grupos de pisadas humanas y animales.
En el lado de la zanja, pudieron apreciar los sedimentos presentes, capa tras capa. Al cartografiar cuidadosamente el terreno circundante, pudieron rastrear huellas humanas y de animales hasta alcanzar seis capas en la zanja, intercaladas con 11 lechos de semillas.
La pareja investigadora recogió semillas de pasto zarceta de cada lecho y les midió el carbono. Estas mediciones confirmaron los resultados iniciales: las huellas más antiguas del sitio —dejadas por una persona adulta y un mamut— se encontraban debajo de un lecho de semillas de hace unos 22.800 años. En otras palabras, las personas que dejaron las huellas caminaron por White Sands alrededor de 10.000 años antes que la gente Clovis.
Estiman los investigadores que las huellas más recientes datan de unos 21.130 años atrás. Esto significa que la gente vivió o visitó regularmente el lago durante unos 1.670 años.
Sorpresa
“Es una bomba esto”, expresó Ruth Gruhn, arqueóloga de la Universidad de Alberta, Canadá, que no participó del estudio. “A primera vista, es muy difícil de refutar.”
Si hace 23.000 años la especie humana estaba bien asentada en Nuevo México, debió empezar a expandirse desde Alaska mucho antes. “Eso hace retroceder el reloj”, apunta la coautora Reynolds.
Algunos investigadores argumentan que los pueblos podrían haberse extendido por las Américas incluso cuando los glaciares estaban en su apogeo. En lugar de viajar por el continente, podrían haberse desplazado por la costa.
Por otra parte, Ciprian Ardelean y sus colegas proponen que nuestra especie viajaba ya tierra adentro hace más de 32.000 años, antes de que los glaciares de la Edad de Hielo alcanzaran su máxima extensión y bloquearan esa ruta.
En Canadá, Ruth Gruhn sostiene que ambos escenarios siguen siendo posibles a la luz de las nuevas pruebas obtenidas en White Sands. Se requiere más trabajo para encontrar sitios anteriores que pudieran favorecieran una de las hipótesis por sobre la otra. “Tenemos mucho que hacer”, asevera.
David Bustos y sus colegas planean emprender más investigaciones en White Sands. Quieren conocer el comportamiento de las personas que dejaron allí sus huellas. ¿Cazaban los animales de su entorno? ¿Vivían permanentemente en el lago o sólo iban cada tanto?
Deben manejarse con rapidez. La erosión que reveló las huellas las borrará del paisaje en cuestión de meses o años. Están desapareciendo innumerables huellas antes de que los científicos siquiera pongan su mirada en ellas.
“Es bastante desalentador”, dice Bustos. “Andamos corriendo para intentar documentar lo que podamos.”
Fuente: Clarín