Impulsada por un grupo de vecinos, comienza una de las restauraciones más necesarias en el patrimonio histórico, arquitectónico y cultural de la Ciudad de Buenos Aires: la de la fachada del edificio Otto Wulff, en la esquina de avenida Belgrano y Perú, en el barrio de Monserrat. El edificio que mira a los transeúntes con 680 ojos. Los ojos de los atlantes que lo sostienen, de búhos, sapos, mulitas, cóndores, libélulas, pingüinos, cobras, yaguaretés y bebés gateando, entre muchas otras figuras que conforman el frente de una construcción inquietante y curiosa.
El Otto Wulff, ubicado en un Área de Protección Histórica, se construyó en dos años, entre 1912 y 1914. Es una clásico edificio de renta de aquellos tiempos, cuando aún no existía la propiedad horizontal y tenían sólo un dueño.
En este caso perteneció al empresario maderero Otto Wulff, quien contrató al arquitecto danés Morten F. Ronnow. Este a su vez le encargó los ocho atlantes que «sostienen» al edificio a uno de los mejores artistas plásticos de la época, Franz Metzner, maestro en la famosa escuela de artes de Viena.
La fachada del edificio Otto Wulf tiene una rica ornamentación. Foto Andrés D’Elía
Justamente en los pies y las piernas de uno de los atlantes comenzaron a realizarse las primeras pruebas sobre el estado de la fachada. Clarín recorrió el edificio junto a Juan Vacas, subsecretario de Paisaje Urbano del Ministerio de Espacio Público porteño, quien estará al frente de esta restauración.
«Prevemos que las obras comiencen en enero y que duren once meses. Será un trabajo único. Hasta el andamio va a ser diferente, porque muchas piezas del frente sobresalen de la línea municipal de una forma inusual, como los cóndores. Además, la tarea será compleja, porque hay que reconstruir partes enteras, como algunos de los balcones», cuenta el funcionario.
El edificio Otto Wulff fue diseñado por el arquitecto danés Morten F. Ronnow. Foto Andrés D’Elía
Como el Palacio Barolo y la Galería Güemes, el Otto Wulf fue construido en hormigón. La mayoría de los detalles ornamentales que posee el frente se realizaron con moldes, que se montaban. «Los premoldeados tienen en su interior hierros a través de los cuáles se fijan a la fachada. Cuando el material comienza a fisurarse, ingresa agua y aire, el hierro se expande, rompe los ornamentos y comienzan a caer los pedazos», explica Vacas.
El estado de los balcones del edificio Otto Wulff. Foto Andrés D’Elía
Ocurre que si se observa la fachada con atención, se descubren muchos faltantes, como la cabeza de uno de los cóndores, la ornamentación de balcones enteros o partes de la cabeza de los atlantes. La idea es reconstruir con la guía de fotos los balcones que hoy se encuentran «planchados»: algo que se puede ver en otros edificios antiguos de la Ciudad. Cuando avanza el deterioro, y ante la complejidad de mantenimiento que requieren estos edificios, muchos consorcios deciden quitar el ornamento.
La fachada del Otto Wulff está decorada con imágenes de animales y atlantes. Es un edificio con muchos rostros y entre todos suman 680 ojos. Foto Andrés D’Elía
Los trabajos se realizarán sobre la fachada, que luego se iluminará con LED. Mientras tanto, el consorcio de propietarios obtuvo financiación a través del Fondo de Mecenazgo para restaurar las cúpulas, que son gemelas. Una tiene una corona en el extremo y la otra un sol.
Las cúpulas son verdes debido a la oxidación natural del cobre, un proceso que forma una pátina que incluso protege al material. Las del Otto Wulff se encuentran en un estado general bueno, pero tienen faltantes y lógicamente también demandan un mantenimiento específico.
Las cúpulas gemelas del edficio Otto Wulff. Foto Andrés D’Elía
En el edificio funcionan oficinas y muchos de sus propietarios vienen batallando desde hace años para ponerlo en valor. Pero entendieron que no era posible hacerlo sin el apoyo del Estado, por la monumentalidad de la obra.
Actualmente, en el edificio Otto Wulff funcionan oficinas. Foto Andrés D’Elía
«Estamos felices. Es un proceso que se inició hace 16 años. Tenemos documentada absolutamente toda la fachada, metro a metro. Será un trabajo complejo, de mucho detalle, pero necesario», dijo uno de los propietarios, el arquitecto Fernando Lorenzi. Él fue la persona que identificó cada una de las figuras y contó los 680 ojos que se encuentran en el frente.
Uno de los cóndores del edificio Otto Wulf. Foto Andrés D’Elía
Lorenzi también es la persona que mejor conoce a los atlantes y los describe así: «Desde Belgrano hacia Perú,mhay 3 sobre la avenida y otros 5 sobre la calle. Hay un herrero con el rostro de Hiram Abif, a quien la logia masónica considera el constructor del Templo de Salomón o de Jerusalén. Le sigue el oficio del cortador de piedras. El tercer atlante representa a uno de los ingenieros que participaron en la obra, Willem Dates. El cuarto es el arquitecto, Ronnow. El quinto y el sexto, un aprendiz y un maestro de la cantera. El octavo es Tubal Caín con el rostro del escultor Franz Metzner. En la Biblia, Tubal Caín representa a la metalurgia».
Los atlantes que sostienen el edificio Otto Wulff. Foto Andrés D’Elía
El consorcio, cuyo administrador es Roberto Luzniak, tuvo una participación fundamental: para movilizar el proyecto, para visibilizar su importancia y agilizar trámites.
«En estas obras el rol del Estado es importante. Después de que se lleve a cabo, para el consorcio será volver a empezar de cero y el mantenimiento será más sencillo. Por otra parte este edificio está protegido patrimonialmente, así que también es lógico que la Ciudad intervenga en su restauración», explicó Vacas.
Una vez restaurada la fachada del edificio Otto Wulff, su mantenimiento será más sencillo. Foto Andrés D’Elía
Adiós al color oscuro
El color de la fachada del Otto Wulff cambiará radicalmente. La oscuridad que lo caracteriza tiene un sólo responsable, el smog. Lleva 107 años acumulando la suciedad que generan la Ciudad y, especialmente, el tránsito. Luego de la restauración volverá a tener un tono gris claro, «símil piedra».
Pero más allá de su color, continuará siendo único. Entre otras cosas, porque su estilo es casi inclasificable: «En su fachada confluye una diversidad de estilos. Elementos góticos, elementos del Jugendstil -lo que se considera el Art Nouveau en versión alemana-, algunos elementos del Art Nouveau original y esculturas monumentales de la Escuela de Viena», describe Lorenzi.
Actualmente el edificio Otto Wulff tiene un color oscuro por el smog. Tras su restauración, será gris claro. Foto Andrés D’Elía
Además, el lugar en donde fue emplazado el Otto Wulff ocupa un lugar central en la historia del país: allí estaba la Casa de la Virreina, uno de los sitios desde donde las tropas locales lograron defender la ciudad durante la segunda invasión inglesa.
El arquitecto que construyó el edificio supo del valor de la casa que iba a demoler, construida en 1780 con una planta y 20 habitaciones. Por eso realizó un registro detallado y dibujó también los planos. En 1950 los donó a la Facultad de Arquitectura de la UBA. Y ese mismo año llegaron a manos de Mario Buschiazzo, a cargo del Instituto de Arte Americano.
¿Mito o confusión?
Semejante edificio no podía no tener su propio mito. El que cuenta que fue la legacía -una suerte de embajada- del Imperio Austrohúngaro.
¿Cóndor ornamental o ave imperial? Uno de los misterios del edificio Otto Wulff. Foto Andrés D’Elía
La confusión pudo desencadenarse debido a la Columna Meteorológica, un monumento que diseñó el arquitecto húngaro Jozsef Markovich y que donó al país la comunidad austrohúngara para el Centenario de la Revolución de Mayo. Estuvo emplazada en Perú y Alsina, a pocas cuadras del Otto Wulff.
Se cuenta que cuando el edificio comenzó a construirse, generó mucha curiosidad y había poca información sobre la obra. Esto habría generado especulaciones y se lo vinculó con la Columna.
El mito dice que el edificio Otto Wulff era una legacía del Imperio Austrohúngaro. Foto Andrés D’Elía
El nombre de Nicolás Mihanovich, el poderoso empresario naviero austrohúngaro, pudo haber influido: era el representante consular honorario del Imperio desde 1899. Y siempre se lo vinculó al edificio de Otto Wulff como inversor y dueño de los terrenos, cosa que no está documentada.
La legación sí funcionó en terrenos que le pertenecían a Mihanovich, pero en el norte de la Ciudad, en Esmeralda y Arroyo. Una zona en donde se encuentran varios edificios de Mihanovich, también conocidos como Bencich.
Fuente: Clarín