Sean Connery, George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y Daniel Craig, los seis James Bond de la historia
James Bond, el agente 007, como muy pocos otros personajes (Rocky, Indiana Jones, Marty McFly y alguno más) es parte de nuestras vidas. Todo empezó el 5 de octubre de 1962 cuando se estrenó la primera película de la saga: Dr. No, protagonizada por Sean Connery. Las películas tienen su origen en una serie de novelas escritas desde principios de los años cincuenta por Ian Fleming, un inglés que había sido, entre otras cosas, espía en la Segunda Guerra Mundial. ¿Por qué el agente secreto sigue en pie? ¿Por qué sigue generando expectativa? ¿Por qué lo seguimos queriendo? ¿Cuál es el secreto de su perdurabilidad? Acá van algunas de las muchas posibles hipótesis:
1) Porque es la saga vigente más duradera del cine. Traspasó seis décadas, con algunos vaivenes, pero goza de una enorme salud. El secreto parece residir en una rara mezcla de tradición (y coherencia) con aggiornamiento. El equilibrio es muy delicado. El ritmo narrativo, los avances tecnológicos, los progresos sociales (varió el papel de la mujer), los cambios políticos se reflejan en cada entrega. Mantener en el tiempo un personaje (y el interés en él) es un gran desafío que los productores de Bond han sabido enfrentar.
2) Por el método de trabajo de su autor. Ian Fleming trabajaba con un ritmo constante. En su casa de Jamaica (llamada Goldeneye) pasaba tres meses al año. Allí, en esos noventa días, escribía su novela anual. A razón de dos mil palabras por día, cada verano, producía una nueva aventura del agente secreto. Escribió 12 novelas y nueve cuentos largos (casi nouvelles) protagonizados por Bond. Murió en 1964 por lo que su obra bondiana la desarrolló en poco más de una década. Casi no pudo disfrutar del éxito cinematográfico de su creación.
3) Por el primer espaldarazo. Si bien desde su aparición en 1953, las novelas de James Bond eran exitosas en Gran Bretaña, el gran salto lo pegó cuando John Fitzgerald Kennedy, presidente de Estados Unidos, en 1961 puso a De Rusia con amor entre sus diez libros favoritos. El rebote fue inmediato y las ediciones se agotaron con celeridad. La primera película de la saga, protagonizada por Sean Connery, se estrenó un año después.
4) Porque nos sumerge en un mundo apasionante, lleno de intrigas, como el espionaje. Bond rige un género: el de las películas de espías. Los elementos de ese género están definidos por esta saga. Desde su primera aparición ya nada fue lo mismo. Nuestro imaginario está diseñado por este agente de su Majestad.
5) Por Bond, James Bond. Aunque sea un poco extraño el hecho de que el agente secreto siempre brinde su nombre, la frase es una marca registrada. Y todos algunas vez la hemos utilizado. El origen del nombre no provino de la imaginación de Ian Fleming. Lo tomó de un ornitólogo norteamericano que había publicado luego de la Segunda Guerra Mundial un célebre estudio sobre los pájaros americanos. A Fleming le gustó la sonoridad, la brevedad y el impacto del nombre. Nunca imaginó que podía tener tanta repercusión. El científico no tomó nota prontamente de que su nombre había sido usurpado por un personaje de ficción. Recién se enteró en 1960 cuando las novelas estaban instaladas. La esposa de Bond le reclamó a Fleming por la situación con algo de sarcasmo. Iniciaron un intercambio epistolar. Ian Fleming en contraprestación le cedió su nombre para que lo utilizara para lo que quisiera. James Bond, el verdadero, el ornitólogo, le puso ese nombre a una extraña especie de pájaros que descubrió en Jamaica.
6) Por los actores. Pocas sucesos en el mundo del espectáculo provocan tanto ansiedad y polémica como la elección de un nuevo Bond. Si cuando se habla de fútbol se suele decir que cada habitante es un potencial director técnico de la Selección de su país, algo similar ocurre con Bond: todos nos convertimos en directores de casting. Un actor que le preste el cuerpo a Bond tiene que tener de todo. La combinación perfecta de prestancia y calidez, elegancia, sensualidad y peligro; virilidad y onda; destreza física e impavidez; belleza, credibilidad y una pequeña e infaltable cuota de maldad.
7) Porque ante cada Bond nadie permanece neutral: cada uno tiene su favorito. Algunos se quedan con la flema británica y la simpatía de Roger Moore (los cuarentones posiblemente porque haya sido su primer Bond en el cine); otros con el clasicismo, la solemnidad y la prestancia de Sean Connery, el pionero; también están los que prefieren a Pierce Brosnan, su sonrisa, el sarcasmo a flor de piel; pocos a Timotny Dalton, un regreso a las fuentes, un intento (fallido) por buscar prestigio, el más parecido al Bond de las novelas; los más jóvenes elijen al último, a Daniel Craig, serio, moderno, impenetrable, portento físico, pero algo vulnerable. Nadie (o casi nadie) prefiere a Roger Lazenby el fugaz, la rareza, el desliz, el error de casting, el único que sólo protagonizó una película.
8) Por la inesperada aparición de Jackson en esta historia. Un día, a mediados de la década de los ochenta, Michael Jackson llamó a Michael Ovitz a Neverland, su mítica mansión. Jackson era el personaje más importante del mundo del espectáculo en ese momento. Thriller había vendido una cantidad obscena e impensada de discos. Ovitz era uno de los agentes más importantes (años después presidiría Disney). Al llegar a Neverland, aún antes de que Ovitz y sus socio pudieran sentarse, Jackson lanzó su pedido: «Quiero protagonizar la próxima película de James Bond». Ambos agentes se tentaron, no pudieron controlarse, y las carcajadas inundaron la sala. A Michael no le resultó tan gracioso y se retiró. Pasada media hora de su ausencia, Ovitz concluyó que el cantante ofendido no regresaría y se marchó de Neverland.
9) Por sus villanos. Todo el cine de acción moderno le debe a la serie de películas de James Bond la concepción actual de sus villanos. Rocosos, malvados hasta límites inimaginables, ingeniosos, poderosos, soberbios. Logran evitar (a veces por muy poco) el ridículo y la caricatura. Malvados parecidos a los de los comics pero con gramática propia que se derramó al resto del cine moderno.
10) Por sus bandas de sonido. El tema Bond, la canción principal de cada película, fue cantado por artistas de diverso rango. Shirley Bassey, Madonna, Duran Duran, Paul McCartney , Tom Jones, Nancy Sinatra, Tina Turner o Adele. La música original, el típico tema de James Bond fue compuesto por Monty Norman. Sin embargo, la orquestación y los arreglos de John Barry son el sello distintivo. Las canciones principales de cada película, a pesar de la diversidad de los artistas que las compusieron y ejecutaron, conserva la marca de elegancia y sofisticación de la franquicia. Un raro caso de coherencia. Hace pocos años se editó un compilado con estas canciones que demuestra tal afirmación.
11) Por las secuencias de títulos. La saga Bond convirtió cada inicio de película, cada secuencia de créditos en una pequeña obra de arte. El disparo de Sean Connery hacia el espectador, que parece romper la pantalla, con la música sensual y enigmática, los diseños que respetan una historia pero que cambian y mejoran en cada nuevo episodio. Otra marca registrada.
12) Por sus gustos refinados. Bond siempre viste bien, come bien, toma bien: «Un martini, agitado, no revuelto». Ese trago también lo bautizó el agente secreto de su majestad. El Martini Vesper con ginebra, vodka y Lillet. También lo vemos tomando whiskies de los mejores y champagne francés. Y, naturalmente, por sus automóviles. En las novelas de Ian Fleming, Bond se desplazaba en Bentleys, Lo mismo sucedía en De Rusia con amor (Sean Connery volvería a manejar un Bentley en la extraoficial Nunca digas nunca jamás). Tuvo Lotus -que se convertía en submarino-, Rolls Royce, Ford y hasta un Chevrolet descapotable en la primera de la saga. Pero el auto por antonomasía del agente secreto es el Aston Martin. La elegancia y la potencia del auto sedujeron a los espectadores desde siempre. El modelo Bond por excelencia, más allá de que usa diversos modelos y todos con los diversos adelantos tecnológicos que se incorporan para cada misión, es el DB5 al que siempre vuelve desde su debut en Goldfinger.
13) Por cómo fue cambiando la idea de “chica Bond”. La franquicia, entre otra muestra de inteligencia y sensibilidad hacia el cambio de época, fue modificando la imagen de mujer que transmitía en sus creaciones. La chica Bond era originalmente un objeto suntuoso, algo vacío, decorativo y descartable. Con el transcurrir de las películas las mujeres que rodean a Bond fueron tomando espesor, se hicieron tridimensionales y obtuvieron presencia y humanidad.
14) Por la conexión argentina. A fines de los setenta Moonraker fue un suceso local porque una de las principales escenas de acción de la película se filmó en la Cataratas del Iguazú. En épocas de campeonatos mundiales, campañas antiargentinas, boicots, preparación para peligrosas aventuras nacionalistas, cualquier excusa parecía buena para reafirmar el orgullo nacional. Que Bond, Roger Moore y el villano de turno visitaran el país era un gran evento.
15) Porque la película número 25 de la saga, No time to die (Sin tiempo para morir), tuvo su premiere mundial este martes 28 a pesar de tener más problemas que ninguna durante su filmación y luego de la misma. En primer lugar, Danny Boyle, el director elegido, renunció antes de comenzar a rodar. Lo reemplazó Cary Fukunaga, que ganó sus galardones al frente de la serie True Detective. Luego, Daniel Craig y Rami Malek (el villano de turno) no pudieron combinar la agenda para filmar al mismo tiempo y eso retrasó todo. Un miembro del personal fue herido cuando un truco falló y provocó una triple explosión en los estudios Pinewood de Buckinghamshire. Craig se lesionó un tobillo y ocasionó una nueva demora. La fecha de estreno fue pospuesta dos veces: de ser anunciada para el 25 de octubre de 2019 se pasó al 3 de abril de 2020. Claro, llegó la pandemia y todos los planes volaron por el aire. Finalmente, como en cada una de sus films, Bond triunfó. Y la película -última vez para Daniel Craig como 007- ya vió la luz.
Fuente: Infobae