La confitería La Ideal volvió a estar en obra y se espera que esté reabierta en un año. El café notable de Suipacha al 300 había cerrado en 2017 para renovarse, pero los planes se frenaron con la pandemia y se reanudaron recién dos meses atrás. La restauración está a cargo del mismo estudio de arquitectos que ya recuperó clásicos como el Petit Colón y La Giralda. Y promete ser un viaje en el tiempo.
Es que no solo se recrearon muebles, decoración y ambientes al modo de la época. También se recuperaron algunos elementos de cuando se inauguró en 1912, año en que arrancaba la construcción de otras joyas como la Confitería del Molino y el edificio Otto Wulff.
Sillones checoslovacos, estuco veneciano, vitrinas, boiserie y apliques son algunas de las piezas rescatadas en La Ideal que se lucirán de nuevo.
La fachada de la confitería La Ideal, en Suipacha al 800. Foto Germán García Adrasti
Pero esos más de 100 años de historia no sólo dejaron valor: también deterioro. Cuando el equipo del estudio Pereiro, Cerrotti & Asociados entró al lugar, se encontró con columnas y boiserie oscurecidas por el tabaco; estructuras que pedían refuerzo; una cúpula con claraboya a cuyos vitrales les faltaban paños, que insólitamente habían sido reemplazados por acrílico con un vinilo con el mismo diseño.
El salón principal de La Ideal, en planta baja. Foto Germán García Adrasti
Hoy esos vitrales ya fueron restaurados por el equipo a cargo de Paula Farina Ruiz, quien también comandó la puesta a punto de los vidrios de las confiterías del Molino y Las Violetas. Los de la claraboya de La Ideal ya están retroiluminados artificialmente, aunque también recibirán luz natural. El techo que los cubría fue demolido y en su lugar se colocó uno de vidrio.
Esa luz natural llegará incluso hasta la planta baja: se reabrió el hueco central entre ese nivel y el primer piso, que había sido cerrado en los setenta para hacer pista de milonga. “Uno de los pocos detalles nuevos que introduciremos será una baranda vidriada a su alrededor, de poco menos de dos metros de alto”, explica el arquitecto Alejandro Pereiro durante la recorrida con Clarín.
Los vitrales de la claraboya fueron restaurados y se reabrió el hueco central que permite que llegue luz natural a la planta baja. Foto Germán García Adrasti
Ese hueco tiene forma de óvalo, una figura que se repite en todo el edificio: en las puertas, en los espejos en paredes y ascensor, en las molduras de los techos de la planta baja y la boiserie. El otro motivo reiterado es la flor de lis, que da la bienvenida en el cartel y la moldura en la cumbre de la fachada, y sigue en puertas, ornamentos y apliques.
Pereiro pasa un trapo húmedo a una de esas flores desperdigadas por el salón. Es dorada y va debajo de un farol. El arquitecto la mira orgulloso. “Es una de las mayores restauraciones en la Ciudad. Investigamos mucho para hacer todo al detalle”, cuenta.
La flor de lis es un motivo que se repite en la confitería La Ideal. Foto Germán García Adrasti
Después, el arquitecto se para sobre los nuevos pisos de mármol para nombrar sus tonos: crema marfil, gris jura, negro ubatuba y travertino rosso.
“El original era de mármol, pero el que encontramos era granítico. Por eso tuvimos que hacer todo de vuelta y diseñamos un dibujo clásico como se hacía hace un siglo”, explica Pereiro, que admite que La Ideal ya se convirtió en su segundo hogar.
Los pisos fueron hechos a nuevo: los que había no eran los originales. Foto Germán García Adrasti
La boiserie de cedro sí es de 1912, pero hoy cumple una función extra, muy de esta época: esconde los 44 equipos de aire acondicionado, 22 en el salón de planta baja y 22 en su gemelo del primer piso.
La boiserie de cedro es la original, de 1912. Foto Germán García Adrasti
También de madera original es la heladera en la que dos operarios trabajan en la planta alta. Sobre sus cabezas está el entrepiso donde supieron actuar “orquestas de señoritas” o hubo despedidas de solteras con tazas de té y nada de strippers. “Quedará abierto como escenario. De hecho, hay camarines. Pero el desarrollo irá dictando qué es lo más conveniente”, aclara Pereiro.
Un operario pone a punto la heladera de madera original. Foto Germán García Adrasti
Una restauración titánica
Reforzar estructuras, rehacer pisos y baños, aplicar estuco en paredes y techos, instalar equipos de aire acondicionado, dorar a la hoja, restaurar arañas, recuperar un piano de cola del primer piso. La lista de pendientes era infinita. Hasta hubo que cambiar la cabina del ascensor, que fue hecho a nuevo al modo de la época, con un piso de cuarzo que da reflejos de colores.
Hubo que cambiar la cabina del ascensor por otra nueva, hecha al modo de la época. Foto Germán García Adrasti
También se trabajó en otros vitrales además de los de la claraboya: hay en las ventanas semicirculares y los aleros del frente, y en un exhibidor del primer piso conocido como “bombonero”, que estaba cubierto de hollín. Todos esos vidrios fueron restaurados por el equipo a cargo de Farina Ruiz, que según el caso debió limpiar, desmontar, remasillar o consolidar piezas rotas. Incluso rehacer faltantes.
El «bombonero» sus vidrios fueron restaurados poe el equipo de Farina Ruiz. Foto Germán García Adrasti
Además de recuperar y reponer, se reacomodaron algunas piezas. Se movió la segunda puerta de La Ideal, similar a la primera pero en la primera línea de columnas. Ahora está unos pasos más atrás, lo que permitió ganar espacio para un área delantera de cafetería al paso y compra de productos para llevar. Así, el ascensor y la escalera de mármol a mano izquierda cobraron mayor protagonismo.
La Ideal se ve casi como en 1912. Foto Germán García Adrasti
Incluso se movió la barra de la planta baja, que ahora está un metro más adelante, y se sumaron entrepisos atrás para dar espacio al nuevo equipamiento de producción: hornos eléctricos alemanes de última generación, cámaras frigoríficas, y salas específicas de pastelería, cocina al vacío y sistema domótico para controlar electrónicamente audio, aire acondicionado, puertas y hasta las comandas.
Fuera de la vista, La Ideal incorporó tecnología moderna . Foto Germán García Adrasti
Tecnología moderna en una de las confiterías más antiguas, nacida como salón de té, mutada a café concert y convertida también en pista de milonga. En la vereda sigue el baldosón con los pasos iniciales para bailar el tango. Sobre él, las persianas todavía bajas. No por mucho tiempo más, espera la gente que pasa y pregunta.
Fuente: Clarín