0
Después de más de una década, y contra todos los pronósticos que, desde marzo del año pasado, auguraba la pandemia del nuevo coronavirus, la Capital volvió a tener un gran encuentro a cielo abierto y con el Obelisco como telón de fondo. Fue para coronar a los ganadores del Mundial de tango danza, que se realiza cada año en el marco del Festival TangoBA. La pareja que conforman Emmanuel Casal y Yanina Muzyka fueron los ganadores de la categoría Escenario, mientras que en Pista, Agustín Agnez y Bárbara Ferreyra se quedaron con el primer puesto
Vivir el día a día que impone el Covid-19 genera situaciones como esta, que no dejan de ser una sorpresa. Fueron muchos meses de encierro y tantos otros sosteniendo cuidados y distanciamientos para que, a medida que avanzara la campaña de vacunación, no se tuviera que dar pasos atrás. Gracias a ese esfuerzo se pudieron ver postales como las de hoy: parejas abrazadas, moviéndose al ritmo del tango, y un grupo de personas que oficiaron como público. Fueron 32 las parejas que llegaron a concursar desde temprano, como finalistas de la última ronda de selección, en la categoría de ese tango que se baila de manera cadenciosa, con los pies pegados al piso, la de Escenario. Y fueron otras 15 las que compitieron con coreografías de gran lucimiento y espectacularidad, las del “Tango Escenario”.
Resultó una jornada como las que no se veía desde hace años pero, al mismo tiempo, con situaciones repetidas desde marzo pasado. Barbijos, un escenario para los espectáculos y una platea de sillas dispuestas según las normas actuales de distanciamiento.
Por suerte, el tiempo primaveral ayudó para que los “madrugadores”, aquellos que llegaron en las primeras horas de la tarde, pudieran disfrutar del sol, de la música y el baile. Como era de esperar, si bien hubo cierto público que se acercó desde las 16, la mayor afluencia se vio en el tramo final de la competencia y la premiación. La ventaja de este año es que espectáculos como este tuvieron transmisión en streaming por Vivamos cultura. Seguramente, algunos comenzaron viendo la final del Mundial desde sus casas, en la pantalla de la computadora o con el celular en la mano, y luego se acercaron a la zona del Obelisco para ver el cierre en vivo. También hubo parejas que, durante la última semana, por cierres de fronteras o normativas que no le permitieron viajar (cuarentenas, por ejemplo, de ida o regreso a sus países) compitieron de manera virtual.
“El balance que hago –decía Natacha Poberaj, la nueva directora del Festival y Mundial, en una pausa del trajín que implicaba dirigir la final del certamen, detrás del escenario– es que la virtualidad llegó para quedarse. Permite la posibilidad de que muchos, por cuestiones económicas o por la pandemia, en este caso con sus limitaciones, accedan a formar parte del festival y del mundial. Por otro lado, la presencialidad nos devuelve los abrazos. Y verdaderamente estábamos necesitando mucho. Es imbatible la calidez y la emoción que se transmite en un abrazo real”. Sobre su primera experiencia en la dirección, contaba: “Es tan rotunda como mi ser artista. Confío cada vez más en mi sentir y, a la vez, agradezco la posibilidad de trabajar en un equipo con excelentes seres humanos y con artistas. Cada uno en suyo. Porque cada uno desde su profesión aporta con su mirada y con sus ganas de hacer”.
En el escenario, la jornada había comenzado cuando el sol todavía estaba alto. El programa propuesto incluyó actuaciones de orquestas, como la típica Sans Souci (encargada de la apertura, con clásicos como ”Trenzas” y “Chiqué”) y el decano Sexteto Mayor, con la cantante Roxana Fontán. Además, Pablo Banchero salió a dar serenata, con un trío de guitarras, entre las sillas, bien provisto de clásicos criollos como “La pulpera de Santa Lucía”. Pero, sobre todo, el escenario estuvo dedicado a los bailarines. No solo por las últimas rondas de competencias de las categorías de Escenario y Pista, también porque hubo una justa evocación a sus grandes e históricos protagonistas. Un homenaje a un ícono femenino de la danza, Maria Nieves; y también a Juan Carlos Copes, fallecido en enero pasado. Este último tributo estuvo encabezado por su hija Johanna Copes que incluyó un video documental en el que se escuchó al bailarín explorar los conceptos que durante décadas desarrolló caminando la pista de baile, y el escenario.
Mientras que el jurado deliberaba para elegir a los campeones, se realizó un homenaje a Tango Argentino, aquel espectáculo creado por Claudio Segovia y Héctor Orezzoli que funcionó como una embajada cultural itinerante de la música y la danza que identifican a la Argentina en el mundo.
Larga duración
Los ingresos no fueron sencillos. Y ante una jornada tan extensa, tampoco había lugares accesibles para que el público se abasteciera de comida o bebidas. Pero la atención por el certamen pudo más y la mayoría se quedó frente al escenario. El espectáculo, con la conducción de Carlos Lin y Fernando Bravo, duró más de seis horas y alternó shows, competencia y entrevistas. La bailarina María Nieves, con sus 87 años, fue una de las más ovacionadas de la noche. En una charla sincera y distendida contó que aprendió a bailar “a los pisotones”, porque en ese tiempo no había maestros. También contó que, ya famosa, cuando aparecía en televisión, la sentaba a su madre frente al televisor y se iba a la cocina a tomar mate, porque no le gustaba verse. Además, se refirió a su éxito en el mundo, con espectáculos como Tango Argentino. “Pero no fue fácil. Tuvimos tremenda paciencia. Yo amo el tango desde la panza de mi mamá, me parece”, dijo. Y al final de la breve entrevista instó a los bailarines a usar menos la acrobacia y bailar pegados al piso, porque allí es donde ella ve el futuro del tango danza.
Tal vez el hecho de que la directora del festival y mundial, Poberaj sea bailarina –y que fuera ganadora de este certamen en 2006, cuando la categoría Pista se llamaba Tango Salón– permitió que, sobre el escenario principal, la danza, como espectáculo coreográfico, tuviera un rol preponderante. “Pero más allá de mi ‘ser bailarina de tango’ agradezco todo esto como una posibilidad de celebrar la vida. Se trata de eso. De que celebremos la posibilidad de vivir, de encontrarnos, de abrazarnos y de seguir construyendo, desde el amor, lo que cada uno ha ido gestando desde su propia existencia”, completaba.
Once días de tango
Desde la noche de apertura –una semana y media atrás, con un homenaje a Aníbal Troilo en el que las cuatro bandoneonistas que participaron en la orquesta típica tocaron, a su turno, con un “fueye” que perteneció al artista– el festival contó con actividades programadas en 35 sedes. Clases, charlas, recitales, proyecciones de películas. Hasta hubo un homenaje a Diego Armando Maradona, con temas que le dedicaron al astro, en versiones tangueras. Probablemente esta edición haya condensado, a pesar de las limitaciones de la pandemia, las líneas de producción que se desarrollaron durante las dos últimas décadas. Por un lado, la variedad de propuestas y la descentralización de shows y actividades en distintos barrios porteños; por otro, el regreso (permitido por el clima y la pandemia) de la posibilidad de bailar a cielo abierto, tan cerca del Obelisco, que fue una característica de los primeros festivales, en los últimos años del siglo XX y en los primeros del XXI.
En agenda
El festival todavía no terminó. Para este domingo quedan todavía actividades programadas. Desde las 14, en la Esquina Homero Manzi, de San Juan y Boedo, se podrá disfrutar del cuarteto de la pianista Analía Goldberg, con la participación de los cantantes Karina Beorlegui y “Chino” Laborde. A las 18, en el Anfiteatro del Parque Centenario, estará el grupo del guitarrista Esteban Morgado para acompañar a la cantante María Graña. Y en la Glorieta de Barrancas de Belgrano, a esa misma hora, habrá milonga y exhibiciones de baile. También a las 18, en el Espacio Cultural Carlos Gardel, se podrá ver a Noninas Tango, en un recorrido por la vida y obra musical de Astor Piazzolla.
Fuente: Mauro Apicella, La Nación