Ana María Stelman, maestra de la Escuela Primaria Nº7 Fragata La Argentina, en La Plata, es una de las dos argentinas finalistas
El Nobel de la educación vuelve a tener protagonismo local. Una profesora de una escuela técnica de la provincia de Córdoba y una docente de primaria de La Plata fueron seleccionadas entre los 50 finalistas al Global Teacher Prize 2021, el premio de un millón de dólares que entrega la Fundación Varkey, en colaboración con la Unesco. El último maestro en recibirlo fue Ranjitsinh Disale, que trabaja en una escuela primaria de la India, y que decidió compartir el dinero con el resto de sus competidores.
Ahora, la noticia fue recibida por la cordobesa Gisela Gómez y la platense Ana María Stelman a pocos días de celebrarse el Día del Maestro, y luego de un año donde el aislamiento por la pandemia de Covid-19 puso a prueba como nunca antes la vocación de todos los docentes alrededor del mundo. Los 50 docentes en esta primera etapa fueron elegidos entre más de 8000 postulaciones, que llegaron desde 121 países. En esta edición, además, se inaugura un nuevo premio a los estudiantes, el Chegg.org Global Student Prize, donde también está presente la Argentina con dos alumnos de 17 años, que en este caso tienen la chance de ganar 100.000 dólares.
“Trabajar con adolescentes es un gran desafío. Es difícil captar su atención, lograr motivarlos sin que se dispersen. La tecnología es una herramienta maravillosa pero, a su vez, una gran competencia en la atención de los chicos. Una de las claves es la empatía, estar atentos a cómo van reaccionando, y ser capaces de mostrarles a los estudiantes que pueden tener esperanzas y crecer”.
Así piensa Gisela Gómez, de 35 años, que en los últimos diez años impulsó a sus estudiantes del Instituto Provincial de Educación Técnica (IPET) Nº 85 República de Italia a desarrollar proyectos científicos para resolver los problemas de la comunidad. Ella está convencida de que las palabras de los maestros pueden tener un peso determinante en las decisiones que los chicos tomen en el futuro. “Habitualmente, planificamos lo que vamos a enseñar y cómo vamos a hacerlo, pero nunca sabemos cuánto de todo eso quedará en los chicos, lo que realmente van a aprender. Hay cosas que florecen mucho tiempo después, por eso la responsabilidad hoy es sembrar, tratar de despertar el interés de los estudiantes”.
Proyectos con impacto local
Entre otros proyectos, los alumnos de Gómez crearon dulces ricos en proteínas, elaborados a base de nopal [una especie de cactus con alto valor nutritivo] y caramelos fortificados con vitaminas C y E, de las que los adolescentes suelen carecer en sus dietas. O como en 2015, cuando tomaron 245 muestras de los tanques de agua de las viviendas de la localidad de Estación General Paz. Luego analizaron en el laboratorio de la escuela para verificar la presencia de Escherichia Coli y organizaron una campaña de sanitización de tanques de agua domiciliarios. Por ese trabajo, ese año fueron reconocidos en la Feria Nacional de Ciencia y Tecnología.
Para Ana María Stelman, una maestra del nivel primario que siempre enseñó en contextos desfavorables, una de las claves es tratar de implicar a las familias en la educación de sus hijos. Trabajar por proyectos, al igual que Gómez, es una de sus prioridades. Porque de esta manera, dice Stelman, las preguntas y respuestas surgen naturalmente y “desencadenan” el aprendizaje. “Los proyectos ayudan a ordenar las diferentes secuencias didácticas, atraviesan todas las áreas y se vinculan con la realidad de los chicos”, afirma la maestra de la Escuela Primaria Nº7 Fragata La Argentina, en el barrio Hipódromo de La Plata, a la que entró por primera vez “esquivando caballos”, sin saber mucho de ese mundo de monturas y carreras.
Stelman reconoce que decidió presentarse al premio después de que la directora y la cocinera de la escuela insistieron una y otra vez, porque aseguraban que su manera de acercar el conocimiento a los chicos era diferente. Le gusta animar a los alumnos a descubrir los valores “ocultos” de su propia comunidad, por eso una de las propuestas en ciencias naturales, por ejemplo, es trabajar con el compost a base de bosta de caballo, lombrices y la producción de plantines.
Durante el cierre de la escuela por la pandemia, uno de sus objetivos fue sostener la continuidad pedagógica de 37 estudiantes en proyectos de alfabetización, primero en una biblioteca y luego con actividades cotidianas para los chicos, como el trabajo diario con los caballos y los perros de la zona. “Se sienten cómodos y seguros con temas que ellos más dominan, y eso los motiva para involucrarse en otros aprendizajes”, explica la maestra.
El nuevo reconocimiento a los estudiantes
Esta es la séptima edición del premio organizado por la Fundación Varkey, que tiene sede en Londres y fue creada por el multimillonario nacido en India, Sunny Varkey. Con el millón de dólares que otorga al ganador, lo que asemeja al Global Teacher Prize al premio Nobel, este reconocimiento busca subrayar el valor de los docentes a la hora de alcanzar una educación de calidad para todos los chicos y adolescentes, sin importar su origen social.
De un lado, los educadores. Del otro, los alumnos. Socios en el mismo camino, donde el éxito de uno se recuesta en el trabajo del otro. Por eso, según explican desde la Fundación Varkey, fue creada la nueva plataforma Chegg.org Global Student Prize, con la intención de resaltar los esfuerzos de los estudiantes en sus aprendizajes, que tienen un impacto real y que influyen positivamente en la vida de sus compañeros.
“Estudiantes y docentes, sus historias nos repiten que la educación es la solución, la herramienta de transformación más poderosa. Hay muchos elementos comunes entre ellos: creatividad, empatía, capacidad crítica, pasión, humildad y compromiso. Pero hay uno que involucra a todos, porque tanto docentes como estudiantes son grandes aprendices”, reflexiona Agustín Porres, director regional para Latinoamérica de la Fundación Varkey.
En este caso, los jóvenes que fueron seleccionados son Lisandro Acuña, que tiene 17 años y va al colegio ORT, en Buenos Aires; y Maximiliano Sánchez, de la misma edad y alumno de la Escuela de Comercio 5005 “Juan XXIII”, de General Mosconi, en Salta, donde es miembro de una comunidad de la etnia wichi, que enfrenta, según él mismo reconoce, “muchos desafíos y discriminaciones”.
A pesar de los numerosos obstáculos, Maximiliano quiere terminar sus estudios y ayudar a otros jóvenes wichi a lograr el mismo objetivo. Cuenta que uno de sus sueños es la creación de una escuela secundaria y una escuela de oficios en su comunidad, para combatir la deserción escolar que él mismo confirma con el abandono de cada uno de sus compañeros, y que se profundiza entre las chicas por la maternidad adolescente.
Entre otros proyectos, Maximiliano desarrolló una aplicación que traduce del español al wichi, y viceversa. Pero uno de los desafíos es que la plataforma no dependa de Internet, porque donde vive no hay conexión. Además de haber recibido medallas en varias competencias matemáticas y literarias de las que participó, es autodidacta en algunos campos, como en la reparación de dispositivos móviles, y hoy arregla celulares en su comunidad. Si gana el Global Student Prize, piensa invertir el premio en ayudar a otros indígenas que quieren aprender a escribir y en comprar herramientas y repuestos para hacer crecer su incipiente negocio.
Una aplicación para personas con dislexia
Lisandro Acuña estaba en tercer grado cuando empezó a participar en las olimpíadas matemáticas, y con 9 años logró el segundo puesto en certamen nacional. Hoy dedica la mayor cantidad de tiempo y su habilidad con la informática para desarrollar proyectos como LectO: una aplicación gratuita que consiste en un editor de texto que facilita la lectura y la escritura a personas con dislexia. Hasta el momento, LectO tiene más de 5000 usuarios, y se utiliza también en Uruguay y España.
Los docentes que compiten por el premio son evaluados en función de sus prácticas, de la innovación para afrontar los desafíos locales y sobre todo en cómo influyen en su propia comunidad más allá del aula. Para los estudiantes que aplicaron al Global Student Prize, además de sus logros académicos, se tiene en cuenta el impacto que tuvieron en sus compañeros, cómo lograron superar los obstáculos y la capacidad creativa que desarrollaron en su aprendizaje.
Luego de esta ronda preliminar, los diez finalistas de ambos premios se anunciarán en octubre próximo, y los ganadores se conocerán en una ceremonia que se realizará en París, en formato virtual por la pandemia, en noviembre de este año.
Fuente: Soledad Vallejos, La Nación