«Ok, tirá al bebé al agua«. En el centro acuático Passadena, la voz del fotógrafo Kirk Weddle se escuchó clara, y el pequeño Spencer Elden comenzaba a pasar a la historia como el niño de la tapa de Nevermind, el álbum que catapultó a Nirvana al éxito global y que posicionaría definitivamente al grunge en el centro de la escena.
Claro que ni Weddle ni Elden, quien recién había cumplido cuatro meses, podían imaginar por esos días de 1991 que 30 años más tarde aquella imagen estaría en más de 30 millones de hogares, y que se convertiría en una de las tapas icónicas de la historia del rock.
A tal punto que seis años atrás, el propio protagonista de la escena admitía que verse en esa situación aún le provocaba cierta extrañeza, sobre todo porque nada de todo eso dependió de sus decisiones.
“Es extraño formar parte de una imagen tan icónica culturalmente porque, realmente, no tuve nada que ver con ella. Mi madre tiene una historia loca. Dice que, cuando era joven, tuvo una especie de visión de que su bebé iba a estar en todas partes”, contó a las páginas de The Guardian en 2015.
Spencer Elden, a 25 años de la histórica sesión de fotos que lo inmortaliza en la tapa de «nevermind». Foto John Chapple
Sin embargo, como ocurre a veces, la realidad supera cualquier tipo de proyección, y en este caso también arrasó con las expectativas del propio líder de la banda, que a medida que su fama crecía a la par de las ventas del disco veía cómo se derrumbaba su propia vida.
Pero en aquel entonces, Kurt Cobain era una usina de ideas, entre las que tener a un niño naciendo bajo el agua en la tapa del segundo álbum del grupo era una aspiración que no resignaría fácilmente.
El concepto era compartido por Robert Fischer, director de arte de Geffen Records, la compañía a la que pertenecía NIrvana; sólo que conseguir una fotografía que lo tradujera apropiadamente era extraordinariamente complicado.
Un parto debajo del agua
“Kurt quería un bebé que estuviera naciendo bajo el agua. En aquella época, antes de que existiera internet, había que ir a la librería local y revisar los libros de partos para encontrar fotos. De modo que es lo que hice… Pero no había forma de hacer una portada con ello. No pude encontrar ninguna foto buena. Todas eran demasiado explícitas para usarlas”, explicó el creativo.
Kurt Cobain también jugó a ser el chico de la tapa. Foto EFE
De ahí en más, todo fue cuestión de agregarle aditivos al plan original. “A Kurt se le ocurrió añadir un anzuelo para hacer la escena más impactante. Pasamos la tarde sentados pensando en todas las cosas divertidas que podríamos poner en él», contó Fischer, según consignó el diario El País en una nota reciente.
El proceso incluyó algunas algunas propuestas desopilantes, en una especie de brainstorming que derivó en el archiconocido resultado final. «Por ejemplo, un trozo de carne, como un gran filete crudo. O un CD o algo que sirviera para simbolizar la música», sugirió alguien.
«Fuimos a comer -siguió Fischer- y estuvimos en plan: ‘¿Qué tal un burrito?’. También: ‘¿Qué les parece poner un pancho?’’. Estuvimos así durante horas. No recuerdo a quién se le ocurrió la idea del billete de un dólar, pero a todos nos pareció que era bastante buena”.
Recién entonces entró en juego el nombre de Weddle, quien en 2019 dio detalles a The Guardian de cómo se dio todo.
“En ese momento yo intentaba hacerme un nombre como el chico de la fotografía submarina, pero cuando me pidieron que hiciera la portada para Nevermind no tenía idea de si podría hacerlo. Hacerle fotos a un bebé era nuevo para mí. ¡No quería que acabara ahogándose por mi culpa!”, contó.
Cobain quería la escena de un parto debajo del agua en la tapa del disco, pero no pudo ser.
Sólo 5 minutos, para una eternidad
Finalmente, la sesión no duró más que unos 5 minutos, nadie salió lastimado, el fotógrafo se llevó una buena experiencia además de sus honorarios de 1.000 dólares -que incluía la contratación de un buzo, por si algo salía mal, y la foto fue al laboratorio en el que manos mágicas agregaron el anzuelo y el billete.
“Sabía que tenía la foto buena. Es lo que pasa con los fotógrafos de la vieja escuela: como profesional, debés saber que tenés la adecuada antes de irte. Sin embargo, yo no estaba seguro de que la compañía de discos la aceptara. Así que, por si acaso, decidí ir a una escuela de natación para niños y meter a media docena de bebés en el agua. Había una niña de 10 meses de edad que pensé que podría funcionar, así que le hice una foto de perfil. Pero a la discográfica le encantó la original de Spencer”, explicó Weddle.
A Spencer, en cambio, haber corrido el riesgo de perecer bajo el agua no le reportó gran cosa. O, más bien, poco y nada.
“Mis padres sabían quiénes eran Nirvana, pero no estaban muy interesados en la escena grunge. Mi padre, Rick (quien trabajaba en Hollywood como artista de efectos especiales], asistía en ese momento a la escuela de arte y sus amigos le pedían a menudo ayuda para sus proyectos», explicó el muchacho, 25 años después.
Y completó: «Así fue como su amigo Kirk lo llamó y le dijo: ‘¿Querés ganar algo de dinero hoy y tirar a tu hijo a la pileta?’. Mis padres me llevaron allí, al parecer me soplaron en la cara para estimular mi reflejo de inmersión (que hace que los bebés cierren la glotis en el agua), me sumergieron, me hicieron algunas fotos y me sacaron. Eso fue todo. Les pagaron 200 dólares y se fueron a comer tacos después”.
No obstante, Spencer tiene una teoría acera de por qué fue el elegido, pese a las alternativas que había barajado Weddle. «Creo que se debió a mi pene: muchos de los otros bebés eran niñas. Me alegro de que no fuera para algo como un álbum de los Backstreet Boys”, dijo.
Pero ese tono algo gracioso con el cual el chico de la tapa recordaba la historia hasta hace unos años, a tal punto que en un par de ocasiones llegó a recrear la escena metiéndose en la pileta una y otra vez como si se tratara de la palomita de Poy, en el ’71, contra Newell’s Old Boys, poco a poco fue cambiando.
Entonces, el logo de Nevermind tatuado en su pecho pasó a ser más un mal recuerdo que un motivo de orgullo. Y no sólo por los comentarios que debía soportar con respecto al tamaño de su pene.
Como la palomita de Poy. El bebé de la portada del Nevermind de Nirvana recrea la fotografía varios años después. Foto John Chapple
“Cuando voy a un partido de béisbol suelo pensar: ‘Tío, probablemente todos en el estadio me han visto desnudo siendo un bebé’. Siento que pasaron por encima de mis derechos como persona”, dijo a la revista Time en 2016, según también cita El País.
Al mismo tiempo que reclamaba que ni Dave Grohl ni Krist Novoselic, los dos sobrevivientes de la banda, jamás se comunicaron con él. Aunque tal vez ese no sea el motivo que más aflige a Spencer, quien según el diario español actualmente reside en Los Angeles y trabaja en arte urbano.
Lo cierto es que, al parecer, en todos estos años, lo único que recibió Spencer como retribución por haberle puesto el cuerpo a la tapa de uno de los más grandes éxitos de la música popular, fue un álbum de platino y un peluche que le mandaron a su casa cuando cumplió un año.
Y si bien Spencer en algún momento pensó en iniciar acciones legales contra el sello, desistió de hacerlo a sabiendas de que se trataba de una batalla perdida antes de ser emprendida.
“Todos los que participaron en el disco tienen toneladas y toneladas de dinero. Me siento como si fuera lo último del grunge. Vivo en casa de mi madre y conduzco un Honda Civic. Es difícil no enojarse cuando oís la cantidad de dinero que había en juego”, concluyó.
Fuente: Clarín