La literatura del fútbol quedó en el arco de Emiliano Martínez. No solo por esas tremendas atajadas de Dibu en los penales contra Colombia, sino -sobre todo- por la ficción de sus toreos verbales en los 12 pasos, su retórica de barro, su Mirá que te como, hermano.
La épica es un centro de gravedad del fútbol argentino. Es lógico, entonces, que lo de Dibu nos haya encendido como pirotecnia, como amor, más si le sumamos los tiempos desdichados de covid, de tanta muerte, de tanta tristeza a la cual te acostumbrás.
Pero la posibilidad de la épica es -dentro de todo- previsible en los penales. O sos traidor o sos héroe y bla bla bla. Me interesa otra cosa, más subterránea, y es la ficción. El poeta francés Paul Valéry decía que no se puede gobernar con la pura coerción, sino que hacen falta fuerzas ficticias.
Pues bien, Dibu Martínez, ‘nuestro Paul Valéry’ en Brasil, los boqueó a todos los pateadores de Colombia para desconcentrarlos, para irritarlos, y aplicó esas fuerzas ficticias. Les decía cosas como Mirá que te como hermano, mirá que te la tapo; te como, te como. Enloquecimos.
“Uff, qué pretenciosa esta columna”, quizás estará diciendo usted, lector, a esta altura. Pero la literatura no se opone por el vértice al fútbol. Bueno, la literatura no se opone por el vértice a nada. Al contrario, meterla en un lugar solemne le hace el juego a esa idea.
Que el boqueo de Dibu haya logrado su cometido es una circunstancia. La ficción no es verdadera ni falsa, sino que constituye una posibilidad de efecto, un nuevo lugar, un nuevo mundo. Y cómo necesitamos nuevos mundos, hermano.
Gracias, Dibu, hasta la próxima ficción.
Fuente: Clarín