“Estoy enamorada, sí, cada vez más… de mí misma”, dice Alessandra Rampolla. La sexóloga más famosa de Latinoamérica está en pleno proceso de reencuentro consigo misma tras una cuarentena que la mantuvo diez meses aislada, lejos de su gente querida. “Fue un año de mucha tragedia a nivel mundial, y también tuve las mías, personales”, reflexiona ahora, ya con un poco más de distancia del zarandeo emocional que implica atravesar una pandemia.
Pero la calma no parece ser, tampoco, la agenda de Rampolla en estos días. Tras rumores fuertes de roces e, incluso, de un supuesto enfrentamiento con Laurita Fernández durante una grabación, la puertorriqueña dejó El club de las divorciadas a pocas semanas de su estreno. “Ha sido hermoso ser parte”, afirma con calidez, y subraya que “nada tuvo que ver con la experiencia real de haber sido parte del programa”.
Además, en esta entrevista con Teleshow, Rampolla se mete de lleno con el tema que maneja mejor que nadie y todos quieren escucharla hablar: la sexualidad. “El factor erótico es una las patas del trípode que sostiene la relación. Suele ser de los primeros síntomas cuando las cosas andan mal”, dice, y promete consejos para quien quiera tomar nota.
—Nos tomó por sorpresa tu salida de El club de las divorciadas a tan poco del estreno. ¿Qué pasó?
—Arranqué sabiendo que no iba a poder estar todo el año: tengo que retomar un proyecto en Australia para una próxima temporada. Ese contrato estaba vigente desde el año pasado. Me siento súper afortunada y quería comentarlo porque se dijo mucho.
—Hubo varios rumores sobre tu vínculo con Laurita. ¿Cómo se llevan?
—Nos llevamos súper bien. Me sorprendieron mucho los comentarios que se dijeron porque nada que ver: no es la realidad, no están basados en lo factual. Nos texteamos, la conozco poco pero nos pasamos hablando de que queremos hacer plan para vernos fuera y todavía no hemos llegado a arreglar, pero sí, nos escribimos los fines de semana. Es una divina, la veo muy comprometida con el programa, con estar siempre preguntando cómo encarar tal tema. ¡Súper bien! Es muy buena conductora, tiene mucha luz, es muy empática con las personas que van al piso. Lo que dijeron, nada que ver. Fue un invento.
—¿La pasaste bien, entonces?
—Sí, me encantó tomar el rol por el que el público me conoce desde hace tanto tiempo. En televisión, hacía mucho que no me ponía ese sombrero exclusivamente y me gustó mucho poder estar en ese espacio. Trabajo muy bien en equipo. De hecho, somos también tres expertos en el programa de Australia así que no es ningún tema para mí pararme a un ladito de la conducción y sentarme como sexóloga. Estaba bueno porque la propuesta de El club de las divorciadas tiene tanto positivo para ofrecer en términos de poder ver reflejos de lo que la vida cotidiana en pareja realmente trae para tantas personas. Son todos casos que a cualquiera le pudo haber pasado. Es la realidad de tantas personas, hombres y mujeres, que sufren las secuelas de un amor que no funciona, de una desilusión romántica, que se quedan enganchados y no saben cómo manejarlo. Me gusta mucho la posibilidad que tiene realmente de tocar temas muy abarcativamente. En ese sentido, me parece súper cool cómo la sexualidad también tiene que ver con toda esta reconstrucción de una persona que se está, de cierta manera, también reencontrando para volver a lanzarse al ruedo, seguramente.
Volver al ruedo después de una pandemia
—Sentirse bien. Si tienes conexión sexual propia, hay espacio para compartirla con otra persona. También hay un trabajo importante de organización en esta era pandémica. Organizarse para sacar tiempo de adultos, fuera del contexto. Una terapeuta de parejas que admiro muchísimo, Esther Perel, explica que el deseo es como el fuego: para que crezca, tienes que abanicarlo y darle aire, porque si lo tapas, lo apagas. En una pareja, cuando estás muy metido, se apaga, y cuando dejas un poquito de espacio para la individualidad, para la distancia, para reconectar, se aviva.
—¿Hay que probar cosas nuevas en la pareja?
—Hay que replantearse cada cierto tiempo por qué no estoy probando nada nuevo. Ya sé que esto me funciona, es rico, pero si no le buscas la vuelta al bailecito, ya te lo sabes demasiado y no te va a interesar. No se trata de forzarse a hacer cosas que no quiere, pero sí un trabajo interesante en replantearse cuáles son mis reglas instaladas, si son válidas todavía y estar continuamente en esa renegociación con la pareja.
—¿Las fantasías hay que contarlas? ¿Hay que guardarlas? ¿Hay que cumplirlas? ¿O corremos el riesgo de arruinarlas si las realizamos?
—¡Todas esas cosas! (Risas). Es primordial saber elegir, de acuerdo a la relación con tu pareja, si estás a gusto o no comentándolas. Si es algo que se da libremente, sin miedo de ser juzgado negativamente y uno siente que eso va a sumar, por supuesto, hay un lugar interesante. Obligación no; para nada. Lo importante es tenerlas, tener cosas que activen la imaginación. Compartir y sugerir aquellas que uno realmente siente que quisiera experimentar y sabiendo que, en su gran mayoría, las fantasías superan la realidad porque todo es perfecto: todo el mundo huele bien, te dicen lo que te tienen que decir en el momento justo y con el tono exacto. Tú estás dirigiendo el cuento. En la vida real no tienes tanto control.
La magia de la química
—Una cosa es que la técnica sea mala, que haya torpeza, que no haya buena comunicación, que la persona no entienda por dónde pasa o esté tres centímetros demasiado a la derecha, arriba o abajo, etcétera. Esas cosas técnicas muy fácilmente se resuelven con comunicación. Pero la piel y la química aparecen o no aparecen. De lo contrario sería muy fácil encontrar a la persona que llene el check list.
—¿Cómo somos los argentinos en la cama?
—Aquí siempre se me cantan tan pacatos, nos falta tanto… Cada vez que vengo a Argentina es enchufarme de energía con toda esta pasión de la discusión que se da en todos los temas y te permiten tener una perspectiva. Se aprende mucho de tener el oído bien abierto al diálogo. Veo la mentalidad muy evolucionada, no hay vuelta atrás con ciertos temas en esta sociedad y, sin embargo, todavía se ven muchos comportamientos que no reflejan esa mentalidad.
—¿Qué tabús tenemos todavía?
—Permitirse realmente la equidad. Hay como un forcejeo. Si bien muchas personas están avalando, de parte de los hombres sobre todo hay mucho miedo a qué significa esto. Hay un poquito de susto con la velocidad en la que en los últimos años se viene dando un cambio tan marcado. No sé si los tabúes clásicos. En Argentina siempre se animaron a preguntarme directamente sobre nalgadas, cueros, sadomasoquismo y tríos, o cuando salió el tema de Flor Peña, sobre el poliamor. Se enganchan con todo lo que parece distinto y atrevido.
—¿Cuáles son los errores más comunes que cometemos?
—No permitirse la vulnerabilidad. A veces se confunde un poco la seguridad con la dureza y la rigidez. Si uno quiere vincularse con alguien hay que permitirse la vulnerabilidad emocional porque, sino, no hay conexión real. En el mejor de los casos el sexo es seriamente hot, erótico, con todos los componentes, pero también es vincular, expresión, contención, sentirse deseado y querido. Ven la vulnerabilidad como una debilidad y no como la fortaleza que realmente es.
—¿La pornografía nos ha ayudado o puso la vara tan alta que no tiene nada que ver con lo que pasa en casa?
—Yo creo que la puso tan baja (risas). La pornografía tradicional, que sería el 90% de lo que se encuentra online pone la vara muy, muy baja. Es tan alejado de la maravilla diversa de placeres que el ser humano experimenta. Es tan falocéntrico, tan limitante, tan poco representativo. Me da pena. Ha sido muy lindo descubrir trabajos de personas como Erika Lust que, por mucho, es mi directora favorita de cine porno. Es importante la representación de quiénes somos. Uno quiere mirar la peli porno, que es explícita, que ves personas gimiendo y comiéndose y haciendo cosas divertidas y divinas, y quieres imaginarte que tú también puedes ser esa persona. Si no, te desconectas y piensas que no entras en ese mundo y no eres capaz de disfrutar. Hace mucho daño esa falta de pornografía más realista.
—Volviendo a las fantasías, también existe una cuestión machista de que ciertas cosas uno no las hace con la novia o esposa. Como si la pareja formal no estuviera para eso.
—El síndrome de la madona y la puta. Se vilifica a la mujer erótica, que va a ser calificada como la puta y, por supuesto, no va a ser la madre de tus hijos, que es santa, pura y casta. Como si la pureza implicara falta de sexualidad. Es un mensaje muy distorsionado pero que está instalado en nuestra sociedad, en nuestra cultura, en nuestra literatura. La falta de pensamiento erótico como si fuera algo sucio, que mancha, que tiñe y que daña. Es muy difícil para muchas mujeres no sentirse malas personas, malas mujeres, entre comillotas, gigantes, por sus propios pensamientos eróticos, normales y naturales.
Educación sexual: cómo empezar a hablar
“Si cuando era niña o adolescente y me vendían el hombre perfecto de tal profesión, tal estatura, esta solvencia económica, etcétera, hubieran incluido ‘y que te dé maravillosos orgasmos’, hubiera ubicado a la sexualidad en un lugar distinto”, advierte Rampolla.
—¿Por dónde se empieza a hablar con los más chicos?
—Empezar. Un buen día, empezar… Abrir la puerta con lo que fuera, la normalización de la temática sexual. Lo interesante de conocer la diversidad de opciones que tiene la experiencia sexual humana. Igual que todos tenemos distintos ojos, nariz, boca, cara, también tenemos esas particularidades en términos de qué nos interesa, por dónde pasa mi erotismo, mi atracción, incluso, mi propia identidad. Estamos apuntando a eso en los últimos seis, siete años. En el mundo, pero sobre todo en Argentina, en términos de la equidad y de que cada persona pueda sentirse cómoda en su cuerpo, su identidad y sus particularidades. Mi consejo principal es empezar la conversación, decir las cosas en voz alta, ponerle nombre y apellido.
—Acompañar a los chicos durante su crecimiento y poder recordarles que uno puede decir que no en cualquier momento.
—Sí, y la validación del placer sexual. Lo poco que se enseña en las escuelas… Porque aquí entiendo que hay ley pero que no necesariamente se cumple, y en muchos países de América Latina ni siquiera hay parámetros legales, pero es tan importante no solamente darles información biológica sino también los contextos reales de enamoramiento, de lo que pasa en la adolescencia, de cómo manejar las emociones. Del placer que uno siente y cómo una o uno puede ser dueño de ese placer y no depender de una relación para sentir esas ricuras. La presión del grupo, los mandatos sociales. Sería tan lindo pensar en que la educación sexual de cualquier persona vaya acompañando en ese armado…
Fuente: Infobae