Las áreas que dependen de la presencialidad fueron las más castigadas “Brutal y sin precedentes”. Así califica un informe de la Unesco, titulado “Las industrias culturales y creativas frente a la Covid-19. Panorama del impacto económico” y elaborado por Richard Naylor, Jonathan Todd, Marta Moretto y Rossella Traverso a partir de diversas fuentes y bases de datos (la de Linkedin, en especial), el efecto de la pandemia en el ecosistema creativo mundial, que incluye a instituciones públicas y privadas, grupos transnacionales, empresas medianas y pequeñas, y a millones de trabajadores independientes.
Según la Unesco, que ya había emitido a comienzos de año un comunicado en el que pedía a los Estados que no descuiden a la cultura, el sector fue uno de los más golpeados por los confinamientos y las medidas sanitarias de distanciamiento físico en 2020. Los autores dividieron las industrias culturales y creativas (ICC) en seis subsectores: patrimonio cultural y natural (como museos y sitios históricos), artes escénicas y festividades, artes visuales y artesanías, libros y prensa, medios audiovisuales e interactivos y diseño y servicios creativos, como arquitectura y publicidad.
“Muchas personas en todo el mundo dependen de las ICC para sus medios de vida. Sin embargo, su trabajo, de carácter a menudo precario (o no contractual) ha hecho que los artistas y profesionales de la cultura sean particularmente vulnerables a los choques económicos provocados por la pandemia”, comienza el informe, que estima que en 2020 hubo una contracción de 750.000 millones de dólares en el valor añadido bruto (VAB) generado por estas industrias a nivel mundial, respecto de 2019. La magnitud de esta pérdida equivale a alrededor del 1% del PIB nominal mundial en 2019, y representa una “caída dramática en la capacidad de las ICC para mantener resultados positivos desde un punto de vista social y cultural”.
Esa caída corresponde a una pérdida de diez millones de empleos en el mundo en 2020, sin contar el impacto en sectores asociados a la cultura como el turismo. Desde ya, las ICC que más dependen de la presencialidad en lugares específicos –cines, salas de concierto y teatros, por ejemplo– son las que sufrieron las pérdidas económicas más importantes en términos relativos en los diferentes contextos nacionales.
Por otro lado, se destaca que el rendimiento de las ICC en diferentes países fue sistemáticamente peor que el rendimiento general de sus economías nacionales y que su suerte en distintos territorios estuvo atada a la gestión de la pandemia en los países. Las pérdidas en los ingresos de estas industrias en 2020 oscilaron en torno al 20% y el 40% y las mayores caídas absolutas en la contribución económica de las ICC se dieron en las megaciudades y otros grandes centros urbanos.
Por último, se consigna que los trabajadores por cuenta propia experimentaron mayores niveles de pérdida de ingresos y desempleo que otras categorías de trabajadores culturales y creativos.
Algunas cifras que arroja el informe son alarmantes. El 90% de los museos del mundo estuvieron cerrados temporalmente y un 13% enfrenta la posibilidad de no volver a abrir. Casi un tercio de los grandes eventos internacionales de arte fueron cancelados entre marzo de 2020 e inicios de 2021, y la mayoría de los que no fueron cancelados se celebraron de manera digital. La mayoría de las ferias internacionales del libro fueron canceladas.
El informe también consigna las “nuevas oportunidades” en el ámbito digital, al que muchas ICC (en particular, la industria audiovisual) se vieron obligadas a reconvertirse. No obstante, no todo es streaming. “No se puede decir lo mismo de gran parte de la adaptación digital en los otros ámbitos culturales por una multitud de razones –advierten los autores–. La producción y distribución digital en museos, patrimonio, teatro, ópera, danza, música en vivo y festivales tiene una historia mucho más reciente y está menos arraigada que en el campo de los juegos, la música grabada, la televisión y el cine”. En muchos casos, las organizaciones se han reconvertido al ámbito digital en una acción de “bien público” y para mantener el contacto con los espectadores, a la espera del retorno de la presencialidad.
Fuente: La Nación