No se aprende tango simplemente mirando a otra gente bailar; así, a lo largo de décadas, podríamos contar por miles los maestros de este baile popular, desde los más “académicos” hasta los más informales. En cuanto a Alejandra Mantiñan, gran bailarina con una fabulosa carrera, ella creó absolutamente sola un método propio apoyándose en principios de la biomecánica.
Dicho sea de paso, bailar tango no es nada fácil: para dominar de verdad ese complejo universo de conocimientos resulta imprescindible alguna forma de transmisión, aunque siempre habrá algún distraído que sostenga “ah, en otros tiempos se bailaba tango de manera espontánea”. No, no es así; basta decir que el famoso Cachafaz, ya antes de 1920, tenía su academia de baile muy concurrida, entre otros, por un buen número de “niños bien”.
Volviendo a la biomecánica, ¿es un término demasiado científico para asociarlo a un baile popular? Bien, es cierto que hay una base científica en el Método Mantiñan y de hecho ella estudió medicina hasta una etapa avanzada de la carrera. Pero es preciso sumar su sólida experiencia en el ballet clásico y en distintos bailes populares y su singular manera de explicar los mecanismos del tango, con una mezcla de sabiduría y humor bien porteño.
Alejandra Mantiñan, la bailarina y maestra de tango que creó un método biomecánico para aprender a bailar. Foto Prensa
Un documental en Cannes
Es en buena medida alrededor de su método de enseñanza que gira el documental Tango and Me, del dinamarqués Jorgen Assentoft, filme que fue nominado al Festival de Cine de Cannes 2021, al próximo Festival de Cine de la Mujer, en Toronto, y a una veintena más de certámenes cinematográficos internacionales.
Además de verla dando sus clases, Alejandra Martiñan habla en el documental del particular lugar que ocupa como artista y maestra de tango: su carrera fue construida por ella sola, independientemente de un compañero estable, tanto para bailar como para enseñar.
Dice: “El tango me dio la posibilidad de desarrollar mi sensibilidad como mujer y me gusta que los varones me traten como al ser frágil que reconozco que soy. Pero también tengo autonomía y fortaleza y muchos hombres me tienen miedo por mi carácter. Miguel Zotto me dijo una vez ‘sos la primera mina que le dio a las mujeres un nombre propio en el tango’. Es que siempre ha sido “la compañera de…”, como por ejemplo Juan Carlos Copes y María Nieves; pensemos un poco, ¿quién conoce el apellido de ella? En cierto momento empezó a hablarse de “la Mantiñan” aunque también hubo, por supuesto, una Milena Plebs, una Vanina Bilous. Pero yo me propuse dar clases sola, enseñar con la misma autoridad tanto a hombres como a mujeres. No creo que alguien lo hiciera antes”.
Aunque quizás puedan ser términos contrapuestos, hay en Alejandra Mantiñan algo muy femenino y a la vez considerablemente feminista.
Alejandra Mantiñan no necesitó de una pareja masculina para destacarse en el tango. Foto Prensa
Maestra de tango
Su experiencia internacional como maestra de tango es inmensa y así aparece en este relato: “Viajo permanentemente por el mundo -estoy hablando de la pre pandemia- y en cada lugar tengo que lidiar con su idiosincrasia específica: la de un árabe en Dubai y luego la de un chino que vive en un régimen político totalmente diferente; y después voy a Rusia y de ahí a Japón donde las personas en general no se tocan; y de ahí a España, un país donde la gente suele desnudarse en la playa. Me encantaría mostrar con imágenes cómo una mujer musulmana, antes de entrar a mi clase, se quita el pañuelo que le cubre la cabeza, y después se lo pone para salir a la vida. O a una pareja de japoneses, que se saludan con una reverencia, entran a una milonga, se abrazan para bailar como si fueran amantes y al despedirse, nuevamente una reverencia. Creo que tengo la capacidad de ayudar a la gente a emprender esos ‘viajes’”.
Alejandra ha tenido sucesivos compañeros de baile: entre otros a Gabriel Missé (al que un crítico de The New York Times llamó “el Barishnikov del tango”), Horacio Godoy, Mariano Otero y Aoniken Quiroga.
De este último podríamos decir que no tiene el físico habitual de un bailarín de tango profesional; de estatura más bien baja y con una corpulencia que no se veía desde Virulazo, Aoniken es sin embargo un bailarín absolutamente dotado de genio que en 2006 fue segundo ganador del Campeonato Mundial de Tango con Emilia Cerutti.
Un partenaire inesperado para Mantiñan, que dice: “Imaginate que antes mi compañero fue Gabriel Missé, el extremo opuesto a Aoniken en cuanto a físico y estilo. Yo fui jurado del Campeonato de Tango en ese año 2006 y en mi planilla había puesto primeros a Aoniken y su compañera. Pero el primer lugar fue para una pareja en la que la mujer estaba embarazada de siete meses… y es imposible ganar con esta clase de competencia. Bien, Aoniken era el mejor amigo de Gabriel Missé y una noche en la milonga La Viruta me avisa que quiere bailar conmigo. Espero, espero y nada. Me acerco y le digo, ‘gordo, ¿qué te pasa?’. Y así, finalmente, salimos a la pista. Fue tremendo. Se paró La Viruta: mientras bailábamos, las parejas se detenían para mirarnos y nos iban abriendo el espacio. Nosotros dos, en la estratósfera. ¿Viste que a veces uno se pasa la vida buscando su otra mitad? Así fue con él«.
«Esa misma noche le dije: ‘en algún momento vamos a terminar trabajando juntos’. ‘¿Estás loca? -me contestó- ‘¿vos tan estética bailando conmigo?’. ‘Vas a ver’, le dije. Y así fue. Dos veces nos dejamos y dos veces volvimos. Cada uno puede tener otros compañeros de baile y que todo ande fenómeno, pero no somos completamente felices. Esa felicidad que te hace pensar, ‘que se caiga el mundo, que me muera mañana y no me importa nada’; eso, eso sólo ocurre cuando bailo con Aoniken”.
Alejandra Mantiñan mostrando sus cortes y quebradas en la pista. Foto Prensa
-¿Tuvieron alguna relación sentimental?
-Nooo. En primer lugar, él tiene 36 años y yo, 54. Es como un hijo para mí, sería casi incestuoso sólo pensarlo. Él me dice que soy su mejor amigo.
El baile del corazón y su método
Jorgen Assentoft, que pasa seis meses del año en Buenos Aires y el resto en Dinamarca, descubrió a Alejandra Mantiñan hace tiempo, cuando la vio bailar en el Salón Canning: “Su baile me llegó al corazón”. Más adelante tomó clases privadas con ella y finalmente, después de haber hecho otros dos documentales focalizados en el mundo del tango, pensó en un proyecto fílmico que mostrara principalmente a Alejandra como maestra; de allí nació Tango and Me.
Para volver a la biomecánica, es una ciencia (nos dice el diccionario) que estudia la actividad de cuerpo humano en circunstancias y condiciones diferentes y analiza las consecuencias mecánicas que se derivan de actividades de la vida cotidiana, el trabajo o el deporte.
Alejandra Mantiñan toma de ella conceptos muy claros: “Para bailar bien tango, primero tengo que entender cómo funciona mi cuerpo y sus mecanismos. No sirve ir a una clase sólo para aprender pasos, eso lo harás después. Sería como enseñarle trigonometría a una criatura antes de que sepa multiplicar o dividir. Te doy un ejemplo: hay una creencia extendida de que el hombre “marca” los pasos a su compañera con el pecho y el empuje de los brazos. En cambio yo explico, a partir de la biomecánica, que cuando el hombre encaja los omóplatos, activa los músculos dorsales y siente el apoyo de los talones,esa “información” llega a sus brazos y a la cadera de su compañera; de este modo la mujer lo percibe y lo experimenta en ella: ya no es “empujada” sino “estimulada” y por lo tanto es más autónoma. O explico cómo funcionan, cuando se pivotea, las rodillas o el apoyo del pie para que los movimientos sean más fluidos y más estables. Yo aprendí más sobre el cuerpo humano desde que enseño a bailar tango que todo lo que estudié en la facultad de medicina”.
Alejandra Mantiñan, en medio de una clase en una milonga. Foto Prensa
Fuente: Clarín