El coronavirus cumple un año y medio y no deja de acechar al mundo y de alimentar desigualdades. Las crea incluso cuando no las esperamos.
Gran Bretaña tiene un 39% de su población vacunada con las dosis y empieza a dejar atrás la pandemia al punto de que el martes pasado no registró ningún muerto por Covid-19. Israel retomó, casi totalmente, su normalidad con menos de la mitad de su población con el esquema completo. Estados Unidos comienza a hacer lo mismo con el 40% de norteamericanos con dos dosis.
Alemania “rompió la tercera ola”, como anunció su Ministerio de Salud, con el 18% de su población inoculada con dos dosis. Hasta Hungría, el país que tuvo hasta hace poco la mayor cantidad de contagios por habitantes del mundo, logró torcer la curva de infecciones con el 12% de su población inmunizados con, al menos, una dosis de vacunas similares a las usadas en la Argentina, Sputnik V y Sinopharm.
Nada de eso ocurre en América del Sur, donde la pandemia parece haber adoptado su propia lógica, una que enfrenta a la región a una gran paradoja: los países que más vacunan -hasta más que algunas naciones europeas- enfrentan hoy momentos de picos de contagios e incluso de muertes.
Por lo menos el 44% de los chilenos ya fue inmunizado con dos dosis y el país está en el tercer pico de la pandemia. El 30% de los uruguayos ya recibió el esquema completo de la vacuna, pero las infecciones no bajan y el país se divide ante la posibilidad de un confinamiento total. La Argentina aplicó dosis equivalentes al 20% de su población y, pese a ese número y una nueva cuarentena, los contagios persisten en torno a los 30.000 diarios.
¿Qué diferencia entonces a la región de Europa, Estados Unidos o Israel? ¿Cuándo podrá América del Sur tener un respiro similar al de ellos? Esas preguntas tienen más de una respuesta y de un deadline: para algunos países será en el tercer o cuarto trimestre del año; para otros, a fines de 2021 y comienzo de 2022 y los restantes, por lo menos, en un año o más, de acuerdo con especialistas, gobiernos y bases de datos.
Una “nueva pandemia”
Este capítulo del coronavirus en América del Sur no solo se distingue de la situación en Europa o Estados Unidos sino que también se distancia de la versión 2020 de nuestra región, según los especialistas.
Es una pandemia que, a diferencia del año pasado, ahora afecta a pacientes más jóvenes, presenta mayores tasas de contagio y, con sincronicidad en todas las zonas de un país, multiplica la tensión sobre el sistema sanitario. Es “una nueva pandemia”.
“Hay dos pandemias diferentes, una de 2020 y otra de 2021. Esta presenta más severidad epidemiológica, más transmisibilidad y nuevas variantes, en especial la de Manaos y la Andina”, advierte Roberto Debbag, vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica en diálogo con LA NACION.
«Hay dos pandemias diferentes, una de 2020 y otra de 2021. Esta presenta más severidad epidemiológica, más transmisibilidad y nuevas variantes, en especial la de Manaos y la Andina»
Roberto Debbag, vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica
La variante de Manaos, en especial, es la que mayor preocupación despierta en la Organización Panamericana de la Salud, según dijo Jarbas Barbosa, subdirector del organismo, en la conferencia semanal de la OPS ante una pregunta de LA NACION.
La P1 es 2,5 veces más contagiosa que la variante original, la de Wuhan, y es la “más frecuente” entre las naciones de la región. Sin embargo, hay entre esos países algunas diferencias. Los más grandes y los de mayores ingresos sacaron ya una fuerte ventaja en la vacunación sobre los más pobres.
Según muestra la base de datos OurWorldinData, Chile, Uruguay, Brasil y la Argentina, en ese orden, están por encima del promedio sudamericano en dosis aplicadas (el promedio regional es 18% de la población) y ritmo de vacunación.
Con una fuerte aceleración en los últimos días, Colombia empieza a dejar atrás el grupo de los países que menos inmunizan, integrado por Venezuela, Paraguay, Perú, Ecuador y Bolivia, en ese orden.
Todos ellos están golpeados -incluso más que la Argentina- por una fatal combinación de conflictos políticos, malas gestiones públicas de la pandemia, falta de fondos, escasez de vacunas para comprar y la paralización de las entregas de Covax. Y ninguno de ellos podrá vacunar la suficiente cantidad de población como para dejar atrás la pandemia antes de mediados de 2022, de acuerdo con los datos de la base de seguimiento de la vacunación de Bloomberg.
De mantener el ritmo de inoculación y de recibir las vacunas compradas ya, Chile, Uruguay, la Argentina y Brasil recuperarán antes su normalidad; en el último trimestre los dos primeros, y hacia fines de 2021 y el primer trimestre de 2022, los dos últimos. Pero el camino hacia esa meta no es ni será lineal ni sereno.
Las primeras señales positivas
“Es increíble que, al mirar los datos de vigilancia epidemiológica, se mantienen estables los contagios pese al avance de la vacunación. Es algo que está pasando en todo el Cono Sur, incluyendo a Uruguay. Mi hipótesis es que el virus se transmite tan efectivamente que va buscando a la población no inmunizada y sigue encontrando huéspedes para colonizar”, le dijo Rafael Araos, el médico encargado de supervisar los estudios de fase IV de la vacuna Sinovac para el Ministerio de Salud de Chile, al diario El País, de Montevideo, el domingo pasado.
La sorpresa de los investigadores sobre la renovada contagiosidad del virus es tan grande como el avance del número de infecciones y el desconcierto ante el limitado impacto de las vacunas. De Chile y Uruguay a la Argentina y Brasil, la calidad y efectividad de las vacunas comienza a cuestionarse, más ante la evidencia de que las plataformas empleadas por Europa, Estados Unidos e Israel fueron más rápidas y eficientes.
Sin embargo, dentro de la obvia preocupación por la efectividad de las vacunas de virus inactivado y adenovirus usadas por los países de la región, algunas señales positivas empiezan a emerger de entre el aluvión de contagios.
En Chile, la nación más avanzada en la inmunización, un dato llevó algo de alivio a las autoridades sanitarias, criticadas por la baja efectividad de la vacuna Sinovac.
Pese a la suba de infecciones, las muertes caen desde el 13 de abril y desde hace varias semanas se mantienen por debajo de las 100 diarias al punto de que mayo se convirtió en un hito para el país. Junto con noviembre, fue el mes de menos decesos en un año y la mortalidad se equiparó finalmente con el promedio mensual de entre 2016 y 2019, antes de la pandemia, de acuerdo con el Informe Semanal de Defunciones del Ministerio de Salud de Chile, publicado el viernes último.
Perseguido por las mismas inquietudes que las autoridades chilenas, el gobierno uruguayo respiró aliviado a fines del mes pasado con los resultados de un estudio de las 862.000 personas vacunas con dos dosis. Catorce días después de la aplicación de la última inyección de Sinovac y Pfizer, con la inmunidad ya afirmada, solo fueron hospitalizadas 20 personas y murieron catorce.
Brasil y la Argentina, detrás de sus vecinos en niveles de vacunación, también reportan algunos datos optimistas. En la nación más grande del continente, los dos grupos que más rápidamente fueron inmunizados, los mayores de 80 y etnias aborígenes, muestran caídas significativas en la mortalidad. En la Argentina, en tanto, a medida que la vacunación avanza en los adultos mayores, principales víctimas del coronavirus, la letalidad cayó del 2,8% del año pasado a 1,4% este año.
El demorado camino a la inmunidad de Chile y Uruguay
Más que la inmunidad de rebaño, la primera meta de los gobiernos de la región, consciente de la limitación en la distribución de vacunas, fue bajar la mortalidad en los grupos más afectados en la primera parte de la pandemia, adultos mayores y personas con comorbilidades. Eso eventualmente alivia a los sistemas de salud, que trabajan al límite desde hace más de un año.
Con ese primer objetivo en marcha, Chile y Uruguay enfrentan ahora un gran interrogante. Ambos habían previsto empezar julio con sus respectivas poblaciones adultas ya inoculadas: entre 75 y 80% de chilenos y uruguayos, umbral que, según la OMS, acerca a un país a la anhelada inmunidad de rebaño. Eso tendrá que esperar.
Pese al avance de la vacunación y a la baja de muertes en los grupos inoculados, los contagios no caen; todo lo contrario, suben. En ambos países, las autoridades sanitarias explican que las infecciones ocurren, sobre todo, entre los jóvenes y otros grupos que aún no fueron vacunados o solo recibieron una dosis.
A eso se le agrega otro factor, uno que, para muchos especialistas, es determinante y marca la diferencia con lo que sucede en Europa, donde los casos se reducen, a veces en picada.
Pese que tiene un alto éxito en prevenir muertes y hospitalizaciones, la vacuna Sinovac presenta una baja efectividad -entre el 57 y el 65%, en función del área, la población y el grado de transmisión viral – para impedir los contagios. Ese fenómeno obligará a Chile y a Uruguay a ampliar la población vacunada y, por lo tanto, a extender para la primavera el plazo para alcanzar el umbral necesario para reducir significativamente las infecciones.
“La inmunidad de rebaño demorará mucho en llegar y vamos a tener que alcanzar porcentajes de inmunizados que se acerquen al 100%”, explicó Araos, el científico chileno, a El País, de Montevideo.
Chile, por lo tanto, empieza a prever la posibilidad de aplicar una tercera dosis de Sinovac para sellar la protección total contra el virus y cortar, de una vez, la ola de contagios, hacia el último trimestre del año, si mantiene el ritmo de vacunación actual.
Lo mismo prevé Uruguay. El estudio de la población inmunizada realizada por su Ministerio de Salud reveló que la vacuna de Sinovac tiene una efectividad de 57% para detener los contagios, mientras que la de Pfizer es de 79%, significativamente mayor. Rafael Radi, el científico que encabeza el grupo asesor de Lacalle Pou, fue crudo pero gráfico al explicar, la semana pasada, el nuevo desafío al que se enfrenta su país.
“Hay que pensar que estamos vacunando a una buena parte de la población con una vacuna con una efectividad en el entorno de un 55% y 60%. Si vos vacunás al 70% de la gente con una vacuna que tiene el 60% de efectividad, estás logrando inmunidad en el orden del 42%, porque hacés 6 por 7 igual a 42. O sea que va a ser difícil conseguir inmunidad de rebaño con la plataforma de vacunas que tenemos nosotros y pensando en escenarios de posibles nuevas variantes”, dijo.
Los baches de la Argentina y de Brasil
¿Si los dos países que más vacunaron en América del sur tuvieron que extender sus plazos para hacer caer significativamente la ola de contagios, qué sucederá con la Argentina y Brasil, las dos naciones que le siguen en el ranking, pero bastante por detrás?
Ambos tendrán también sus buenas noticias, pero enfrentarán también sus propios desafíos.
La Argentina, que ya tiene un 16% de su población con una dosis y el 6% con dos, empieza recién ahora a acelerar su vacunación, justo cuando está en pleno aluvión de contagios y muertes.
La segunda ola no tomó al país por sorpresa. A fines del año pasado autoridades y especialistas pronosticaban un nuevo pico de infecciones para abril y mayo, pero la desprolija gestión de las vacunas y la falta de cumplimiento de las principales apuestas del Gobierno impidió que el país llegara protegido a esta segunda ola.
De todas maneras, la inmunización de las franjas de más edad podría permitir a la Argentina aliviar el listado más triste de la pandemia, el de muertos, ya en unas semanas.
“La base racional dice que si vacunás a 80% de mayores de 60, producirá, a fines de junio, una caída en el número de muertos. Hay un segundo dato: con las vacunas que venimos aplicando hasta ahora, es probable que caiga incluso un poco más la mortalidad en julio”, dijo el infectólogo Debbag.
Su optimismo sobre la mortalidad se desvanece a la hora de predecir la caída del número de contagios a niveles que hoy registran los países de alta vacunación como Gran Bretaña, Israel o Estados Unidos. “El día que tengamos una caída a 1000 casos diarios no será este año. La transmisión cae recién con un piso de 30 o 40% de personas con dos dosis”, advirtió Debbag.
A diferencia de lo que sucede en Uruguay y Chile, la efectividad para prevenir las infecciones de las vacunas más usadas por la Argentina ronda el 80%, salvo en el caso de la Sinopharm, que es la menos empleada. Pero ese no es el desafío del país. En el caso argentino, el problema es normalizar la recepción, distribución y aplicación de vacunas, hoy caracterizada por el ritmo irregular.
Para alcanzar un 40% de población con dos dosis en diciembre, la Argentina debería vacunar 127.000 diarias en los próximos meses, un ritmo y una regularidad que no parecen imposibles pero que aún no fueron sostenidos en el tiempo.
Con 12% de su población con una dosis y 11% con dos, Brasil, por su lado, enfrenta sus propios problemas, que amenazan con demorar el umbral de la inmunidad necesaria para aplastar la curva a ya entrado el 2022.
“Ahora estamos ante un escenario de caída de casos y de muertos, en parte por las restricciones y en parte por la vacunación, pero es importante subrayar que no es una caída generalizada. Y el consenso entre los especialistas es que se viene una tercera ola, que puede ser la peor”, opinó Miguel Lago, director del Instituto de Estudios para las Políticas Públicas de Brasil, en diálogo con LA NACION.
La caída de contagios es acompañada, irónicamente, de una marcada caída del ritmo de vacunación en mayo, provocada por la falta de insumos para la fabricación de dosis y porque millones de brasileños decidieron no volver por sus segundas inyecciones.
Brasil, como otros países de la región, suele poner en marcha gigantescas campañas de vacunación. “Hemos llegado a inmunizar a 80 millones de personas en tres meses”, contó Lago. Es probable que el país en el segundo semestre cuente con las dosis necesarias para repetir ese hito: espera la llegada de cientos de millones de vacunas de Pfizer, Janssen, AstraZeneca y Sinovac, la más usada hasta hoy.
Sin embargo, enfrenta, como la Argentina, problemas de gestión que ponen en riesgo el éxito de la campaña. “Hay semanas enteras en las que no llegan las vacunas. Los estados trabajan de manera poco coordinada y el gobierno federal [de Jair Bolsonaro] sigue fallando en todos los niveles”, advirtió Lago.
Esa falta de gestión y coordinación enfrenta a Brasil a un creciente problema, que hoy pone en duda la inmunidad de rebaño en Estados Unidos.
Los 12 estados norteamericanos que superaron el 60% de su población adulta vacunada son todos demócratas; los cuatro estados con menos de 40% de habitantes inmunizados son republicanos. La grieta política amenaza el plan de Joe Biden de vacunar al 70% de los norteamericanos para julio.
En Brasil esa grieta es económica, los ricos estados del sur duplican en proporción de población vacunada a las regiones más pobres. El problema no es solo la desigualdad en sí misma si lo que ella genera. Cuando la inmunización no es pareja, quedan bolsones de contagios, escenarios potenciales para el surgimiento de nuevas y peligrosas variables.
Y ése es el enemigo a combatir por cada país y por América del sur en su conjunto. “Tenemos que evitar a toda costa el surgimiento de un nuevo cocktail viral”, enfatizó Debbag.
Fuente: Inés Capdevila, La Nación