Carlos II Molina con sus “hijos caninos”, Mina y Salomón
Julieta Demarco está convencida de que el amor toma distintas formas. Es vecina de Saavedra, tiene 44 años y una familia compuesta por dos hijos adolescentes, cuatro gatos, un perro y dos chanchas. Pochi y Cuba son dos minipigs –pueden llegar hasta los 100 kilos versus los 400 de otras razas– que demandan mucha atención y cariño. “Es lo mismo que tener un chico de dos años, con todo lo bueno y lo malo. Son superinteligentes y curiosas, les podés dar indicaciones y aprenden muy rápido. Y hay que estimularlas todo el tiempo porque si se aburren te dan vuelta la casa”, explica. Contrario al imaginario popular, Julieta afirma que son muy limpias y jamás huelen mal. Tanto, que duermen en su cama.
¿Son una familia multiespecie? La expresión se escuchó reiteradas veces la semana pasada a raíz del proceso oral contra un policía de Chubut por el asesinato de la perra Tita, ocurrido en marzo de 2019. Cuando el juez le preguntó a Marionella Castillo, cuidadora de Tita, cómo estaba compuesta su familia, ella dio una definición algo inusual: dijo que la suya es una familia multiespecie, que incluye a su pareja, sus hijos, sus dos perras y su gato. Y el sargento Elías Saavedra enfrenta ahora un juicio, acusado de infringir la Ley 14.346 de Protección Animal y de abuso de autoridad.
La pregunta sobre la familia se realizó en el primer día de audiencias. Marionella siente que perdió “una hija” y su respuesta refleja un paradigma. Desde la concepción del respeto a otras especies y del derecho animal, resulta incorrecto decir “mascota” porque se asocia a una cosa que se puede poseer; en su lugar, corresponde utilizar el término “animal conviviente”. Tampoco se habla de dueños de los animales, sino más bien de cuidadores responsables. Y estas novedosas definiciones legales ponen también en palabras los nuevos vínculos que cada vez más humanos establecen sobre todo con perros y gatos, aunque en menor medida con otras especies.
Con la llegada de Pochi y Cuba al hogar familiar de Julieta Demarco, hubo que hacer algunos ajustes. No se las puede dejar solas más de tres horas. Y se modificaron las vacaciones. “Yo amaba ir a la playa y la resigné; en este momento viajo a lugares que tengan pasto porque ni loca las dejo solas con nadie. Entonces alquilo quintas y trato de buscar destinos donde pueden disfrutar todos. Porque si no, no disfruto yo”, explica Julieta, que extraña a sus animales cuando se separan.
Según cuenta, las chanchas le cambiaron la forma de ver el mundo, porque generaron un vínculo muy estrecho. “Es un amor cercano a los hijos, porque son muy parecidos a nosotros. Ahí uno se replantea todo lo que tenía implantado en la cabeza y lo que piensa de la bondiola”, dice Julieta, que dejó de comer carne y comparte las aventuras de las chanchas de Saavedra de Instagram @Lapochivegana.
La principal bandera de los expertos en derecho animal es que los animales son personas no humanas. “Para el derecho y en todo el mundo, una persona jurídica no es más que una ficción: un ente susceptible de adquirir derechos y contraer obligaciones”, dice Lorena Bilicic, abogada penalista y directora del Observatorio de Derecho Animal Argentina, un espacio ad honorem que litiga por la causa.
Según explica, los animales no son los únicos sujetos que no pueden contraer obligaciones. Es lo mismo que sucede con las personas por nacer y quienes tienen alteraciones mentales graves: pese a que no pueden contraer obligaciones, nadie cuestionaría que se los llame personas ni dudaría que son sujetos de derecho.
Bilicic explica que si bien puede parecer una moda hablar hoy de los derechos de los animales, lo cierto es que ya la Ley Sarmiento de 1888 hablaba del maltrato hacia ellos. Luego la Ley 14.346, vigente hoy y por la que se está juzgando a Elías Saavedra, en 1954 estableció penas para quien haga víctima de crueldad a un animal: “En derecho las palabras cuentan y mucho, más cuando hablamos de una ley penal obligatoria en todo el territorio nacional. Si hablamos de una víctima, no nos estamos refiriendo al animal como una propiedad, sino a un sujeto. Nosotros decimos que los animales ya tienen derechos, lo que tienen es que ser reconocidos”.
Reconocimiento
La periodista Valeria Schapira, que se considera amante de los animales y los define como “hijos peludos”, sostiene: “Para mí no son simplemente perros, gatos, o el animal que fuera: el hijo no necesariamente es algo que sale de tu vientre y se puede ser padre o madre de diversas formas. No hay diferencia entre un ser que siente y otro”.
La sintiencia, o capacidad de experimentar sensaciones, es el fundamento principal de quienes reclaman el reconocimiento de los derechos de los animales no humanos, llamados así adrede para salir de una visión antropocéntrica.
Schapira realiza talleres de duelo para personas que perdieron “hijos peludos”. Cuenta que en una de las últimas ediciones lloró desconsolado un señor de 60 años. Hace poco había fallecido su perro, la única alegría que tenía al volver cada tarde a su casa en los largos días de pandemia. Era director de una importante clínica y lamentó tener que ir a trabajar al día siguiente pese a estar destrozado. Y agradeció la posibilidad de poder expresar algo que en algún punto se sigue considerando un tabú: la tristeza inmensa por la muerte de un animal.
“Cuando murió Joy [el golden retriever que la acompañó por once años] yo no me podía levantar de la cama. Se había muerto mi familia completa, el ser con el que viví más de una década”, recuerda Valeria. Cuando eso sucedió, hace tres años, hubo quienes criticaron que canceló un compromiso laboral. “Sigue habiendo tabú, esta sociedad parece muy liberal, pero no entiende el amor en todas sus formas. A ellos les diría que prueben vivir con un perro o gato y después cuenten cómo les cambia la vida”, dice.
En los más de diez años que la acompañó Joy, Schapira pudo ver cómo la sociedad se fue haciendo más pet friendly, al menos en la ciudad de Buenos Aires. Ella lamenta que no se haya podido modificar aún la ley de maltrato animal, que considera tiene penas muy bajas. “Es uno de los dolores que tengo en el alma, que aún no se haya podido modificar. Hoy vivimos en un país donde vos ejercés violencia contra un animal y en cinco minutos estás libre, cuando ya está comprobado científicamente que cuando una persona ejerce violencia sobre un animal ese siempre es el prólogo de otras violencias, como la violencia contra la mujer”, detalla.
La Ley 14.346 prevé penas que van desde los quince días al año de prisión para quien realice actos de crueldad contra los animales. Según detalla Lorena Bilicic a la nacion, en la mayoría de las causas la sentencia termina siendo una probation. “En el caso de Tita, si la defensa pública no hubiera tenido otro delito [el abuso de autoridad cometido por el sargento Elías Saavedra] para sumar a la carátula del hecho, no se hubiera llegado a juicio”, señala.
Damián D’antonio trabaja en la defensoría pública de Rawson y es el abogado que representa a Marionella Castillo. Reconoce que la justicia debe ir aggiornándose en entender “estas nuevas transformaciones sociales”, de las que aún no abunda mucha jurisprudencia. “Buscando información encontré un caso de Colombia en el que una pareja se separa y va a un juzgado de familia para que establezcan un régimen de visitas por el perro. El juez no encuentra normativa para enmarcar la situación y termina definiendo que como todos son integrantes de la familia sujetos de derecho, la pareja se debe turnar para tenerlo un mes cada uno”, relata. Cree que son las situaciones a las que se irá enfrentando el derecho en el futuro.
Carlos II Molina nunca escuchó hablar de las familias multiespecie, pero da por sentado que la suya está compuesta por su pareja y los dos perros que conviven con ellos. “Son mis hijos caninos, que decidimos adoptar”, explica el joven diseñador de moda. “Ahora que hay un concepto me siento mucho más amparado en mis emociones caninas”, agrega, entre risas. Tanto Salomón como Mina –los dos perros de tres y un año– llegaron luego de charlar mucho con Martín, que nunca antes había “tenido una mascota.” A Salomón lo adoptaron en una feria de Parque Centenario: estaba de espaldas al fondo de una jaula y Carlos supo que era el indicado. Mina se sumó en plena cuarentena porque vieron que, al estar más presentes en casa, podían dedicarle más tiempo a otro cachorro.
A poco de adoptarla tuvieron que operarla de urgencia. Carlos esperó dos horas fuera del veterinario con el corazón en la garganta. “Vengo de una casa donde siempre hubo animales y para mí siempre terminan siendo parte del ámbito familiar. Y hablo de cualquier animal, así sea una gallina”, aclara. En su hogar actual, parte del cuidado que les otorga es asegurarse de que en cada ambiente del departamento ellos tengan un lugar designado para descansar y jugar. “Me parece que ser amables con ellos es lo mínimo que podemos hacer”, concluye.
Fuente: La Nación