La noche del 24 de mayo de 1810 en Buenos Aires, debe haber sido agitada. Circularon por las calles de la ciudad distintos papeles, plumas y tinteros para estampar firmas en un petitorio popular al Cabildo.
Comandantes de milicias, milicianos y otros interesados movilizados recolectaron los nombres de quienes querían que la junta presidida por el virrey Cisneros -nombrada por el Cabildo sin respetar el voto mayoritario del Cabildo Abierto del 22 de mayo- fuera depuesta, y se nombrara una junta de gobierno sin el virrey.
En este petitorio presentado al Cabildo se proponían los nombres de quienes debían integrar esa junta. El Cabildo, presionado militar y popularmente -este documento es un indicio de esa presión callejera– nombró la junta propuesta la mañana del 25 de mayo, en la que se siguieron recolectando firmas.
Histórico. El petitorio para formar un gobierno patrio. Foto AGN
¿Los comisionados habrán ido puerta por puerta? ¿O habrá habido reuniones? ¿Habrá habido luna? ¿Había iluminación suficiente? ¿Habrán necesitado velas? ¿Habrá habido niebla de madrugada? ¿Bruma de río? ¿Rocío?
El documento ya enunciaba el principio de representación: “Los vecinos, comandantes y oficiales de los cuerpos voluntarios de esta capital de Buenos Aires que abajo firmamos por nosotros y a nombre del pueblo”.
Este petitorio es un documento excepcional. Es una iniciativa que buscaba personificar un nuevo sujeto político: el pueblo. Las personas que lo firmaban exigían que desde ese momento en más, el gobierno no fuera ocupado por autoridades coloniales.
En primer lugar figuran los nombres de los comandantes de milicias, como una advertencia de que se podría activar su fuerza de no atenderse sus demandas
Demandaban que “pudiendo el pueblo como lo hace reasumida la autoridad y facultades que había conferido” se nombrara una junta de gobierno local porque “esta es la manifiesta voluntad del Pueblo”.
También exigían el envío de una expedición militar al Norte. Y que fuera financiada con los sueldos del virrey depuesto. Se reunieron 409 firmas.
En primer lugar figuran los nombres de los comandantes de milicias, como una advertencia de que se podría activar su fuerza de no atenderse sus demandas. Pero hay dos que multiplican su representación, los comandantes Domingo French y Antonio Beruti, que firmaron dos veces, y la segunda, estamparon su firma “por mí y a nombre de 600”.
Tener firma era un indicio de alfabetización, y la mayoría de la población era analfabeta, por ende en estos personajes, como oficiales milicianos, también se sigue un principio de representación.
Este documento excedió a los vecinos que habían asistido al Cabildo abierto del 22 de mayo, que para ser convocados en calidad de “vecinos” debían además ser propietarios. Juan Manuel Beruti, hermano de Antonio, describió la jornada del 25 de mayo de 1810 en sus diario personal titulado Memorias Curiosas: “El 25 con motivo de una representación que hicieron un considerable número de vecinos, los comandantes y varios oficiales de los cuerpos voluntarios por sí y a nombre de, pidiendo no ser de su agrado la elección que se hizo por el excelentísimo Cabildo de los sujetos que componen la Junta (…). Luego que juraron sus empleos los vocales de la Junta, salió al balcón del Cabildo el presidente Saavedra, arengó al pueblo a la fidelidad, paz y armonía, y lo que remató gritó el pueblo viva la Junta. El contento fue general con esta elección pues fue hecha a gusto del pueblo, y al contrario de la primera que causó el mayor disgusto, que expuso a la ciudad a perderse”.
Además de French y Beruti, otra persona firmó dos veces: un cacique limeño que estaba en Buenos Aires, llamativamente reproduciendo la fórmula real, dado que los reyes firmaban “Yo El Rey”: firmó “Yo el Cacique Don José Minoyulle”.
Probablemente su padre fuera Don Francisco Humac Minoyulle, escribano de las comunidades indígenas de Lima. Este personaje fue figurando en distintos documentos. En 1806, fue detenido en Córdoba por ser considerado sospechoso por sus ropas extravagantes y lujosas para la condición de un “indio”.
Firmas. Los nombres en el petitorio que circuló el 24 de mayo de 1810. Foto AGN
En 1810 figura su firma en el petitorio. En 1812 también firma como cacique del “Virreinato de Lima” el petitorio que exige el cambio de gobierno encabezado por Monteagudo, el nombramiento de un nuevo Triunvirato y el llamado a una Asamblea constituyente.
Y en 1819, ante la amenaza de la llegada de una expedición española al Río de la Plata, el cacique ofrece 30.000 indios para dar pelea. Cuenta Ángel J. Carranza, “José Manuel de Minoyuye, Atahuallpa, Huascaringa cacique de sangre real (…) se presentó al Directorio el 10 de septiembre de 1819, ofreciendo ‘poner a sus órdenes, en la Ensenada, Quilmes y Conchas, a 30.000 indios de las pampas del sud, con las armas que ellos acostumbran (…) para salir al frente de los Huerakocha’ (españoles), ‘sin que las Cajas del Estado gasten nada para ello’».
Carranza concluye que «este patriota, que murió miserablemente entre nosotros y cuyo nombre no debe ser olvidado, es el mismo que en los primeros días de la Revolución (9 de julio 1810) se ofreció a levantar un escuadrón de caballería veterana titulado ‘de la Patria y América’”.
Qué pasó en 1806
El episodio de 1806 es bien curioso. Entre junio y agosto habían sido la Primera Invasión Inglesa. En diciembre de ese año, un capitán de Tulumba, Córdoba, eleva una denuncia al gobernador de la provincia, diciendo: “En este Curato, camino real para el Perú que se llama el Simbolar, casa de Don Ramón Bustamante se halla un indio que es Cacique, según él dice. El cual se vino de Buenos Aires tiempo ha extraviando caminos, después de la Reconquista. «
El cacique, contaba la carta, decía tener vínculo con los ingleses, que habían invadido Buenos Aires: «Él manifiesta en sus conversaciones muy adicto a aquella nación y contrario a la nuestra. Cuentan ha manifestado, se hombreaba con el Mayor General Inglés en Buenos Aires. Dice ser sobrino de Tupamaro, que tiene el mando de todos los Indios, y que cerca de sus poblaciones tiene comercio con Ingleses».
Ambrosio Funes, alcalde de Córdoba que intervino en el caso del cacique limeño
Minoyulle exhibía vínculos y un lugar destacado: «Ha manifestado una Real Cédula en que Su Majestad lo ha hecho Caballero Cruzado; trae las insignias o sus divisas en un par de petacas, donde lleva ropa muy decente, tres sombreros con plumajes galoneados y botón de oro y varias alhajas de oro. Todo esto me ha hecho maliciar así por su traje exterior con que anda tan vil y despreciable, como por su estada en este lugar (…)”.
La carta adjunta por el capitán seguía el mismo tono: “Su destino dice ser el ir a España a ver en persona al Rey; pero habiendo sabido que los Ingleses habían tomado la Capital, posó allí en efecto. Y hay quien dice lo vieron comunicar con Beresford».
El Alcalde del Cabildo de Córdoba, Ambrosio Funes, ordenó que se interrogara al cacique y se hiciera un inventario de sus bienes y papeles. El comisionado que realizó esta tarea no encontró nada sospechoso.
Pero de todos modos, Funes ordenó la prisión del cacique, por lo que fue reprendido por el Gobernador, que consideró un exceso esta acción y Minoyulle fue liberado. Probablemente harto de la persecución a la que era sometido por un régimen basado en la desigualdad, este cacique se fue de Lima y apoyó toda posibilidad de cambio del orden de cosas.
Fuente: Clarín