Una toma documental: Diego Rivera, echado en el suelo, da los últimos toques al retrato de la actriz María Félix, quien observa a su lado con curiosidad cómo pone su firma; la obra fue realizada en las Lomas de Chapultepec
Ciudad de México.- Si morir es un arte, como dijo la escritora Sylvia Plath (“yo lo hago excepcionalmente bien”), pocas figuras en México y el mundo reúnen el innegable talento para resucitar de Frida Kahlo, Diego Rivera y María Félix. Sus mitos regresan cada tanto, como los fantasmas a los crédulos, y tejen una nueva narrativa en torno a sus agitadas vidas. Muchas veces, se requiere de solo un recuerdo, para que las palabras vuelvan a estallar ahí donde hubo silencio para acallar el ruido. Es el caso del Retrato de María Félix, pintado por Rivera en homenaje a la venerada actriz que amó, y que en la actualidad está desaparecido. Ahora, resurge por medio de la que se cree una fotografía inédita del momento en que el muralista lo firmó, en presencia de la mismísima “María Bonita”.
Una selección de imágenes icónicas de Diego Rivera integra la Subasta de Obra Gráfica y Fotografía: Visiones artísticas sobre papel, que la casa Morton conduce mañana en Ciudad de México, que reconstruyen momentos de la vida artística y personal del pintor junto a Frida Kahlo. La subasta incluye fotografías de Juan Rulfo, Cantinflas y Marilyn Monroe, de 1962, cuando la actriz visitó México.
Entre las catorce piezas relacionadas a Rivera, se encuentra una de su féretro, primero en su estudio de San Ángel y después en el Palacio de Bellas Artes, cubierto con la bandera mexicana, mientras el presidente Lázaro Cárdenas hace una guardia en actitud de luto. También, una foto en la que Rivera besa a Kahlo el día de la segunda boda de la pareja, en 1940.
«Son varias las leyendas entorno a Rivera, Kahlo y Félix. Muchas coinciden en señalar a la pintura como el desencadenante de un sismo entre Frida y Diego, que en su cuarto de siglo juntos tuvieron como acuerdo respetar las incursiones amorosas de cada uno fuera del matrimonio.»
Pero la fotografía más impactante, acaso, es aquella en la que se ve a Rivera colocando su firma en el retrato de la actriz mexicana, que muestra a Félix contemplando el trazo del pintor. Así, una pieza de 11 x 15.6 centímetros se convirtió ahora en el único vínculo posible con el cuadro desaparecido, testimonio además de la apasionada vida amorosa que el pintor, su esposa y la actriz tuvieron cada uno por su lado y también juntos, a pesar de ellos.
“Se trata de catorce piezas, trece de las cuales se creen inéditas, luego de investigaciones en archivos y testimonios de los coleccionistas, al no encontrarse evidencia de exhibición anterior”, dijo a LA NACION Sofía Duarte, Gerente del Departamento de Arte Moderno y Contemporáneo de Morton Subastas.
Un tesoro polémico y perdido
El retrato de Félix, protagonista de películas como Río Escondido o Doña Diabla, es el resultado de la obsesión que Rivera tuvo hacia la diva, cuyo amorío se volvió un escándalo en el país. Las disputas que hoy provoca su desaparición son un eco de aquellos de hace ochenta años, cuando Rivera planeaba su gran exposición retrospectiva en el Palacio de Bellas Artes. El pintor trabajaba en ese momento en el cuadro, de 1949, y lo quería como pieza clave de su muestra. El revuelo empezó antes de terminarlo, con la prensa preguntándose si de verdad la actriz había posado desnuda durante las cuarenta sesiones que le llevó al pintor la obra, para las que se prohibieron los testigos. “Los reporteros hicieron constar que el vestido diáfano lucido por María en el cuadro apenas cubría los contornos de su cuerpo”, escribió Hayden Herrera en Frida. Una biografía de Frida Kahlo.
La actriz, inspiración de muchos músicos, como Agustín Lara, con quien estuvo casada de 1945 a 1947, y que escribió para ella “María Bonita”, le negó el permiso a Rivera para exponer el cuadro. El pintor le dejó de hablar durante un año.
Son varias las leyendas entorno a Rivera, Frida y Félix. Muchas coinciden en señalar a la pintura como el desencadenante de un sismo entre Frida y Diego, que en su cuarto de siglo juntos tuvieron como acuerdo respetar las incursiones amorosas de cada uno fuera del matrimonio. Que Rivera quería casarse con Félix, que Frida alquiló un departamento en el centro de Ciudad de México para estar lejos del pintor, que “la Doña” disfrutaba de la atención que recibía gracias al escándalo. Ninguna desmiente una realidad: Félix y Kahlo lo mismo eran amigas y se frecuentaban.<
El cuadro le aseguró a Félix atención sostenida, aun muertos Rivera y Kahlo, pese a que la estrella no necesitaba de las luces que titilaban desde el pasado: además de una carrera por derecho propio y su belleza sin discusión, la vida amorosa de la actriz era agitada para los estándares de la época. Con cuatro matrimonios -más un romance en Buenos Aires con el actor argentino Carlos Thompson y un supuesto ménage a trois propuesto a Rivera con una joven de 22 años (refugiada española que luego fue enfermera de Frida)- Félix tenía garantizada una cobertura mediática.
Aun su desagrado, María Félix conservó el cuadro en su casa de Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México, la misma donde Rivera lo firmó.
Su descontento quedó grabado en la entrevista que le hizo el periodista Jacobo Zabludovsky en 1994. “Me pintó como él quería, desnuda, porque él estaba enamorado de mí”, declaró. En el cuadro, Félix aparece de pelo suelto y con frizz, con un vestido largo y blanco, de escote corazón, cuyas transparencias revelan los pechos de la actriz.
El cuarto y último esposo de Félix, el francés Alex Berger, terminó de convencerla: “Tienes una pierna de palo, pareces sentada en el baño, estás horrible”, contó la diva, al citar a su esposo. Así, aprovechó la visita de un albañil que trabajaba en su casa, para “tapar un poco todo aquello”. “Le mandé poner unas pasadas de blanco (…). Así está, le quité lo desnudo”, contó. En la entrevista se aprecia la perplejidad del periodista, que quiso saber por la pintura con que se acomodó el cuadro: “Con la de la casa”, dijo Félix, señalando las paredes de su sala. Y reveló que nunca le gustó la pintura de Rivera, algo que, dijo, se ocupó de decírselo al mismo artista. “Imagina los Diego Rivera y los Frida Kahlo que yo tendría si me hubiera gustado su pintura”, dijo.
Juan Gabriel, el último dueño
Félix finalmente dio el óleo a Juan Gabriel, divo de la canción mexicana, fallecido en 2016 a los 66 años. Una versión dice que el cantante pagó por él una suma millonaria. Otra, que fue un regalo, en agradecimiento al amor que el ídolo de la canción de México le profesó en vida, al declararla su musa y componer “María de todas las Marías”.
El cantante, con más de 150 millones de discos vendidos, conservó el cuadro hasta poco antes de su muerte. Lo tuvo en sus casas de Malibú, de Las Vegas y de San Miguel de Allende, en Guanajuato, México. Pero como esta última estaba deshabitada, y temiendo un robo, Juan Gabriel le pidió al entonces gobernador de Chihuahua, César Duarte, que le cuidara la pintura. “La última noticia que tuvimos fue que el exgobernador tenía el cuadro”, dijo a la AFP Guillermo Pous, albacea del cantante, el año pasado. El detalle es que el exgobernador está preso en Estados Unidos, con cargos de peculado, mientras México busca su extradición.
Pous contactó a un colaborador de Duarte, quien puso condiciones para su devolución, que la familia rechazó, escribió el periódico La Jornada. La obra de Rivera es considerada Monumento Artístico; cualquier compra o venta debe ser informada al Instituto Nacional de Bellas Artes, que carece de información.
Mientras, la única forma de conocer el cuadro en su versión original, antes de la intervención del albañil de Félix, es la imagen que ahora sale a la luz y a la subasta con una base de solamente 6000 pesos mexicanos (unos 300 dólares que estiman podría alcanzar al doble). El verdadero valor es que encierra la verdad de las pasiones y soledades que rodearon las vidas de Rivera, Frida y María Félix. O acaso las resucita.
Fuente: Gisela Antonuccio, La Nación