Kate Winslet aparece en la pantalla ya lista y dispuesta a empezar la reunión virtual. Luce una imagen de formalidad que nos lleva de vuelta a esos tiempos no tan lejanos de las entrevistas cara a cara. Pero de inmediato, después de saludar vía Zoom al puñado de medios internacionales que la aguardaban, cambia de postura. Muy risueña, cuenta que quiso ponerse una elegante chaqueta negra para cumplir con lo que se espera de este tipo de encuentros. Pero al mismo tiempo se esfuerza para que la cámara que la enfoca en un rincón de su casa muestre lo que también lleva puesto: una remera oscura, calzas en el mismo tono y zapatillas. Como si acabara de llegar de algún paseo o caminata recreativa.
El tono extrovertido y locuaz que entregará Winslet en los siguientes 25 minutos contrasta de manera muy apreciable (y amigable, por cierto) con la incómoda, compleja y agobiada personalidad de Mare Sheehan, llamada desde ya a convertirse en uno de los grandes papeles de la carrera reciente de la actriz británica. Es la protagonista de Mare of Easttown, miniserie de siete episodios que se pone en marcha este domingo, a las 23, por HBO.
Allí veremos a una Winslet alejada de cualquier viso glamoroso, casi sin maquillaje, vestida al descuido con amplios jeans, opacos abrigos, grandes camperones y borceguíes para enfrentar un invierno que parece interminable, es el eje de una áspera y densa historia coral que transcurre en un pequeño pueblo de Pensilvania. Mare Sheehan trabaja como detective en la policía local e investiga un homicidio junto al cual asoman los aspectos más oscuros de esa comunidad, secretos que por lo general sus habitantes prefieren mantener bien guardados.
Mientras todo esto ocurre, en línea paralela a un desempeño profesional que recibe cada vez más cuestionamientos, la vida personal y familiar de Mare parece derrumbarse sin pausa y sin remedio. Vive con su madre (Jean Smart) y a la vez debe ocuparse de su otra hija y de un nieto, además de afrontar las secuelas de su ya roto matrimonio mientras imagina una posible nueva relación afectiva con un autor (Guy Pearce). Toda esta historia, marcada en buena medida por los reproches callados durante años entre personas que se conocen de toda la vida y los conflictos generacionales, fue escrita por el sagaz Brad Ingelsby (La ley del más fuerte, Una noche para sobrevivir, El camino de regreso), nacido y criado en un pueblito de Pensilvania no demasiado diferente al lugar en el que transcurre la acción.
Lo primero que destaca Winslet es cuánta gracia en un principio le causó asumir que su personaje le requería por primera vez hacer de abuela. “De repente entré en una dimensión en la que nunca había estado antes. Mare es la definición perfecta del multitasking, un tipo de mujer que en la vida real admiro mucho más que cualquier otra. Es muy diligente, trabaja más duro que nadie y hace malabarismos con tantas cosas al mismo tiempo. Siempre trata de hacer lo mejor para ser una buena madre, una buena profesional y una buena amiga. ¡Ah, y una buena abuela!”, completa con una risa franca.
“Más allá de eso –agrega- en el fondo creo que ella tiene un método bastante ortodoxo de hacer las cosas. Se desespera por tratar de no defraudar a nadie. Parece que nada altera su manera de ver las cosas, lo que hace, cómo lo vive, cómo se mueve en su casa y en su trabajo, y cómo actúa dentro de su comunidad”.
Winslet habla casi a borbotones y de sus palabras se desprende que se preparó con enorme meticulosidad para interpretar a Mare, que pensó muchísimo en la manera más apropiada de hacerlo y que quiere que todo ese trabajo introspectivo se conozca al detalle. Por eso dice que una de las cosas que más le importó fue mostrar su aspecto exterior, tan descuidado. “Mare es una mujer que no le presta atención al color de su pelo, sencillamente porque no tiene tiempo de mirarse en un espejo. Está demasiado ocupada haciéndose cargo de lo que le pasa a los demás. Para serles honesta, en el fondo no es demasiado diferente a muchas personas de la vida real que conozco muy bien”, explica.
Enseguida pasa de la exterioridad a la profunda riqueza interior que desde su mirada tiene Mare. “Nunca me había tocado interpretar tan de cerca a un personaje como este. Jamás. Y me encantó hacerlo porque a esta altura de mi vida y de mi carrera, atravesando la mitad de mis cuarenta años, lo único que busco son personajes de mujeres imperfectas. Ya no creo en ideales inalcanzables, porque me interesa transmitir lo que le pasa a las personas reales, a la gente de verdad. Busco historias auténticas con emociones genuinas”, se entusiasma.
Cuando se le pregunta sobre el mayor desafío que enfrentó al convertirse en Mare, dice que nada le costó más que construir en su propio interior una sucesión inacabable de situaciones traumáticas. “El personaje atraviesa un estado de ánimo marcado por penas y dolores enormes, sentimientos que además tenía el deber de sostener como actriz a lo largo de mucho tiempo. Se nos hizo todo muy complicado por culpa de la pandemia. Fueron 20 meses de trabajo en total”, agrega.
El rodaje de Mare of Easttown comenzó en septiembre de 2019 y tuvo que interrumpirse de golpe en marzo de 2020 cuando la veloz expansión del desconocido Covid-19 provocó una parálisis total en la industria del entretenimiento. “Como no pudimos terminar de grabar tuve que llevarme a cuestas todas las penas de Mare a mi casa, cargarla en mi cabeza y ponérmela al hombro durante toda esa pausa tan larga, hasta que en septiembre de 2020 retomamos el trabajo, que terminó en diciembre”, detalla Winslet.
Cuenta que sus hijos le decían todo el tiempo que no se lo tomara tan en serio y que se trataba de un personaje más. “Y yo les contestaba que no. Decía que Mare es real, es bien real, y no se hablaba más del tema. Asunto terminado. Se callan la boca. Silencio… Tan complicado se me hacía todo que a Cody Kostro, un actor neoyorquino muy joven y brillante que personifica en la ficción a mi hijo, no podía mirarlo a la cara cada vez que entraba en el set. Fue algo tremendo”, cuenta.
“Mis hijos me decían que no me tomara a Mare tan en serio, que era un personaje más. Y yo les contestaba que no. Decía que Mare es real, es bien real, y no se hablaba más del tema. Asunto terminado. Se callan la boca”.
¿Los actores jóvenes de la serie, que son muchos, le pidieron consejos a Winslet durante las grabaciones? “Siempre digo que lo más importante para un actor es cavar lo más profundo que se pueda en el personaje que le toca, capturar todo lo auténtico de ese papel y sobre todo creer en lo que le ofrece. Y después saber que nada es complaciente ni mágico en esta profesión. Hay que trabajar todos los días con los textos, con los diálogos, con las escenas”, responde.
De las nuevas generaciones de actores, lo que más le preocupa a Winslet es esa especie de “fama automática” que se inventa alrededor de ellos en las redes sociales. “Todos sienten una gran presión por ser exitosos de inmediato. Hay que salir de ese lugar, escapar de los peligros de la vanidad y refugiarse por completo en el personaje”.
A los 47 años, siete veces nominada al Oscar (ganó uno como actriz protagónica en 2009 por The Reader), Winslet cree que el mayor enemigo de un actor es la pereza: “No podemos de ninguna manera esperar que alguien más venga a hacer lo que nos corresponde. Hay que estar siempre atento y preparado para el papel que nos toca. Quedarse esperando un supuesto rayo de inspiración no tiene sentido. Mientras más nos comprometemos, más confianza ganamos en nuestras posibilidades. En este sentido, todos fuimos muy afortunados por haber hecho Mare of Easttown. Lo digo en plural, porque el grupo que armamos fue extraordinario, sobre todo del lado de las actrices. Todas tenían un apetito por aprender que me llenó de admiración”.
Citó como ejemplo a Julianne Nicholson, a quien conoce desde hace mucho tiempo. “Compartimos mucho tiempo en Nueva York cuando me mudé a esa ciudad, dimos las dos a luz en la misma maternidad y tenemos una conexión de verdaderas amigas que se refleja, según creo, en nuestros personajes, dos mujeres que siempre encuentran algo para compartir”, detalla.
Pero no todo es denso, profundo y complejo. Winslet en un punto parece temer que la convoquen todo el tiempo para interpretar personajes dramáticos y que se pierda de vista lo que le gusta hacer reír. ¡Yo amo la comedia! –dice con énfasis- y hace muy poco me tocó leer el script de una muy buena historia de comedia que espero que pueda hacerse. Los que me ven en un set saben muy bien que soy ahí de reírme mucho y que siempre trato de llevar adelante el humor como actitud constante en el momento previo al rodaje. Jean Smart, que interpreta a mi madre, me ayudó mucho a mantener ese tono. Con Jean siempre conseguíamos encontrar algún momento divertido en medio del clima tan amargo de la historia de Mare. No fue nada fácil”.
Winslet contó los días que llevó hacer la serie. Fueron 125 en total, con el Covid-19 en el medio forzando una interrupción que exigió de todos mucho temple, según reconoce la actriz. Y al mismo tiempo construyó un vínculo muy fuerte, dice, en términos de integración verdadera entre los intérpretes. “Se construyeron puentes muy duraderos con cada uno –concluye-. Y ese sentido de integración también quise que se reflejara en algunos detalles. Me negué de plano a que me dieran un tráiler más grande que los del resto de mis compañeros. Yo exigí en mi contrato que todos tuvieran los mismos derechos y las mismas posibilidades. Creo sinceramente que de allí nació la energía que tiene la serie”.
Fuente: Marcelo Stiletano, La Nación