Nacido en Lyon e hijo del escritor René Tavernier, el realizador fue periodista, crítico, publicista y ayudante de dirección antes de debutar como director en un episodio de «Les baisers» (1963), al que siguieron «El relojero de Saint Paul», «La muerte en directo» y «Cerca de la medianoche», entre otras películas de su primera etapa como realizador.
Integrante de una generación de cineastas franceses nacidos en la década del `40, que si bien fue reconocida, no alcanzó el prestigio crítico de sus antecesores de la nouvelle vague ni del éxito comercial de Luc Besson, Tavernier supo hacerse un lugar gracias a su manejo del polar (policiaco francés) y a su capacidad para crear personajes poderosamente humanos.
Pero, además, era uno de los estudiosos del séptimo arte, coautor en 1991 del monumental «50 años de cine norteamericano», junto a Jean-Pierre Coursodon, un libro devorado por generaciones de aficionados.
Además fue íntimo amigo de otra enciclopedia andante del cine, Martin Scorsese. La leyenda asegura que ambos usaban el vuelo del Concorde París-Nueva York para intercambiarse cintas de video, cuando conseguir una película era algo complicado, y no existían videoclubs ni, mucho menos, plataformas de streaming.
Con esa suma de características, el artista que en marzo de 2002 vino a acompañar la proyección de su filme «Déjenlo pasar» al Festival de Mar del Plata, se ganó un lugar de relevancia en la cinematografía europea.
La relación de Tavernier con la Argentina estuvo atravesada por la censura impuesta por las dictaduras militares y por su conocida filiación marxista que paralizaba a los censores de esos regímenes.
Por ejemplo, dos de sus películas -«Que comience la fiesta» (1974, editada aquí en video) y «Una semana de vacaciones» (1980)- nunca fueron exhibidas comercialmente en el país.
Y otra como «Horas inciertas» y estrenada en Francia en 1974 y llegó a la Argentina recién en 1981 con una importante cantidad de cortes realizados por la censura.
Ganador de la Palma de Oro en Cannes por «Un domingo en el
campo» (1984), su obra también destaca por «La muerte en directo» (1979) y «Más allá de la justicia» (1981).
De su única visita a la Argentina para participar del festival marplatense con «Déjenlo pasar», una declaración de amistad hacia quienes a través del cine y en plena ocupación nazi lograron soportar las presiones y la censura, dijo entonces que su arribo obedeció a que «sabía que el festival podía vivir momentos difíciles como los que vive este país».
«Es en esos momentos en los que uno tiene que ayudar y no en
los momentos en que todo anda bien», fundamentó en compañía, entre otros, de Fernando «Pino» Solanas.
En septiembre de 2015 Tavernier recibió uno de los últimos grandes homenajes cuando le fue entregado hoy el León de Oro a su trayectoria en el Festival de Venecia y como parte del homenaje se proyectó su filme de 1989 «La vida y nada más».
«No sabía que iba a tener esta vida, que ha sido extraordinaria. Estoy extremadamente orgulloso de mis películas, las reivindico, nunca he hecho compromisos para hacerlas, las he hecho siempre libremente», destacó el realizador al ser tributado.
Con una producción inquieta y desafiante a lo largo de toda su carrera, el artista se definió como provinciano, «no me siento parisino», dijo, y se posicionó «a nivel de la gente normal que conforma la Francia de las asociaciones, la que en un pequeño pueblo de Borgoña crea un centro de acogida de refugiados».
Al momento de presentar «Capitán Conan» en el Festival de San Sebastián y a pesar de la espectacularidad de la película que visita la Primera Guerra
Mundial desde la visión de uno de sus personajes y requirió de la intervención de cerca de mil extras en las escenas de batallas, sostuvo que «no he querido que el filme sea prisionero de sus momentos más espectaculares. Siempre he estado cerca de las emociones».
«Creo que el cineasta tiene que tener una responsabilidad al
rodar la violencia. No hay que tener miedo, ni utilizar un lenguaje moralista; pero hay que mostrar los terribles efectos de
la guerra, algo que el cine norteamericano no hace la mayoría de
las veces», subrayó el director francés.
«Demasiadas veces no se muestra a las víctimas. Estaba muy
claro en la Guerra del Golfo, donde nunca se vio un herido. En mis
películas he querido mostrar el horrible precio humano que hay que
pagar por ciertas cosas», comparó en septiembre de 1996.