Para el docente, guionista y escritor Ricardo Piglia (1941-2017), las tensiones políticas y la escritura estuvieron vinculadas, como fuerzas de choque que se retroalimentan, desde el comienzo.
Esto sucedió: luego de los bombardeos en Plaza de Mayo del 55, el padre de Piglia, un médico comprometido, salió a defender a Perón. Al año siguiente lo metieron preso por razones políticas. Una vez que salió de ahí, en el año 57 y totalmente derrotado, sintió que debía empezar de nuevo en un territorio desconocido. Así que cargó sus cosas en una camioneta y con su familia dejaron Adrogué (lugar donde habían nacido Piglia y su madre) y se fueron a vivir a Mar del Plata. Así lo describe el narrador en Prisión perpetua: “El 55 fue el año de la desdicha y el 56 fue el de la cárcel y el 57 fue todavía peor. Las cosas siempre pueden empeorar: esa es la tradición de los vencidos.”
Piglia vive esta situación como un destierro avasallante (“después de eso ya no me importó dónde vivía”) y comienza a llevar un Diario. Tiene 16 años. Se pregunta en Prisión perpetua: “¿Qué buscaba?” Y se responde algo increíble: “Negar la realidad, rechazar lo que venía. La literatura es una forma privada de la utopía”.
Ricardo Piglia. Dibujado por Rep en en el bar de la Biblioteca del Congreso.
Al llevar un Diario suceden dos cosas: Piglia se convierte en escritor utilizando este género como un laboratorio y centro de operaciones y de ahí mismo, como un devenir natural de la escritura, se desprenden sus primeros relatos. Es así como se pone una obra en marcha. Lo que nos lleva, más de medio siglo después, a la publicación de sus Cuentos completos (Anagrama). Pero no se trata de una compilación más, ya que para llegar a esta edición hubo que atravesar un largo viaje contra el paso del tiempo y la llegada del final.
Las «instrucciones para el futuro»
Cuenta el agente literario Guillermo Schavelzon al final del libro: “Entre 2014 y 2017, consciente de las dificultades que vendrían, conociendo ya el diagnóstico de la enfermedad que un par de años antes había comenzado como ‘un malestar en la mano izquierda’ (esclerosis lateral amiotrófica, ELA), Ricardo Piglia trabajó minuciosamente en un plan de futuras publicaciones. Entre las instrucciones para el futuro, como él las llamaba, tanto en reuniones personales como por correo electrónico, expresó su deseo de publicar un libro que reuniera todos sus cuentos escritos desde 1967.”
Para comienzos del 2016, la edición final de los Cuentos completos estaba lista y fue enviada a Jorge Herralde, el editor de los últimos libros de Piglia. Ahora llega a la mesa de novedades de las librerías argentinas y puede considerarse un acontecimiento, tal como sucedió cuando finalmente se publicaron los tres tomos de sus diarios: Los diarios de Emilio Renzi.
Es en ese sentido que dialogan las dos obras: como partes fundamentales de un recorrido que buscó comprender formas de vidas sumamente extrañas (y muchas veces marginales y fantasmagóricas, como es la vida de quienes escriben) en el mundo complejo de la última parte del siglo XX y comienzos del siglo XXI.
Escribe Piglia en el cuento En el umbral, de la sección Historias personales: “¿Cómo se convierte alguien en escritor –o es convertido en escritor? No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro).”
Tener en un mismo ladrillo todos los cuentos de Ricardo Piglia nos permite ver algunas recurrencias y estrategias (“esos fraseos y modulaciones de la prosa”) de un escritor que también pudo generar una teoría como docente alrededor de su práctica. Quizás las más memorables sean las tesis sobre el cuento: “Un cuento siempre cuenta dos historias” y “La historia secreta es la clave de la forma del cuento y de sus variantes”, explica en Formas breves (Anagrama, 2000).
El joven Piglia. Escritor y profesor.
En principio, Piglia fue alguien que utilizó el tiempo como un elemento más del proceso creativo. Es decir, cada uno de los libros salieron con no menos de cinco años entre uno y otro. Y esa distancia le permitía “asentar” los textos de un modo necesario para leer sus creaciones como si fueran de otro y volverlos extraños: “Me gustaría imaginarlo como un manuscrito perdido y vuelto a encontrar”, escribe Piglia.
De ahí también que haya libros que no sigan el orden cronológico dentro de la antología, como Los casos del comisario Croce, publicado en 2016 pero en la recopilación ubicado en 2007, el año en el que fue concebido. O libros que tengan versiones, como La invasión (1967) que en 2006 tuvo el agregado de cinco relatos, entre ellos el fundamental El pez en el hielo. Y en el prólogo asegura: “Cuarenta años es un buen plazo para saber si un libro resiste el paso del tiempo.”
Leer todos los cuentos juntos y tal como están planteados habilita a una puesta al día de la cantidad de clásicos que ya forman parte del campo literario argentino: Las actas del juicio, Mata-Hari 55, El laucha Benitez cantaba boleros, La loca y el relato del crimen, Nombre falso, por nombrar algunos que muestran los cuatro territorios (a grandes rasgos aunque hay más) que indaga: lo histórico (“la historia argentina le parecía un complot tramado para destruirlo”), el policial (“La ley me permitió conocer el crimen”), lo literario como aventura (“un crítico literario es siempre, de algún modo, un detective”) y la supervivencia frente a lo atroz, lo irreversible (“¡También los paranoicos tienen enemigos!”).
En rol docente. Piglia en su reciente ciclo de cuatro clases sobre novela.
Y entre uno y otro cuento, la figura de Emilio Renzi ingresando y saliendo como un personaje que no es el alter ego de Piglia sino, como bien dijo en muchas oportunidad, aquella otra existencia (pensar en sus Diarios ) que pudo haber sido: recordar que Piglia estudió Historia en la Universidad de La Plata para no “viciar” su relación con la literatura.
¿Hay una historia en esta compilación? Quizás sí y tenga que ver con el la manera en la cual Piglia fue atravesando el género «cuento» a través de las décadas y pasó de un estilo más clásico y cerrado (Borges como destino) a uno más abierto y personal (Historias personales es notable en ese sentido).
También, cómo fue vinculando en espejo sus cuentos con sus novelas (Nombre falso con Respiración artificial, Blanco nocturno con Los casos del comisario Croce, por nombrar solo dos) y la construcción de un estilo. Explica Piglia: “No creo que un escritor evolucione, son las formas las que cambian y uno solo debe estar abierto a la experimentación.”
¿En qué momento se produjo esa apertura? Es probable que sea en Homenaje a Roberto Arlt o en Prisión perpetua. Más allá de esto, los Cuentos completos funcionan como un legado (“instrucciones para el futuro”) que sigue interviniendo el presente pero en este caso tal como lo dejó listo y preparado antes de morir Ricardo Piglia.
Fuente: Clarín