Considerada tanto como una fuerza vital, de carácter aleatorio o directamente inexistente, la suerte es un fenómeno presente en la vida cotidiana por su aceptación o su desprecio, y para saber cómo funciona hay que hurgar en la profundidad de la psicología humana.
Mientras hay quienes sostienen que hablar de suerte es atarse a la inconsistencia de una creencia supersticiosa, la Astrología tiene explicaciones que podrían darles la razón a quienes apuntalan la existencia de la fortuna, y relacionan con un planeta en particular si una persona resulta agraciada.
No se trata sólo de un fenómeno relacionado con el azar y el carácter lúdico de quienes se apoyan en juegos y apuestas, sino que la suerte es un abstracto capaz de atravesar todo aspecto de la vida cotidiana, aunque el parámetro de aplicación es tan personal que no hay una sola forma de representarla.
La suerte es por lo general asociada con algo deseable que sucede por casualidad. Según la Astrología, puede atribuirse a la habilidad de traer a la vida prosperidad sin obstáculos ni inconvenientes.
Ganar un sorteo millonario tiene una directa vinculación con la suerte.
Y de acuerdo al estudio de los signos del zodíaco, donde Júpiter se ubique en el mapa es un área de vida donde se puede encontrar protección de la fortuna. También se lo asocia con la alegría y el optimismo. Y es precisamente en estas características del comportamiento humano es donde entra en juego la psicología.
Cómo funciona la suerte
Más allá de las discusiones filosóficas, la Real Academia Española define a la suerte con más de una acepción, aunque relaciona las dos principales con el “encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual” o la “circunstancia de ser, por mera casualidad, favorable o adverso a alguien o algo lo que ocurre o sucede”.
En el estudio de la mente humana, hablar de la suerte es referenciar un comportamiento relacionado con la actitud la constancia y la perseverancia de una persona al encaren su vida cotidiana y las relaciones interpersonales.
El licenciado en Psiquiatría Norberto Abdala explica que “diversas investigaciones psicológicas sobre las personalidades de los individuos ‘afortunados’ y ‘desafortunados’ muestran que los primeros son más extrovertidos, tienen más amigos, concurren con frecuencia a reuniones sociales, buscan realizar actividades grupales, son más curiosos y están más abiertos para hacer cosas nuevas y diversas”.
El 13, número que representa a la mala suerte: ilustración Shutterstock.
Es por ello que concluye que “las probabilidades de éxito aumentarán al tener mayores alternativas que surjan de una red social ampliada” y que, en paralelo, “casi todo lo contrario se observó en las personas ‘sin suerte’.
Abdala apunta además que “otro factor que diferencia a unos y otros es la autoestima, entendiendo como tal la capacidad que tiene una persona para valorarse, respetarse y aceptarse a sí mismo, y que se construye a través del tiempo”.
De tal modo, “los desafortunados suelen tener una baja autoestima mientras que los afortunados tienen, en general, una buena autoestima”, tal como surge de la explicación ofrecida por Abdala en la revista Viva.
El psicólogo e investigador británico Richard Wiseman, quien además está a cargo de la cátedra en la Universidad de Hertfordshire, sostiene que la suerte es una especie de profecía autocumplida, ya que está atada a los pensamientos y comportamientos de una persona y que es más una reacción frente a ellos que una fuerza que marque un camino.
En un casino, la fortuna es invocada de manera constante por los jugadores.
En un experimento, Wiseman se propuso identificar qué distinguía a las personas con buena y mala suerte a través del análisis de las trayectorias personales, creencias y cualidades psicológicas de 400 voluntarios que abarcaban desde un adolescente de 18 años hasta un jubilado de 84, seleccionados entre sectores tan distintos como la medicina, el trabajo en la fábrica o el cuidado del hogar.
Wiseman identificaba estas cuatro cualidades que definían a las personas afortunadas: tienen una gran habilidad a la hora de crear o identificar las buenas oportunidades; toman buenas decisiones haciendo caso a su intuición; crean profecías autocumplidas a partir de las expectativas positivas y adoptan una actitud resiliente que transforma la mala suerte en buena.
Así, según su teoría, aquellas personas que consideran que van a fracasar suelen mantener una actitud más tensa y ansiosa frente a los retos de la vida, lo que provoca, a su vez, que su habilidad para reparar en lo inesperado se reduzca. Por el contrario, las que piensan que son afortunados suelen lanzarse a aceptar retos o a probar suerte.
Fuente: Clarín