Desde el living de su casa en Londres, con un piano y una biblioteca como telón de fondo, Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1954) brindó una rueda de prensa virtual ante casi un centenar de periodistas y críticos hispanoamericanos donde presentó su nueva novela, un ansiado acontecimiento literario que marca el regreso del Premio Nobel de Literatura. Klara y el Sol (Anagrama), que llega a las librerías argentinas en abril, narra la vida de un robot, una Amiga Artificial, especializada en el cuidado de niños.
Ishiguro dedicó un momento de la presentación a mencionar a Juan José Campanella, a través de una de sus películas favoritas, El secreto de sus ojos, cuyo tema, la memoria, admitió el escritor, le fascina, y aborda también en su nueva novela. Además de comentar la trama de esta historia basada en La pregunta de sus ojos, de Eduardo Sacheri, Ishiguro se refirió al modo en el que la obsesión por el pasado puede detener a las personas. En Klara y el Sol, el lector asistea un bildungsroman (novela de formación), un relato en primera persona, una meditación sobre la soledad, la dificultad para ordenar los recuerdos y aquello que nos guía o paraliza sobre nuestro pasado. Ishiguro destacó a Campanella, a El secreto de sus ojos y aquel “periodo tan difícil de la historia argentina”. En alusión a un personaje que padece una tragedia [en la película es interpretado por Pablo Rago], Ishiguro sentenció: “Campanella trabaja esta idea de pasar página. Si te obsesionás mucho con el pasado, eso te puede detener, te puede impedir seguir adelante”.
Klara es una metáfora de un rol que desempeñan muchas personas en distintas sociedades: “Los seres humanos, cuando nos dedicamos a cuidar a otros, somos como máquinas programadas. Esto es lo que hizo mi madre con sus hijos [a ella, quien lo introdujo en el mundo de la literatura, le dedica el libro]. Incluso personas horribles, cuando las observás en relación con sus hijos, tienen esa atención y cuidado”, explicó el escritor el impulso que condujo a la creación de este relato. Cuando obtuvo el Nobel, ya había escrito “tres cuartos” de la novela. “¿Hay algo especial dentro de cada uno de nosotros que hace que seamos únicos? Esta es una de las preguntas que Klara empieza a plantearse en el mundo humano. ¿Qué significa que un ser humano ame a otro ser humano? ¿Somos únicos o somos reemplazables?”, precisó el autor sobre las preguntas centrales de la novela.
Su pasión por los libros para niños, en particular los ilustrados, inspiró al escritor para crear a Klara: “Los adultos solemos proteger mucho a los niños y siempre queremos presentar una versión amable del mundo, pero, en algún lugar, en los libros infantiles siempre es posible ver la tristeza y la oscuridad del mundo que les tocará vivir”. Klara cuida a una adolescente enferma, Josie, e incluso ocupa un espacio y un rol que les correspondería a los padres de la joven.
Klara y el Sol se encuentra en sintonía con trabajos anteriores del autor, relatos que han sido llevados al cine: Los restos del día (1989) y Nunca me abandones (2005). Stevenson y Kathy H., narradores, respectivamente, de las mencionadas historias, están al servicio de los demás, son seres frágiles que además poseen un conocimiento limitado del mundo propio de los universos acotados, plagados de normas, donde habitan y que restringen su libertad. “Esta novela es muy triste. El hombre que ha escrito esto debe animarse un poco”, pensó Ishiguro cuando releyó Nunca me abandones.
El autor encuentra puntos en común sobre las personas que retrata, que no pertenecen necesariamente a la clase trabajadora: “Intento decir que en nuestra relación para con el poder la mayoría de nosotros somos una especie de sirvientes”, sintetizó el Oficial de la Orden del Imperio Británico. Así, estos personajes de Ishiguro brindan su vida, su tiempo, sus propios órganos y su existencia completa a los demás. Sin embargo hay algo que emerge en este libro, diferente de los anteriores: “Quizá, con la edad, al hacerme mayor, me he vuelto un poco más optimista con respecto a la naturaleza humana. Quería que Klara nunca perdiera la esperanza y que hubiera en ella cierta bondad que no se diluyera”. Además, en este mundo de asimetrías sociales, de abusos y de oquedad, el autor de Cuando fuimos huérfanos, El gigante enterrado y Nocturnos propone con su obra una consigna y trabaja para crearla: “Necesitamos encontrar pequeños oasis donde podamos efectuar intercambios de decencia y bondad”.
Ishiguro se resiste a hablar de géneros puros y aunque de modo veloz podría ubicarse a esta novela dentro de la ciencia ficción, el autor abogó por mayor libertad y permeabilidad a la hora de considerar a las creaciones literarias, un problema que pareciera no obsesionar a las nuevas generaciones, como así tampoco la barrera entre cultura popular y otra expresión más elitista. Dentro de este grupo se ubica la hija del autor, Naomi Ishiguro, quien, recordó su padre, publicará en breve su segunda novela.
La primera persona ishiguriana, tan potente, exploradora del mundo, posee, según el autor, dadas sus limitaciones, una ventaja. En este caso en particular, y dada la visión restringida de Klara, dada su condición no humana, le permitió crear un personaje sin prejuicios: “Cada vez que me siento a escribir una historia agonizo durante mucho un tiempo para saber dónde radica el punto de vista de la historia y qué tipo de limitación debe tener el narrador”.
La industrialización ha causado, según Ishiguro, estragos en la sociedad, un hecho sobre el cual considera no hemos reflexionado aún lo suficiente. Y no es solo el avance de la técnica y su correspondiente deshumanización el problema. “La inteligencia artificial va a eliminar muchos empleos de mucha gente que hoy se considera parte de la elite académica o intelectual. En Klara y el Sol la gente no está desempleada, sino postempleada, no tengo soluciones ni ninguna recomendación, más allá de insistir que estos son temas sobre los cuales deberíamos reflexionar”. Si bien su ideología es más afín a la izquierda, la dicotomía izquierda/derecha “no está funcionando” en el mundo actual, consideró. “Es por eso que en mi discurso del Premio Nobel lancé mi deseo a los jóvenes para proponer ideas porque las viejas ideas ya no son suficientes”. Además, se refirió a “contramodelos exitosos y potentes”, como el de China o Rusia, que, gracias a la Big Data y a la cibervigilancia, se convierten en más poderosos aún.
El Nobel no modificó en absoluto la vida de Ishiguro ni mucho menos sus tiempos de creación y obstáculos a la hora de crear: “Esperaba que al volver de Estocolmo todos los problemas de narrativa se resolverían y que mi estudio, un tanto desordenado, se hubiera ordenado, pero no”. Además, el escritor confesó sin pudor que no escribe todos los días. “No soy de esos autores que se tienen que sentar a diario para escribir. Dedico mucho tiempo a reflexionar, a leer, a pensar, a escuchar música. Y, además, me gusta mucho hablar, dialogar, frente a un almuerzo o una taza de café. Durante horas. No quiero escribir un libro cualquiera. Prefiero, para eso, no escribir nada”.
Bob Dylan, siempre omnipresente en su creación, El cuento de la criada, Haruki Murakami y las películas de ciencia ficción –antes que las novelas–, como Terminator II o las de obras de Stanley Kubrick, han sido las influencias constantes y recientes de este escritor que se considera cinéfilo.
Ishiguro adelantó que en su próxima novela volverá a abordar el tema de la memoria a partir del presente, el propio y el de la sociedad: “Pretendo que cada libro refleje quién soy yo en el momento en el que vivo”.
Fuente: Laura Ventura, La Nación