Aún quitando de la resta todo el buen aprendizaje y las nuevas astucias que hemos desarrollado, estamos ante un daño económico que todavía no se puede medir: quizá esta sea la síntesis más franca de 2020 en las industrias culturales del mundo entero. Para el teatro, el cine y el arte, la pérdida ha sido tan brutal que en noviembre último Naciones Unidas consagró este año de las «Industrias Culturales y Creativas para el Desarrollo Sustentable». Propuesta por Indonesia, la iniciativa tuvo el respaldo de 81 países y se propone apoyar “un sector habitualmente mal comprendido y mal representado en la economía global”. ONU y Unesco le destinarán numerosos coloquios y acciones globales. Es que para la producción y gestión de cultura, el cambio de paradigma ha sido particularmente profundo, ya que las cuarentenas y el distanciamiento alteraron de raíz los parámetros de circulación urbana y las opciones del ocio. Los augurios europeos solo anuncian un nuevo rango de acertijos, los del trauma post-Covid y el demorado regreso a la sociabilidad antes normal.
Al cabo del letargo, ciudades y museos cambiaron de escala, al igual que las nociones de consumo, volcado al confort. El público tarda en regresar a los espacios cerrados, aunque éstos sean tradicionalmente los más vigilados y reglamentados de toda urbe.
Hace pocos días en una entrevista, Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, el gran museo moderno de Madrid, admitía a este diario que tienen el 70 por ciento menos de visitantes e ingresan el 80 por ciento menos de recursos propios. “Cortar el ticket” es factor decisivo en las instituciones de financiación mixta, es decir, no subvencionados integralmente por el estado como en nuestro país. No menos sombrío fue el panorama pintado por Miguel Falomir, director de Museo del Prado, cuando acusaba el derrumbe de visitas tras la reapertura. En los meses del verano europeo, recibió un 82 por ciento menos de visitas; para El Prado, el gong financiero sonará en abril.
En Córdoba después de casi un año cerrados por la pandemia, reabrieron los museos provinciales Caraffa, Evita y Dionisi / Foto Pedro Castillo / la Voz
A fines de enero se supo que el Louvre, el museo más visitado del mundo y el mayor de Europa, perdió 90 millones de euros por la pandemia con el cierre de seis meses, y sufrió una caída de más del 70 por ciento en visitantes. En los tres casos, se trata de ámbitos habituados a las multitudes urbanas, solventados con el turismo internacional de masas. Entró en revisión profunda la política de grandes exposiciones rutilantes, costosísimas en fletes y seguros.Lo sintetizaba Borja-Villel al señalar que el brío que antes destinaban a orquestar una muestra de Piet Mondrian, hoy lo aplican a una reunión con los vecinos del Reina: “Nuestra percepción ha cambiado. Más que hablar de visitar exposiciones hoy pensamos en aprender a habitarlas, a vivirlas”.
Tras la larga hibernación argentina, lo primero que se reveló fue la medida en que los museos lograron mejorar o crear espacios virtuales para mantener el lazo mientras todos estábamos cautivos -y ellos, con sus recursos humanos en home office. Decenas de galerías despuntaron en Instagram y transmitieron videos -el líder indiscutido fue el juez y coleccionista Gustavo Bruzzone, quien comenzó su tercer metier protagónico en las redes-, y muchos sitios hicieron aperturas online con sus artistas (sobresalieron Nora Fisch y Rolf). En la esfera privada, Proa, que siempre ofreció un espacio virtual, y el Malba en especial, reaccionaron con una agenda de calidad. Malba ofreció unas celebradas entrevistas públicas, entre otras, con el curador Hans Ulrich Obrist y con Boris Groys, crítico alemán de culto- y la innovación de un archivo de señeras performances latinoamericanas. La Fundación Andreani, en La Boca, cuyo bautismo quedó diferido, organizó la inauguración con recorrida virtual.
Museos iluminados, el Bellas Artes en el año de la pandemia. Foto: Emmanuel Fernández
Entretanto, casi la totalidad de los museos nacionales y municipales desescalaron la actividad virtual casi a cero. Páginas sin alimentar, o bien, confiando sus arcas de imágenes a Google+arts, como en el caso de Bellas Artes. Entre estos espacios oficiales, sin embargo, y debido a que desde su primera edición Bienalsur se propuso armonizar sus muestras en web y seguirlas con QR en tiempo real, la excepción adelantada fue Untref, que acercó conversatorios, locaciones e interlocutores. Tal vez influyó en el quietismo estatal que, desde fines de 2019 e imitando las normativas del gobierno de Buenos Aires, la comunicación museística quedó centralizada a nivel ministerial y perdió la iniciativa.
Por fin Argentina reabrió los espacios de arte a fines de octubre, tras siete meses. Primero las galerías, que nunca experimentaron ríos masivos y no sufren tanto el contraste, y por fin los museos, al cabo de siete meses. Unos pocos de ellos, en verdad los privados PROA y Malba y El Moderno, ofrecieron inauguraciones nuevas de baja producción. Es en estas próximas semanas cuando se abren las muestras más importantes del año.
El arte atraviesa en el mundo entero un ciclo de grandes emergencias temáticas y de él renace un acervo sumergido. Ese ciclo urgente está dominado por la catástrofe ecológica, el primer plano de las comunidades negras y aborígenes, el feminismo y las identidades sexuales. Ese manantial corría en latencia antes del Covid pero ahora está en modo alerta. No solo se trata de que algunos artistas activos hoy estén pensando esas cuestiones en su creación, sino que una gran ola de contenidos afines recorre la crítica y la curaduría, imponiéndose también como clave interpretativa del pasado y convocando al público… Aunque estos temas hoy son obsesivos, lo sumergido seguirá deparándonos gratísimas sorpresas. ¿Se ha renovado por completo la mirada; el mundo ha dado un vuelco para mejor, del que no podrá retroceder a un régimen anquilosado – exclusivamente blanco, masculino y occidenta-?
En Cuando cambia el mundo. Preguntas sobre arte y feminismos, abierta esta semana, el CCK busca reflejar las coordenadas de un arte que se hizo presente, en todos los sentidos de la frase. Sostiene su curadora, Andrea Giunta, que este será un año de nuevos inicios en una cantidad de órdenes. “Hemos experimentado la transformación extrema de las experiencias vitales que conocíamos. Las ficciones futuristas, extremas y distópicas de las ciudades vacías se volvieron con los meses formas posibles, incluso comunes. La distancia social revolucionó nuestras formas de vida. Las noticias de lo que cada día sabemos del mundo se regularizaron en curvas, contagios, proyecciones, muertes, vacunas, mientras rubros enteros de la economía se han detenido. ¿Será la participación presencial parte constitutiva de la cultura por venir?”, se pregunta.
En 2020 la historiadora articuló sus posiciones en la galería Rolf, que fue subiendo a la web por secuencias temáticas. Esta vez el CCK será entero para su selección, ocupando los cinco pisos, en el mismo formato inmersivo que la muestra inaugural del verano pasado, que debió cerrar justo el 8 de marzo debido a la emergencia sanitaria.
Años antes de la ola feminista #MeToo, la historiadora Georgina Gluzman impulsaba la inclusión de mujeres en el canon del arte argentino en su libro Trazos invisibles, mujeres artistas en Buenos Aires (1890-1923). En su tesis doctoral, ella exploró las reservas de los museos argentinos en busca de las pintoras arrumbadas, por décadas lejos del público. Y encontró un incómodo tesoro.
En la Revista Ñ, la propia Gluzman dedicó columnas quincenales (Ilustres y desconocidas) a la puesta en valor de esas «maestras». No todos los museos con patrimonio propio acusaron recibo. Con un año y medio de atraso por el maldito coronavirus, ahora esas artistas regresan de varias reservas a sala, en el Museo Nacional de Bellas Artes, que salda la deuda en la gran muestra El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950). Es una ironía que ya no sea Directora artística del museo Mariana Marchesi, quien comisionó la expo antes de ser degradada de su cargo al rango de coordinadora, en las primeras semanas de la cuarentena. Abre el 22 de este mes.
En lugar de descansar en exposiciones taquilleras que se contrataban envasadas – «llave en mano»-, la exposición Terapia, en el Malba, propone una nueva etapa de guiones propios. Con curaduría de la directora artística Gabriela Rangel y la curadora Verónica Rossi, buscará alumbrar lo que siempre estuvo a la vista y, por lo tanto, pasaba inadvertido: el vínculo carnal entre arte y psicoanálisis en Argentina. ¿Alguien puede desmentir que el coronavirus nos empujó al diván?
Fuente: Clarín