Para leer “Gambito de dama”: qué dice la novela que dio origen al éxito de Netflix

Similitudes y diferencias con la serie de un relato que hipnotiza. Y la historia de su autor, el escritor Walter Tevis, cuya obra está atravesada por personajes que combinan la fragilidad con el genio.

“Ahora o nunca”, le dijo el conserje Shaibel a Beth Harmon, invitando a jugar a esa nena de ocho años que había llegado al orfanato Methuen, en Kentucky, hacía poco tiempo. Había aprendido rápidamente movimientos de piezas de ajedrez con solo observar de reojo, a lo lejos. Estudiaba meticulosamente el tablero y, tras su insistencia, el hombre aceptó enseñarle. Lo que Shaibel no sabía (o quizá sí) era que aquellas palabras le abrirían el mundo entero a Beth. Y miles de partidas. 

Gambito de dama, el libro escrito por Walter Tevis en 1983 (reeditado ahora por Alfaguara en distintos formatos: papel, digital y audiolibro), hipnotiza con la fuerza del personaje principal. La dama de este tablero narrativo se llama Elizabeth Harmon y, como es previsible, la serie de Netflix y la novela hacen de Beth una protagonista similar pero no igual. Huérfana, solitaria, adicta a las pastillas y el alcohol, competitiva, frágil y genial, Harmon crece, desde los ocho a los veintidós años. Y mientras lucha contra sus demonios y los obstáculos que tiene por ser mujer en un mundo de varones, hace todo lo posible para convertirse en la mejor jugadora de ajedrez del mundo.

En las casi 350 páginas del libro -como en la serie-, la prodigio encuentra en el juego una forma de controlar un campo de batalla, un universo de 64 casillas, que le brinda ese efecto tranquilizador, una vía de escape ante tanta soledad. Pero en la novela, Beth es menos competitiva, con pensamientos políticos, más emocional y ligada al disfrute, tanto que dice que reír con su madre postiza, es “mejor que tomar cinco o seis pastillas”.

El escritor estadounidense Walter Tevis (1928-1984). Foto: gentileza Alfaguara

El escritor estadounidense Walter Tevis (1928-1984). Foto: gentileza Alfaguara

Netflix tiene sus necesidades: la joven ajedrecista del libro no es sensual, de mirada penetrante, de belleza magnética y pelirroja como la encarnada por Anya Taylor-Joy. Pero hay algo que sí son el personaje literario y el de la producción audiovisual: el producto y mezcla del reconocido jugador de ajedrez Bobby Fischer y de las experiencias, obsesiones y adicciones de Tevis.

Considerado uno de los mejores escritores estadounidenses del siglo XXTevis comenzó a jugar al ajedrez a los siete años (un año antes que la protagonista de su novela) y al billar unos años después. Sus padres decidieron dejarlo solo a los diez, ingresándolo en un hospital infantil para que se recuperara de una enfermedad reumática y del corazón. Allí -al igual que a Beth- le suministraron esas “vitaminas mágicas”, phenobarbital, un medicamento al que se hizo adicto y allanó su camino hacia el alcoholismo. Desde chico vivió esa soledad y frialdad, la misma que Harmon transita en las páginas del libro. Participó de la Segunda Guerra Mundial y luego estudió Literatura Inglesa en la Universidad de Kentucky. Incluso, fue miembro del Sindicato de Escritores de Estados Unidos y profesor de Literatura Inglesa y Escritura Creativa en la Universidad de Ohio; un trabajo que decidió abandonar para dedicarse de lleno a la escritura.

No le fue nada mal: tres de sus libros fueron adaptados al cine con éxitoEl buscavidas (1959), con Paul Newman como protagonista; su secuela El color del dinero (1984), dirigida por Martin Scorsese de nuevo con Newman junto a Tom Cruise; y El hombre que cayó en la Tierra (o «El hombre que vino de las estrellas», con David Bowie). Las pasiones, los personajes inolvidables, víctimas de sus debilidades y salvados por su genio atraviesan su obra. Pero Gambito de dama es especial.

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La clave de lectura está, en definitiva, en el tributo de Tevis a las mujeres inteligentes y valientes. “En el pasado, muchas mujeres tuvieron que esconder su cerebro, pero hoy no”, supo decir su creador.

La novela -elogiada como la mejor que se haya escrito sobre ajedrez desde La defensa, de Vladimir Nabokov- ya había despertado el interés de Michael Apted, Bernardo Bertolucci y del actor Heath Ledger antes de morir en 2008. Tanto es así que Ledger quería ser el director de la película y había contactado al guionista Allan Shiach para comenzar con la adaptación. El sueño quedó trunco, pero el interés de Shiach por la historia perduró y finalmente fue uno de los creadores de la miniserie que ahora arrasa en Netflix y que tiene dos nominaciones a los Globos de Oro.

Pero la primera escena de la miniserie no existe en el libro. París, 1967. Esa chica que sale de la bañadera con el vestido de la noche anterior, con el maquillaje corrido, con resaca y abatida antes de empezar una de las partidas más importantes de su vida es una creación de la adaptación. Frente al tablero y enfrentada con uno de los maestros de ajedrez ruso, Borgov, pierde el control de su mente. Abrumada y desesperada decide abandonar la partida. En el libro, Beth está tranquila, relajada, concentrada y sin noche alocada mediante. El libro empieza de una forma más poética, casi como una oda al empoderamiento con un poema del irlandés y Premio Nobel W. B. Yeats: “Para que las torres sean quemadas y los hombres recuerden ese rostro, muévete lo más suavemente posible, si moverte debes en este solitario lugar”.

La clave de lectura está, en definitiva, en el tributo de Tevis a las mujeres inteligentes y valientes.

En la serie vemos a Cloe, la mujer con la que se acuesta Beth en esa primera escena y que había conocido en la casa de Benny Watts, pero tampoco existe en las páginas que escribió Tevis. En la novela, es Jenny a quien conoce Beth, pero nunca más vuelven a encontrarse. ¿Y el impacto? Viene de la mano de otra mujer: una masturbación. En el libro -y en la serie no- Jolene obliga a Harmon a satisfacerla. A medida que la lectura avanza, la incomodidad se siente en la piel. Pero el personaje de Jolene representa lo incómodo de la época: una de las más grandes en el orfanato, sexualizada y sensual, deportista, afroamericana pero la primera con la que Beth establece un lazo afectivo de amistad. Esa relación es la que decide reestablecer Beth cuando toca fondo y llama a su amiga. A diferencia de la serie, Beth sabe qué hacer para rescatarse y busca a Jolene para emprender una rutina alejada de las tinieblas de las adicciones.

En plena tensión entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, en los años 60, Beth emprendió una aventura para enfrentar a los grandes maestros del ajedrez, y también a sus propios fantasmas. No necesitó plata prestada (nunca la pidió en el libro), ni tuvo a un grupo de varones ayudándola con los movimientos de piezas -solo Benny Watts-. Logra lo que se propone. Y la multitud vitorea a la dama del ajedrez. Había aprendido todas las jugadas de su vida sola, pero siempre se había imaginado lo que quería ser.

Fuente: Clarín