ROMA.- A días de cumplirse el quinto aniversario de la muerte de Umberto Eco, que falleció el 19 de febrero de 2016, y al cabo de una complicada batalla legal, finalmente se resolvió cuál será el destino de su fascinante e inmensa biblioteca. La parte moderna, con más de 30.000 libros y su archivo, irán a la Universidad de Bologna, ateneo donde el gran semiólogo, ensayista, filósofo y escritor, enseñó durante cuarenta años. Tal como quería su familia, la otra mitad de la herencia, la parte antigua de sus libros, que formaban parte de lo que él solía llamar su Bibliotheca semiologica curiosa, lunatica, magica et pneumatica, pasará a la Biblioteca Braidense de Milán, ciudad donde residía el autor de El Nombre de la Rosa, que fue un bibliófilo empedernido.
Con esta decisión salomónica logró desbloquearse una compleja y tensa pulseada entre la familia del famoso intelectual y el Ministerio de Bienes Culturales de Italia. Este había interpuesto el vínculo de indivisibilidad del patrimonio formado por sus volúmenes, al que la familia recurrió.
En una operación que dejó a las dos partes satisfechas, la justicia finalmente dividió el acervo: todo el archivo y los libros ‘modernos’ irán a la Universidad de Bologna. Tras una compensación a la familia, la parte antigua quedará en Milán, la ciudad donde vivió gran parte de su vida Eco, nacido en Alessandria el 5 de febrero de 1932; encontrarán su lugar 1200 ediciones anteriores al Novecientos, entre los cuales 36 incunables y 380 ejemplares impresos entre los siglos XVI y XIX. Muchos de estos libros antiguos fueron usados como fuentes de sus novelas.
La Nueva Biblioteca Eco –tal será el nombre, según el diario Il Resto del Carlino-, que surgirá en la llamada Alma Mater –como se denomina la Universidad de Bologna, la más antigua del mundo-, será diseñada por el arquitecto Luca Pedrazzi y surgirá en una estructura en Piazza Puntoni, adyacente al ateneo. Entre los detalles más interesantes del proyecto de Pedrazzi aparece una perlita: en el interior de la biblioteca también se reproducirá el estudio original del escritor, que ostentará exactamente la misma decoración y colores.
Francesco Ubertini, rector de la Universidad, no ocultó su entusiasmo. “El profesor Eco vuelve a la casa donde vivió como intelectual durante décadas. Los libros que Eco ha leído, que ha hojeado, que contienen sus apuntes y sus fichas de lectura serán objeto central de un gran proyecto de estudios”, dijo. “La mente de Eco es un gran continente para explorar y nosotros construiremos el lugar de trabajo en el que podrá ocurrir esta exploración”, adelantó.
Romano Montroni, jefe del Comité Científico del Centro del libro, destacó que el escritor estaría muy contento. “Umberto siempre subrayaba que la parte moderna de su biblioteca debería haber sido para la universidad donde había enseñado. El fin de la disputa es un gran honor para la Alma Mater y para el rector”, aseguró. “Cuando los libros estén puestos y la pandemia habrá pasado habrá que celebrar de modo público”, celebró.
El Ministerio de Bienes Culturales, por su parte, aseguró que las dos bibliotecas, la de Bologna y la de Milán, que reflejan “las dos vidas” de Eco, estarán conectadas. “Un comité de cinco garantes, dos de los cuales elegidos por la familia y dos del ministerio, garantizará la conservación, valorización y presencia de estudiantes y académicos en las dos bibliotecas, asegurando su unidad a través de una consultación digital”, explicaron.
Riccardo Fedriga, docente en la Universidad de Bologna y coautor junto con Eco de La filosofía y sus historias, recordó el significado que tenía para el gran pensador italiano la biblioteca. “La biblioteca tiene un valor universal, refleja todas las facetas de la personalidad del profesor, desde la pasión por la enseñanza al hecho de que los libros se gastan leyéndolos, de que son instrumentos”, afirmó al Corriere della Sera. “Cualquiera que recorrió esos corredores infinitos, llenos de estantes, se sintió protegido, en casa, en un lugar de trabajo. La biblioteca tenía un valor afectivo, encontrabas libros comprados en determinados períodos, que expresaban intereses particulares”.
Fedriga recordó que allí Eco encontraba de memoria lo que necesitaba. “No consultaba ficheros, sino que tenía una división por sectores que le permitía saber dónde ir a buscar. Era lo mismo que enseñaba: no son tan importantes las nociones, sino si uno es capaz de buscar y encontrar. Así, el orden de los estantes no estaba formado para siempre: cada volumen volvía a ser puesto en circulación, lo agarraba, lo volvía poner, reordenaba, encontrando quizás algo que no había buscado directamente, pero que le sugería nuevos caminos de búsqueda”, evocó. Y concluyó: “La biblioteca de Eco es el símbolo de un saber abierto, colaborativo, no encerrado, que pide continuamente la cooperación con el lector. Y es muy bueno que se vuelva accesible”.
Por Elisabetta Piqué
Fuente: La Nación