En 2011, Moris y Antonio Birabent sorprendieron al decidir grabar por primera vez un álbum de estudio juntos. Aunque nunca habían colaborado de manera intensiva, el nacimiento de Oliverio, el primogénito de Antonio, fue excusa suficiente para que ambos escribiesen a cuatro manos el repertorio de Familia canción.
En un marco de austeridad musical, padre e hijo lograron bocetar pequeñas viñetas costumbristas y melancólicas como retratos de un universo porteño analizado con microscopio, en una unión que fue tan celebrada como efímera. Una vez terminada la presentación del álbum, cada uno retomó su carrera en solitario, y nada parecía alterar la espontaneidad de esa colaboración fugaz.
El escenario se mantuvo igual hasta que la pandemia logró algo que parecía impensado. De a poco, Moris y Birabent comenzaron a trabajar juntos de nuevo. “Nos hablábamos y charlábamos. Empezamos por un tema, alguna letra, y después la escuchábamos. De repente fueron dos, tres, luego cuatro, hasta que un día Antonio me dijo: ‘Mirá, ya van cinco. Un poco más y hacemos un disco’”, explica el autor de “De nada sirve” sobre la génesis de La última montaña, el álbum en el que volvieron a trabajar a la par. El ida y vuelta de canciones comenzó a tener más fluidez y, una vez que se sumaron Lolo Micucci y Víctor Volpi como músicos y arregladores, el repertorio ganó en matices y colores. La idea de familiaridad está presente no solo en el trabajo entre ambos y la manera en que intercambian el protagonismo, sino también desde el arte de tapa, creado a partir de una pintura de Inés González Fraga, mujer de Moris de toda la vida y madre de Antonio.
-¿Qué los llevó a volver a trabajar juntos después de una década?
Birabent: –Empezamos casi de casualidad, con una canción. Lo que pasa es que se fue dando con fluidez, se fue haciendo fácil. Después, Víctor y Lolo nos devolvían sus arreglos y entonces cuando nos quisimos dar cuenta, el disco estaba casi listo. En el final, él grabó dos canciones más por su cuenta en el estudio, y logramos lo que parecía increíble, que era hacer otro disco juntos, que era algo que no estaba en los planes.
-¿No habían intentado repetir la experiencia en todo este tiempo?
Moris: –Yo creo que no, porque hubiera sido repetirnos.
Birabent: –Nos lo preguntaban muchas veces, pero para nosotros no tenía sentido. Sin embargo, tal vez porque no lo planeamos es que se pudo dar. Yo creo que si lo hubiéramos planificado con mucha premeditación, tal vez no lo hubiéramos hecho.
-A lo largo de las letras del disco aparece el paso del tiempo de manera muy presente. ¿Tuvo algo que ver que el repertorio fue compuesto durante la pandemia?
Moris: –Yo no lo sentí mucho. Lo que pasa es que es algo muy presente en mis letras y en las de Antonio: el tema del tiempo, dejarlo correr, la vida, la muerte, el tiempo y el espacio.
Birabent: –Trabajamos casi como si no hubiera nada excepcional en el ambiente. No nos afectó el contexto, diría que fue al revés. La música nos aisló y pudimos trabajar con libertad. Aparte, el disco no tiene que ver con la situación, aunque todo hoy se lee desde ese lugar. Creo que en ese sentido, y con Moris lo hemos hablado, la música es un refugio, es un lugar donde te aislás. Y es curioso, también, porque por otro lado te conectás mucho con vos y con el público que escucha. Es un lugar misterioso y a salvo.
-¿Hubo una manera distinta de trabajar el proceso de composición?
Moris: –Fue un proceso parecido, pero diez años después hay otra manera. Otra vez: el tiempo.
Birabent: –Podría haber sido lógico que fuera un disco más suave o con menos energía porque pasó una década, y sin embargo es más enérgico que Familia canción. Tiene más fuerza, más música, los arreglos son generosos y hay bronces, que le da una grandiosidad que Familia… no tenía, era un disco más cerrado. Este tiene más colores, y se tardó más en grabar que en componer.
-Ambos hicieron toda su carrera –o casi toda– como solistas. ¿Cómo les resulta trabajar con el otro, siendo además padre e hijo?
Moris: –Estamos solos, pero acompañados. Nos entendemos mucho, nos gustan muchas cosas parecidas. No tenemos que ceder en nada, y si lo tenemos que hacer es en pequeñas cosas. Pero hemos trabajado muy libremente, y creo que eso se nota en el disco.
Birabent: –Es más, ha sido más fácil este disco que Familia canción. Salió más rápido. Mi recuerdo es que al anterior tardamos más tiempo en hacerlo, y este es un disco que a pesar de que tiene más música y más arreglos, sin embargo se hizo más fácil. Si bien los dos somos muy solistas. por otro lado también entendemos que la música tiene que ver con compartir. A veces uno es solista pero uno de tus músicos es una persona que tiene mucho peso o que te da ideas. Yo no creo en esa idea de que uno hace el disco solo, siempre hay personas que te ayudan.
Moris: –Y los músicos han sido una parte muy importante de este disco, sobre todo porque el guitarrista (Volpi) fue el encargado de grabar y mezclar.
Birabent: –Más allá de lo musical, todas las personas que participaron en el disco han puesto el corazón y unas ganas bárbaras, y creo que eso es parte del encanto del disco. Una cosa viva.
-El concepto de familiaridad del disco se redondea con el arte de tapa, a cargo de Inés. ¿Fue algo premeditado?
Moris: –Quisimos cambiar un poco el concepto de caras y cuerpos, sólo una gráfica. Como mi mujer es pintora, vimos un cuadro suyo que tenía que ver con el título, se lo mostré a Antonio y le gustó, así que fuimos con eso.
Birabent: –De hecho, en un momento le pregunté “¿Cómo se va a llamar el disco?”, y él no dudó en decirme “La última montaña”. Me pareció perfecto, pero a esa altura yo no sabía que mamá tenía un cuadro con una montaña, no era algo tan fácil. Se dio de casualidad, pero calzó justo.
-Moris, en este disco reaparece la observación de la rutina laboral en “Mil hombres y mil mujeres”. ¿Qué te atrae de ese mundo para incluirlo en tus canciones?
Moris: –Me atrae la reiteración de la mecanización. Cómo se repite eso en el ser humano, el tipo que tiene que operar la máquina para hacer el café, el que tiene que poner el tornillo, el que tiene que manejar 12 horas un colectivo. Lo conozco porque he trabajado en las fábricas, cuando era vendedor.
–Las convertís en parte del paisaje que estás describiendo.
Moris: –Es que sin las personas sería una ciudad abandonada.
Birabent: –De hecho, en Familia canción, está el tema “Barrio pobre”, con letra de él, que también habla de eso, del trabajador. Pero pienso además que es una temática del blues, del tango. Hablar del laburante se ha desarrollado mucho en esas músicas. No en el pop, evidentemente. “El poeta de Varela” también tiene eso, una descripción del ser humano que se gana la vida en la ciudad.
Moris: –Es como dice el tango, “El músculo duerme, la ambición descansa”.
-En “La última montaña”, la canción final del disco, cerrás la letra con la frase “Yo no vuelvo más”. ¿A qué está dirigida esa despedida?
Moris: –”Yo no vuelvo más…” es como digo que rechazo el mundo del cual estoy hablando. El mundo de lo artificial, lo repetitivo, lo mecánico, lo burocrático, la guerra, el caos, todo.
Birabent: –Lo inhumano también. Alguna vez yo le dije a él una frase y tiempo después me la recordó, que era que si Sarmiento se levantaba de la tumba habría que decirle que al final la civilización es la barbarie. La civilización se ha convertido en algo así por el hacinamiento y las ciudades enormes. Vas a vivir a Tandil y seguramente esto no pase (señala a un colectivo que que se abre paso a bocinazos entre dos taxis), pero esa canción describe una realidad que cada vez es más dura.
-Decían que es un disco que no habla de la pandemia, pero de algún modo el mundo exterior termina entrando en las canciones.
Birabent: –Sí, es probable que muchas personas puedan sentirse identificadas con la descripción que hacemos del presente. Es curioso, porque cuando escuchás tangos del cuarenta, ya tienen nostalgia de la ciudad que se fue. No es nuevo eso, y seguro alguien en el futuro añorará este presente. Mientras tanto, la vida continúa y hay cosas que siguen estando, cosas humanas que por suerte están y tienen que ver con sentimientos más puros y simples.
-Al margen de este disco, ambos están trabajando en separado en proyectos literarios. ¿De qué se trata cada uno?
Moris: –Yo ya estoy terminando mi libro para Planeta, en plan biográfico. Se podría decir que le dediqué toda la vida, porque tengo recuerdos desde mis 15 años en adelante. Tengo a un periodista al lado mío, José Bellas. Yo escribí la primera parte y tuve muchas conversaciones con él, y así se fue armando el libro. Ahora estoy esperando que me lleguen los originales para corregirlos.
Birabent: –El mío es aún un proyecto. Si bien está escrito, entiendo también que los últimos años han sido difíciles para publicar. Es un libro de observaciones, relatos, pequeños cuentos, un poco es como la canción sin música. Son textos que tienen que ver con la observación, lo visual. Cuando por primera vez le acerqué los textos a Juan José Becerra, que me está ayudando, me dijo que el libro debería llamarse El hombre que mira, que es muy lindo título. No sabemos si quedará ese, pero tiene mucho que ver con la mirada.
Moris: –Mirar, observar, captar y escribir.
Birabent: –Es una cosa un poco automática también que estamos muy entrenados a hacer para la canción. En este caso es otro registro, tenés que pensar distinto porque no estás trabajando para el estribillo, para la estrofa, para la rima. Es otra duración, y también otra libertad. La canción tiene una estructura.
¿La observación ha formado parte siempre de la manera de trabajar de ambos?
Moris: –Algunas sí, otras son sentimentales. Pero no se puede trabajar sin eso, sin el aire. Observar le aporta leña al fuego.
Birabent: –No imagino un disco sin observación. A veces es una observación mínima, casi una excusa, pero entiendo que la atención visual es mi forma de comunicarme, o por lo menos de empezar a comunicarme con lo que me rodea.
-¿Dimensionaron alguna vez lo atípico de haber hecho dos discos juntos?
Birabent: –Cuando salió Familia canción, en las notas trataban de encontrar algún caso similar y a nadie se le ocurrió ninguno. Frank Sinatra cantaba con su hija Nancy, pero no se ponían a componer. Debe haber casos de padre e hijo cantando juntos, pero no sé si hay ejemplos que incluyan escribir e interpretar, y encima sean dos discos.
Moris: –Dean Martin cantó con sus hijos, pero no era compositor, eran todos intérpretes.
Birabent: –Tal vez alguien si se pone a investigar puede descubrir que pasó antes, seguro debe haber más de un caso. Pero así y todo, que se junten un padre y un hijo a componer y armar un disco… creo que lo podemos desafiar.
Fuente: Joaquín Vismara, La Nación