Al cumplirse 100 años del nacimiento de Patricia Highsmith, cuatro escritores argentinos conmemoran a la escritora estadounidense que murió en 1995 reconocida como una de las mejores autoras de ficción de suspenso y con una reputación que fue creciendo junto a su personaje Tom Ripley y a su obra, sobre todo el clásico «Extraños en un tren».
Luego de que su madre intentara abortarla bebiendo aguarrás, Mary Patricia Plangman nació en Fort Worth, Texas, el 19 de enero de 1921. Sus padres, Jay Bernard Plangman y Mary Coates, se separaron antes de que ella naciera y recién conoció a su padre a los doce años.
Fue criada por su abuela materna. Ser una hija no deseada marcaría su carácter y también lo sería el aguarrás, una recurrencia que nombraría en muchos de sus cuentos. El apellido con el que es conocida la novelista lo adoptó del esposo de su madre, Stanley Highsmith.
«Desde muy pequeña aprendí a vivir con un intenso odio que me hacía tener sentimientos asesinos», confesó la escritora, creadora de personajes capaces de ahondar en lo más profundo del ser humano.
A sus 26 años escribió un premonitorio brindis de año nuevo, en sintonía con ese sombrío relato que hacía de su su vida: «Brindo por todos los demonios, por las lujurias, pasiones, avaricias, envidias, amores, odios, extraños deseos, enemigos reales e irreales, por el ejército de recuerdos contra el que lucho: que nunca me den descanso».
Hay que decirlo. Una persona también se construye con sus sombras. Dejando de lado su enfermedad con el alcohol, y toda justificación con su dura vida, en la lectura de sus diarios, a los cuales hasta el momento sólo han accedido sus biógrafos y críticos, hay fuertes marcas de racismo y antisemitismo.
Se pueden leer fragmentos penosos sobre la población negra, los judíos y sobre «la mentira del Holocausto». Datos pocos conocidos, pero que no deben ladearse a la hora de hacer una mirada biográfica.
Nada de todo esto (o sí) anula en el lector el placer de la abundante narrativa de la novelista estadounidense integrada por obras como «Extraños en un tren» -llevada al cine por Alfred Hitchcock en 1951-, «Carol» y la serie de Ripley. Y por ese motivo, a propósito de los 100 años de su natalicio, Claudia Piñeiro, Sergio Olguín, Pablo de Santis y Ana María Shua testimonian a Télam sus distintas miradas sobre la escritora.
«Definir a Patricia Highsmith como una autora de novelas policiales es limitar su literatura», destaca Olguín, autor de la saga policial cuya protagonista es la periodista e investigadora Verónica Rosenthal.
«Ha escrito novelas muy buenas por fuera del género, como ‘Carol’ o ‘El hechizo de Elsie’. Pero incluso en las novelas o cuentos más cercanos al policial, Highsmith lo que mejor supo construir es un sinfín de personajes inolvidables, un entramado de historias que hablan de los prejuicios, los miedos y los peligros de la sociedad norteamericana».
Por su parte, Piñeiro, autora de «La viuda de los jueves», destaca el suspenso en la obra de su par norteamericana: «Dicen que cuando en un relato firmado por Patricia Highsmith aparecen un pozo y un niño, quien lee -si ya conoce a la autora- entra en estado de inquietud provocado por la anticipación y la certeza: algo malo va a pasar. Y es probable que ese estado no lo abandone durante la lectura, aunque finalmente Highsmith lleve el desenlace de la historia hacia otros rumbos. Es que ella es la maestra del Suspense; la prueba está no sólo en sus novelas y cuentos sino en el ensayo, imprescindible para quien le interese en género, que lleva ese mismo nombre: ‘Suspenso’».
De Santis señala que «no hay arte más secreto que el de Patricia Highsmith. En sus libros no encontramos frases memorables ni tramas perfectas. Abundan las escenas absurdas: por ejemplo, alguien se pone una peluca para ser tomado por otra persona (así lo hace Tom Ripley en la primera de sus cinco novelas, ‘El talentoso señor Ripley’). Y sin embargo es una impresión general de equívoco y de desasosiego lo que se le impone al lector. Los manuales de autoayuda y la retórica colectiva nos enseñan que es bueno ser auténtico: Highsmith advierte que ese descubrimiento puede llevar a la desesperación y al crimen», sostiene el autor de «La sexta lámpara».
«Una de sus novelas más absurdas desde el punto de vista argumental es ‘Ripley en peligro’», ejemplifica De Santis. Y continua con su explicación: «La trama es absurda y está resuelta con apuro. Pero es una de mis novelas favoritas y la leí tres veces, no puedo explicar por qué. Patricia Highsmith tomaba whisky en abundancia, pero somos los lectores los que nos emborrachamos», se ríe.
«Algunos autores del género negro, como Jim Thompson o James Cain, descubrieron un mecanismo singular», sostiene el escritor nacido en Buenos Aires en 1963 y se pregunta: «¿qué pasa si quien lleva la narración es el malvado, el asesino, y no el héroe? ¿A qué perplejidad moral es conducido el lector? Patricia Highsmith retomó este oscuro camino, y así nos impuso memorables asesinos, con el seductor Ripley o el delicado editor Vic Van Allen, de ´Mar de fondo´, una de sus mejores novelas. Van Allen está a punto de publicar una traducción de Jenofonte. ¿Quién sospecharía de alguien así?», concluye el prolífero escritor, autor de casi cuarenta títulos.
Olguín, nacido en Buenos Aires en 1967, sostiene que la serie de novelas de Ripley son entretenidas, pero que tal vez no sean las más destacadas de su bibliografía: «‘El grito de la lechuza’ podría haber sido escrita por Dostoievski o Simenon. ‘Carol’ y varios de sus cuentos plantearon una problemática femenina bastante poco común en su momento (e inexistente entre los llamados ‘autores de genero policial’)», sostiene.
Piñeiro es lectora fanática de ‘A pleno sol’, con Ripley y sus talentos, y de ‘Mar de fondo’ pero confiesa que «si pudiera robarle un cuento y escribirlo yo, le robaría ‘Tener ancianos en casa’, un relato en el que un matrimonio sin hijos decide adoptar una pareja de ancianos y todo sale mucho peor aún que si hubiera aparecido un pozo y un niño».
La autora de «Catedrales», «Elena sabe» y «Tuya», comparada por la prensa y la crítica italiana con Patricia Highsmith, tiene en su computadora dos calcomanías: donde apoya su mano derecha está Clarice Lispector, mientras que donde ubica la izquierda está Patricia Highsmith. Las eligió de una plancha de stickers que le regaló hace un tiempo la escritora Brenda Becette. Piñeiro sostiene que le gusta tenerlas ahí cuando escribe: «Siendo muy distintas, las siento complementarias, geniales, imprescindibles. Highsmith nos enseñó, además del suspenso, cómo se puede inventar una vida basada en la mentira, mucho antes que Emmanuelle Carrère en ‘El adversario’, o Javier Cercas en ‘El impostor’. Sin dudas, ha sido maestra de muchos».
Por último, la escritora Ana María Shua se pregunta: «¿Qué nos has hecho, Patricia, a tus lectores? Nos hiciste admirar a un monstruo como Ripley, nos hiciste desear que todo le saliera bien ¡y por si fuera poco, te reías! Nos obligaste a identificarnos con dos extraños que intercambian crímenes en un tren. Nos enseñaste que el mundo es un lugar sombrío y desdichado en el que vale la pena estar vivo para divertirse a costa de los demás. Y nos mostraste que una novela puede ser entretenida, deliciosa, apasionante, sin dejar de ser alta literatura. Que no es poco», concluye la multipremiada autora de microrrelatos, novelas y cuentos.