Tampoco se sabe quién fue el primer contagiado y si la cadena se inició en esta ciudad del centro de China. De hecho, poco se sabe sobre el origen de uno de los eventos más catastróficos de los últimos 100 años.
A la historia le faltan muchos detalles clave, incluida información adecuadamente detallada sobre la evolución reciente del virus, la procedencia y, sorprendentemente, el lugar, tiempo y mecanismo de transmisión de la primera infección humana. Para contribuir a la confusión, los esfuerzos por conocer más sobre el origen han sido empañados por diatribas políticas, campañas de desinformación, intentos por ocultar la verdad, suposiciones mal fundamentadas y errores.Se sabía que tarde o temprano iba a ocurrir.
«El mundo estaba muy poco preparado porque nadie se había tomado realmente en serio que pudiera haber una pandemia como esta, a pesar de que se sabía que tarde o temprano iba a ocurrir», lamenta en diálogo con LA NACION el doctor Adolfo García Sastre, codirector del Global Health & Emerging Pathogens Institute y del Icahn School of Medicine at Mount Sinai en Nueva York.
El mercado en Wuhan, ¿origen de la pandemia?
Wuhan fue la primera ciudad del mundo en reportar casos del nuevo coronavirus. Para el 30 de diciembre de 2019, médicos del Hospital Central habían alertado a sus colegas, e incluso a las autoridades, sobre la circulación de una extraña enfermedad. En los primeros mensajes ya mencionaban la palabra «Sars» o «coronavirus».
De los primeros 41 pacientes diagnosticados con el nuevo coronavirus en Wuhan, 27 (el 66%) habían estado expuestos al mercado de mariscos de Huanan, según un estudio publicado en The Lancet, por lo que se asumió que el brote había comenzado allí.
Cuando el primer grupo de investigadores acudió al mercado, ya había sido completamente desinfectado. Como resultado, no todas las muestras de animales vendidos allí fueron recolectadas, lo que implicó la pérdida de información clave.
El costo político para China por ser el lugar donde comenzó la tragedia fue enorme. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no dudó en apodar al Sars-CoV-2 como «el virus chino». Sin embargo, el gobierno de ese país siempre rechazó que se identificara a Wuhan como el origen de la pandemia y planteó la teoría de que la enfermedad ya existía en el extranjero. El 13 de marzo, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian, sugirió que fue el ejército estadounidense el que llevó el virus a China en los Juegos Mundiales Militares, que se celebraron del 18 al 27 de octubre en Wuhan.
Más allá de las acusaciones, el hallazgo de rastros de Sars-CoV-2 en aguas residuales de varios países (incluidos Brasil, España y Holanda) recolectadas semanas o meses antes del primer caso registrado aumentó el misterio sobre su origen. «Tal vez estamos viendo un virus latente que ha sido activado por las condiciones ambientales», señaló a mitad de año Tom Jefferson, epidemiólogo vinculado al Centro de Medicina Basada en la Evidencia de la Universidad de Oxford, al diario británico The Telegraph.
Sin embargo, García Sastre afirma que «la evidencia de que el virus estaba presente en aguas residuales antes del brote no es muy robusta y es cuestionable».La evidencia de que el virus estaba presente en aguas residuales antes del brote es cuestionable.
Los propios expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que aún tienen una visita pendiente a Wuhan, sugieren que podrían tardar años en establecer el origen del virus que en tiempo récord llegó a todos los continentes.
Derribando el mito del virus de laboratorio
A medida que el virus se propagaba a gran velocidad, también crecían las teorías conspirativas y una tomó especial fuerza: la que decía que el nuevo coronavirus había sido creado en un laboratorio chino y esparcido como arma biológica en contra de otras potencias.
El director del laboratorio del Instituto de Virología de Wuhan, Yuan Zhiming, rechazó las acusaciones en medio de los fuertes cruces. En abril, un grupo de científicos desmintió aquellas especulaciones en un estudio publicado en la revista Nature.Los investigadores lograron establecer que el Sars-CoV-2 no es una invención humana, sino producto de la naturaleza, lo que fue confirmado en mayo por la OMS.
«Tiene que ver con la secuencia genética del virus. Algo similar a como se sabe si alguien es hijo de alguien. La secuencia genética indica que este virus no está relacionado con ningún otro virus existente en un laboratorio», explica García Sastre.
¿Murciélagos? ¿Pangolines?
Si el virus no provenía de un laboratorio, entonces su origen debía ser natural. Más del 70% de las infecciones emergentes de los últimos 40 años han sido causadas por bacterias, virus, hongos o parásitos que se transmiten de los animales a los humanos. Pero ¿cuál era la fuente?
Los parientes más cercanos del nuevo coronavirus se hallaron en murciélagos, indica García Sastre, algo que fue confirmado por la Organización Mundial de la Salud en mayo, cuando el doctor Peter K. Ben Embarek, experto en seguridad alimentaria y zoonosis, declaró que el animal que actuó como vector fue el murciélago, los únicos mamíferos voladores causantes de otros brotes epidémicos de coronavirus en el pasado.
Sin embargo, un estudio publicado un mes antes de que se detectara la enfermedad en China sobre las infecciones por coronavirus que sufrían los pangolines malayos, reveló que estos animales portadores podían constituir un reservorio vírico susceptible de infectar a humanos.
Así, las investigaciones apuntan a que el animal era un murciélago que transmitió el virus a otro animal intermedio, un pangolín de acuerdo con el genoma del coronavirus encontrado en estos animales, que lo trasladó hasta los humanos. No obstante, la cadena podría estar incompleta. En junio, el Instituto Estatal de Sueros de Dinamarca detectó una versión mutada del coronavirus en visones que puede propagarse a los humanos.
«Hay muchos murciélagos en el mundo y rastrear a todos para ver si alguno tiene el virus original es prácticamente imposible», concluye García Sastre.
Primer encubrimiento: la transmisión entre humanos
Entre los primeros traspiés, se comprobó que en ciertas circunstancias, el gobierno chino actuó deliberadamente entorpeciendo las investigaciones iniciales. El 1 de enero, la televisión de ese país anunció que ocho médicos en Wuhan habían sido amonestados por difundir rumores que comparaban la nueva enfermedad con el Sars. Dos días después, el joven oftalmólogo Li Wenliang -quien falleció un mes después- fue convocado a la comisaría de su barrio para firmar un documento en el que prometía no continuar sus mensajes de alerta.
Oficialmente, a partir del día 5 y hasta el día 17, China no registró nuevos casos. Pero cada vez llegaban más pacientes con síntomas. Los médicos que atendían a esos enfermos ya intuían que el contagio entre humanos era algo más que una posibilidad. Pero las sanciones a sus colegas habían surtido efecto: nadie más levantó la voz en público.
De puertas para afuera, el mensaje de los altos funcionarios chinos era que todo estaba controlado, aunque el día 13 ya se había detectado el primer contagio en el extranjero, en Tailandia. El día 15, el director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades, Li Qun, declaró: «El riesgo de una transmisión sostenida entre humanos es bajo».
Recién el 20 de enero, el presidente Xi Jinping habló por primera vez públicamente sobre el foco infeccioso. Ese mismo día, el epidemiólogo Zhong Nanshan, veterano de la lucha contra el Sars, soltó la bomba ante los medios: el virus era contagioso entre humanos.
Falta de transparencia y amenazas
En los meses posteriores, la falta de transparencia siguió eclipsando el accionar de China. El 27 de marzo, el gobierno expulsó a 13 corresponsales extranjeros que informaban sobre el brote. Por su parte, el Ministerio de Ciencia y Tecnología anunció a principios de abril que cualquier investigación sobre el coronavirus debía obtener su aprobación antes de su publicación, una medida de censura.
Y más grave aún: personas que se habían expresado públicamente sobre la propagación o contra la estrategia del gobierno desaparecieron o fueron arrestadas, incluidos médicos y periodistas, según un estudio de IDEA International sobre violaciones de derechos humanos.
Subregistro de infectados y muertos
Las irregularidades también se observan en las cifras reportadas. China, que alguna vez encabezó la lista de contagios y muertes, y hoy ocupa el puesto 74 del ranking mundial con 94.525 contagios y 4752 decesos, números que han variado muy poco desde abril. ¿Logró China controlar el brote? ¿Qué tanto se puede confiar en las cifras oficiales? Documentos internos del Centro Provincial de Control y Prevención de Enfermedades de Hubei obtenidos este mes por CNN, revelaron que China escondió los números reales en las primeras etapas de la pandemia.
Fuente: La Nación