Leonardo Di Caprio
Nació en Los Ángeles, el 11 de noviembre de 1974. Empezó a empaparse de las mieles de la popularidad desde muy joven, en publicidades. En 1990, con tan solo 16 años, fue parte de las series Santa Bárbara y Los problemas crecen. Un año más tarde debutó en cine, con Clitter 3. Desde entonces Leonardo Di Caprio empezó a subir peldaños y a construir una carrera que parece no tener techo. Rápidamente se convirtió en un referente del cine hollywoodense con trabajos destacados, y por mérito propio.
Sus primeros años de vida no fueron para nada sencillos. Los problemas financieros sumados -a otros inconvenientes- hicieron que sus padres, George y Irmelin Indenbirken, se separaran cuando Leo tenía apenas un año. El niño se quedó con su madre, viviendo en los suburbios de Los Ángeles. En más de una oportunidad Di Caprio manifestó que creció sin pasar necesidades básicas, pero sin darse lujos. “Mi infancia me enseñó que la droga no es el camino. Yo salía a la puerta de mi casa y lo veía, tenía en mi cara que la droga le daba a esa gente una alternativa a la realidad”, confesó en algún momento sobre su infancia.
Leo con sus padres, Irmelin y George Di Caprio (Foto: archivo)
Lejos de todo eso que pudo sortear, se abrió camino en el mundo de la actuación. Empezó a transitar su propio destino hasta llegar a lo más alto. La meca del cine le tenía guardado un lugar y supo cómo llegar, hasta acomodarse ahí, entre los mejores. En 1995 ya tenía peso propio y comenzó a ser parte de proyectos muchos más ambiciosos, con mayor protagonismo, como en The Basketball Diaries y Romeo + Julieta, hasta que dio el gran salto al estrellato en 1997, cuando James Cameron lo convocó para protagonizar Titanic.
Con el trabajo en la multipremiada filmación, en la que se rememoró la catástrofe del trasatlántico que se hundió en abril de 1912 en su viaje inaugural, Leo se transformó en la anécdota predilecta del director del proyecto. Con el correr de los años se supo que el rodaje no fue sencillo. El agua helada en el momento del hundimiento que tuvieron que padecer los actores, las pocas horas de luz natural para trabajar y una frase que quedó en la historia: “¡Soy el rey del mundo!”. Esas palabras, que dice Di Caprio personificado como Jack cuando se acerca a la proa, se sube a la baranda y abre sus brazos, no estaban en el guión original.
Leo Di Caprio y sus amigos en el yate en el que supo hacer grandes fiestas. (Foto: Grosby Group)
“La frase se me ocurrió en el momento, cuando estaba en la grúa por filmar la escena. Nos estábamos quedando sin luz, nada nos funcionaba. Lo miré a Leo y le dije que tenía una frase para él”, contó Cameron.
En la vorágine, el actor no quería saber nada con repetirla. Le parecía que no era acorde al momento que se estaba narrando y que no le aportaría nada a la escena. “Él no daba crédito, no quería decirla -recordó el director-, pero le seguí insistiendo hasta que lo convencí. Le dije: ‘Quiero que lo digas y que vivas el momento. ¡Tienes que vender el puto momento!’”.
Leo Di Caprio y la mítica frase que lo obligaron a decir en Titanic (Video: YouTube)
Éxito y descontrol
Parafraseando esas palabras que quedaron guardadas en la memoria colectiva de los fanáticos de él y de la película, desde ese momento Leo se transformó en el verdadero rey del mundo. Logró tocar el cielo con las manos. Con 23 años, recién comenzando a vivir la vida, tuvo todo a sus pies. Incluso, se permitió ciertas licencias sacando a relucir su popularidad.
Fueron momentos en los que las salidas nocturnas eran moneda corriente. Las crónicas de aquella época reflejan que con varios colegas se colaban en fiestas VIP sacando chapa con su fama. También hacía cerrar bares para él y sus amigos. El derroche de dólares era inimaginable.
Leo Di Caprio en una de las escenas más emotivas de Titanic (Foto: archivo)
Con sus amistades de toda la vida, esos que estuvieron desde muy chico, la cuestión pasaba por el vandalismo y las travesuras, pese a que ya era una persona reconocida. En más de una oportunidad, avergonzado, lo contó como un recuerdo para el olvido. Con este grupo se hacían llamar los Pussy Posse, y la prensa adoptó ese nombre para escribir las crónicas sobre Di Caprio y sus laderos. Una de las diversiones era tirarle basura a los autos desde el puente de una autopista.
La prensa estadounidense, con interminables jornadas cubriendo las locuras de Leonardo –el nombre lo eligió su madre, en honor al renacentista italiano Leonardo da Vinci– acreditan y pueden dar fe de las fiestas interminables en su casa. Una de sus rutinas era pasar por un club de striptease para luego dirigirse a su mansión con gran parte de las mujeres que trabajaban ahí. Se dice que una vuelta vació la zona vip de un bar de Miami y que se fue con 20 chicas a su casa. “Nos gusta divertirnos, no es más que eso”, fue una de sus defensas más utilizadas.
Una de las primeras compras que realizó cuando su cuenta bancaria empezó a recibir grandes sumas producto de su trabajo, fue un yate. Una imponente embarcación que aun tiene en Ibiza, destino al que suele ir de vacaciones desde que comenzó a ser una celebridad. La diferencia es que antes lo usaba para hacer grandes fiestas en altamar, lejos de las miradas de quienes siempre lo apuntaron por su estilo de vida.
La embarcación sirvió durante año para “levantarle el ánimo” a sus amigos caídos en desgracias. El actor Tobey Maguire –Peter Parker en Spider-Man– fue uno de ellos, una vez en que se había peleado con su novia del momento. La ruptura lo deterioró anímicamente y ahí estuvo Di Caprio para apuntalarlo. A su manera, claro.
En 1998 la obsesión del púbico por saber más de su intimidad provocó un fenómeno en las librerías: entre los 20 libros más vendidos aquel año en Estados Unidos, la mitad estaban dedicados a descubrir distintos aspectos sobre su vida.
Cambio de vida
“Quiero que nadie sepa quién soy. Quiero parecer lo más seco, gris y aburrido posible”, comentó Di Caprio cuando empezó a darse su cambio de estilo de vida y la prensa lo consultaba al respecto. Más allá de la manera de divertirse que aun lo acompaña, ya no la intensidad de aquella época de derroche. Paso de la juerga a convertirse en un actor íntegro, preocupado por distintas problemáticas a nivel mundial.
Leo Di Caprio en una de las marchas por el planeta
Una de sus preocupaciones es el medio ambiente. Su inquietud empezó a ser tal que en un momento por gestión propia, sin intermediarios, pidió una reunión en la Casa Blanca para tratar el tema. En ese entonces lo recibió Al Gore, vicepresidente de Bill Clinton. Estados Unidos país puso mayor énfasis en el cambio climático. En gran parte gracias a su iniciativa, en el 2015 se logró un acuerdo mundial para darle prioridad a las cuestiones referidas a lo climático.
Di Caprio creó una fundación que lleva su nombre destinada a defender los últimos lugares silvestres que quedan en todo el mundo. “La protección de la biodiversidad, la conservación de los bosques en todo el mundo y los océanos, son mi preocupación. Es necesario que se le dé mayor relevancia”, argumentó, al hablar de su proyecto.
Actualmente, la Fundación Leo Di Caprio respalda financieramente a más de 35 proyectos destinados a la protección de ecosistemas frágiles y especies clasificadas como claves para el mundo. Además del proyecto personal, también forma parte de otras ONG como Word Wildlife Fund, Oceans 5, International Fund por Animal Welfare y The Solutions Project, dedicada a las energías limpias y renovables, entre otras.
En el mismo contexto, tuvo reuniones con Barck Obama, con el Papa Francisco, Vladímir Putin. Siempre se jactó de que no le interesaba la política, y que está dispuesto a reunirse con quien esté preocupado por la salud del mundo, sin banderas ni colores partidarios.
Una de las reuniones con Vladimir Putín, sobre el cambio climático (Foto: archivo)
De esta manera, las opiniones sobre su figura fueron mutando. Pasó a ser el chico bueno que tiene conciencia y aporta su grano de arena al bienestar de la humanidad y todo el planeta.
Se dice de mí
Una periodista de The Guardian contó intimidades de una entrevista que le realizó a Di Caprio: “Es educado, encantador y bromista. Estuvimos cinco horas hablando y en todo momento tomó agua con gas. Eso sí, luego se fue de juerga con sus amigos y se gastó 10 mil euros en un ratito”.
Una de las cuestiones con las que siempre tuvo que lidiar fue con las drogas. Quienes lo conocen de cerca aseguran que nunca consumió sustancias prohibidas. Leo habló del tema en reiteradas oportunidades, ya que en su momento era una pregunta frecuente. Contó que solo ha fumado marihuana, que su infancia fue clave para saber que meterse en el mundo de estas sustancias no era el mejor camino.
Leo Dicaprio y el Papa Francisco (Foto: archivo)
Martín Scorsese, director de El Lobo de Wall Street, otro de sus grandes éxitos cinematográficos, también salió a respaldarlo. “Para las escenas en las que debía consumir cocaína tuvo que reunirse con Jordan Belfort –la película está basada en su historia- para que le enseñara cómo hacerlo porque él lo hacía pésimo, no sonaba creíble. Es un buen chico, más allá de lo que se diga”.
¿Cuenta pendiente?
Se le conocen más de 15 novias desde que su nombre está en los medios. Con ninguna logró forjar una relación que le permita formar esa familia que tanto anhela y de la que habla para un futuro cercano. Con la mayoría de ellas vivió romances de apenas un puñado de meses. Pero con Gisele Bündchen resultó distinto. La modelo y actriz brasileña es una de las pocas privilegiadas que recibió un anillo de compromiso: cuando estaban juntos, los fanáticos de Leonardo creían que al fin había encontrado a la mujer de su vida. No fue así. En 2005, luego de cuatro años, se terminó el amor.
Leo Di Caprio y su novia argentina, Camila Marrrone (Foto: archivo)
Actualmente está en pareja con la actriz argentina Camila Marrone. Se conocieron en el 2018 y llevan dos años de una relación que no deja de afianzarse. Pese a la diferencia de edad –ella tiene 23 y él, 46-, todo indica que encontraron varios puntos en común. Por lo pronto, las grandes fiestas, que siempre fueron su debilidad, son con Camila a su lado. Disfrutan de invitar amigos y convertirse en grandes anfitriones.
Fuente: Infobae