El diálogo de la arquitectura con su tiempo fue un sello en la obra de Clorindo Testa, autor del proyecto que convirtió el enclave de una antigua casona de finales del siglo XIX del barrio de La Boca en el actual centro de arte que es la sede de Fundación Andreani.
Entre aquellos primeros cimientos y hoy, los años imprimieron una huella material y poética sobre un espacio que también fue conventillo, astillero, cantina, empresa de mudanzas y estudio del artista plástico Rómulo Macciò.
Andreani compró el edificio en el cambio de milenio y encargó a Testa la reforma. Ante su deterioro, el arquitecto propuso demolerlo y proyectó uno nuevo, una referencia contemporánea al conventillo que conserva elementos de la vieja edificación, esencialmente su fachada, que permanece en pie apuntalada al frente y separada del nuevo inmueble por un patio a cielo abierto. Con la pincelada cromática y geométrica de Testa en relieves y ventanas, el muro frontal condensa el diálogo entre la nueva arquitectura y los vestigios del pasado.Los años imprimieron una huella material y poética sobre un espacio que también fue conventillo, astillero, cantina, empresa de mudanzas y estudio del artista plástico Rómulo Macciò
Atravesado el patio, la nueva construcción, de cuatro alturas -con salas de exposiciones y usos múltiples, oficinas, terraza y restaurante-, se une al paisaje con su esqueleto de hormigón, chapas acanaladas de colores vibrantes y rejas y ventanas irregulares. El diseño responde a una economía de recursos y evoca la historia del barrio: los conventillos, la austeridad de las viejas casas levantadas con chapas de contenedores de barcos, su impronta bohemia y el rol que La Boca ejerció como punto de llegada de migrantes europeos de apellidos como los de Macciò, Andreani o Testa.
Excavaciones dirigidas por el arqueólogo Marcelo Weissel previas a la demolición relevaron las antiguas dinámicas de ocupación del terreno, de cuyos suelos se rescataron más de cuatro mil objetos que dialogan con la historia del lugar: cerámicas, clavos de barcos o botellas de ginebra que llegaban con los navíos.
Alusiones a las sucesivas formas de habitar este espacio se reúnen ahora en un proyecto artístico de registro fotográfico de la vieja casa, de su demolición y creación del nuevo inmueble desarrollado por Gian Paolo Minelli en una exposición que podrá visitarse desde el día 28 en la casa. Las imágenes remiten al «silencio» de los viejos muros antes de su caída o a las pinturas decorativas de mariscos de la vieja cantina tanto como a las esculturas involuntarias de sorprendente atractivo visual surgidas del juego entre andamios, vigas y encofrados durante las obras en construcción de la sede de la Fundación, obra póstuma con la que Testa renovó los aires del sur porteño.
Fuente: La Nación